Esa misma experiencia lo condujo a crear sus Inmensos diminutos, su más reciente exhibición que se presenta actualmente en la Sala de Exposición de Arte Fundación Ángel Ramos, conocida como SalaFAR. La muestra, compuesta por 14 piezas en dibujo y pintura sobre lino, recorre las memorias fragmentadas que se almacenan o diluyen en la mente del artista.

Cuando llegó a Puerto Rico se puso a leer y se encontró con el “desarraigo” migratorio, lo que eventualmente se convirtió en el punto de partida para su obra. “Me puse a buscar sobre la neurociencia, y me encontré con el término ‘desarraigo’, y es esa sensación de que te vas, de que te despegas de tus raíces y llegas a una nueva realidad y absorbes esa nueva realidad, pero no la acabas de concretizar… te sientes como atado a tu identidad original, pero desde la cual hay un sentido, como una ilusión de ‘impertenencia’”, explicó el artista.

Mediante la pequeñez de los detalles, la obra explora las posibilidades acromáticas del grafito y la policromía del acrílico. Cada pincelada acerca al espectador a elementos marinos, zoomorfos y botánicos, integrados con piezas mundanas y banales.

Según Quintana, un artista se desdobla y ve más allá de lo que él pueda sentir. Y es, en esa experiencia de transformación que logra visualizar el desarraigo.

En cuanto a las piezas, dice que: “son como pequeñas estructuras celulares, como limbos gravitales”.

“Inmensos diminutos es ver cómo el individuo se mete dentro de sí mismo y empieza a procesar y a tratar de buscar explicación a algo que no la tiene realmente, porque la realidad de la persona desarraigada es esa misma hibridación, esas mismas dos culturas. Esa misma realidad de vivir en dos culturas”, sostuvo.

En esta muestra en particular, lo único diferente que decidió explorar fue la introducción del grafito. Aunque había trabajado anteriormente con este material, durante sus años de estudio, Quintana no había tenido la oportunidad -como ahora- de por primera vez trabajar la técnica para una exhibición.

“En general, la obra es más bien una hibridación de imagen, es el barroquismo moderno, es el exceso de imágenes que no tiene una función anecdótica per se. Cuando tú te acercas a las imágenes hay una anécdota, no hay una narrativa específica, sino que son imágenes ‘random’, imágenes anacrónicas que pueden ser hasta subversivas porque están ubicadas fuera de su contexto original y su función primaria”,  agregó.

Quintana es pintor, escultor, creador de instalaciones y profesor de arte. Comenzó sus estudios en la Escuela Elemental de Arte en Matanzas, Cuba. Más tarde, hizo un bachillerato en Escultura y Pintura en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de La Habana y en 1989 obtuvo una Maestría en Escultura del Instituto Superior de Arte en dicha ciudad. Ha presentado su trabajo tanto individual como colectivamente en Cuba, Puerto Rico, Canadá, Estados Unidos y República Dominicana.

Además de dedicarse a su obra, se desempeña como profesor de arte en la Universidad del Sagrado Corazón y en la Escuela de Artes Plásticas del Viejo San Juan.

El artista destaca que el estar en contacto con sus estudiantes todos los días le recuerda su época en la academia. Dice que para ellos es muy importante conocer las historias del profesor, porque el arte es una actividad retante e intangible. “Reconozco que esta es una carrera, hasta cierto punto, frustrante porque exige mucho esfuerzo y dedicación para obtener resultados. Y es que, como es una actividad dentro de la cultura social contemporánea, muy rudimentaria, el arte es cosa procesal, que toma mucho tiempo obtener resultado. Por eso, en ese sentido, es muy común que los muchachos se desanimen”, manifestó Quintana, quien compartió que para él fue importante el que sus estudiantes participaran de la inauguración de la exhibición, ya que esto le permite servir de ejemplo para ellos y recordarles que con esfuerzo, la meta es posible.


Fotos Welmo Romero 

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