La posibilidad de encontrar soluciones para viabilizar ideas que terminan convertidas en obras de arte alimenta a un artista como Antonio Martorell, quien ahora presenta en SalaFAR su exhibición "Sombra, sombrilla y sombrero".

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé

La musa le trajo una sombrilla a Antonio Martorell. Vino expresamente a enriquecer los lienzos que el artista pintaba para exhibir en un lugar en el que cuentan que llueve un día sí y otro también. Pero como le gusta el juego –a la musa y al artista- otra oportunidad de crear nuevas obras para mostrar lo llevó a pararse bajo la sombrilla. Entonces Martorell se topó con la sombra. Y, por supuesto, con su sombrero.

Esa dinámica de juego y exploración se repite una y otra vez en el proceso creativo del santurcino, considerado uno de los artistas más prolíficos de nuestro país. Martorell tiene ideas en su cabeza que comparte en forma de obra en lienzo, de gráfica en papel, de escenografía teatral, de cuento, de instalaciones o las ofrece en un salón de clases repleto de estudiantes. En una de esas asignaciones artísticas se encontraba cuando decidió crear con acrílico, aerosol, tinta de impresión, crayón y carbón las 28 obras en papel y lienzo que ya cuelgan en las paredes de la Sala de Exposición de Arte Fundación Ángel Ramos (SalaFAR), como parte de la muestra que bautizó Sombra, sombrilla y sombrero.

“Originalmente me invitaron a hacer una exposición y a dar talleres y conferencias en una universidad en Oregon, Linfield College, y como me gusta que las cosas sean pertinentes al tiempo y al lugar pregunté qué pasaba en Oregon y lo primero que me dijeron fue que llueve todos los días. Eso me llevo al tema de la lluvia y la lluvia me llevó a la sombrilla y a todo un desarrollo en torno a eso. Pero en el interín surgió la oportunidad de hacer la exposición en SalaFAR y, como ya yo estaba en esta locura de la sombrilla, dije ‘déjame seguir explorando por ah’. Así que me puse a jugar con las palabras”, rememora el artista que tras estudiar diplomacia en Georgetown University, en Washington, optó por dedicar sus energías a su vocación artística y contó como maestros formadores con Julio Martín Caro, en Madrid, y Lorenzo Homar en el Taller de Gráfica del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

Arribaron a su mente las palabras “sombra”, “sombrilla” y “sombrero”, y con ellas Martorell siguió el juego. “Al sumarle a la propuesta la sombra y el sombrero ya me dio otros elementos. Para SalaFAR he hecho cosas exclusivamente con sombreros, exclusivamente con sombrillas y, en algunos casos, he combinado la sombrilla con el sombrero y con la sombra”, señala.

Trabajar con la sombra le “entusiasmó mucho”. “Para mí la sombra, predominantemente, es la sombra humana y dije ‘no tengo que buscar muy lejos, yo proyecto una sombra’ y como siempre uso sombrero pues fue una sombra con sombrero. Todo es un juego que resulta en unas combinaciones que a veces son muy alegres y a veces muy serias porque estamos viviendo ahora en un momento sombrío. Yo soy un optimista, siempre veo el lado positivo de las cosas y saldremos de esta como hemos salido de otras”, propone el artista aludiendo a la situación del país.

Confiesa que SalaFAR le “provocó” al visitarla y la describió como “muy linda, muy pequeña y acogedora”. Allí expone trabajos sobre lienzo, sobre papel Akawara y sobre papel de estraza. “Y hay una instalación que es una sombrerera o sombrillera donde cuelgan las matrices que se utilizaron para estampar en lienzo y en papel las sombras, las sombrillas y los sombreros. Además de ahí cuelgan unos dibujos pequeños, del tamaño de una hoja de papel para escribir, lo que significa un cambio de escala porque las otras piezas son relativamente grandes”, describe quien en su diversa carrera además ha presentado trabajos como dibujante, diseñador de vestuario e ilustrador.

 

CUAL DIRECTOR DE ORQUESTA

Martorell crea en solitario y en conjunto. La vida de taller le complace y describe a sus colaboradores en el Taller La Playa que mantiene en Ponce –Milton Ramírez, Roberto Alicea, Pablo Padrón, José Vega y Howard Kilgore- como “artistas desarrollados con mérito propio”. Comparó su interacción con ellos con la de un director de orquesta y siguiendo esa imagen señala que “prevalece la armonía”. Hay un norte, un concepto y todos aportan.

“Para comenzar está la provocación de un tema, un asunto, un color y partiendo de ahí establezco la pauta. Eso a su vez motiva la técnica a usarse, la superficie, los colores y en eso intervienen, por supuesto, mis ayudantes con su ayuda física de mano de obra y también con ideas y posibilidades de desarrollo de los temas que estamos tratando”, sostiene.

“De esta exposición espero lo que espero de todas: poder comunicarme con el público y establecer un puente entre el arte y el espectador que lo recrea”.

De ese modo, el crecimiento en el taller es grupal. “En esto el maestro también es aprendiz porque no es una cosa que sea de una dirección. Un artista aprende haciendo, la gente se cree equivocadamente que un artista hace lo que sale y no es cierto. Un artista puede saber algunas de las cosas que hace pero la mayor parte de las veces, y la más placentera, uno hace lo que no sabe pero aprende haciéndolas. Eso enriquece la experiencia y la hace tan rica que uno no quiere terminar. De hecho, no termina porque un proyecto lleva a otro”, asegura el fundador en el 1968 del Taller Alacrán, uno de los primeros talleres gráficos independientes en Puerto Rico.

Martorell ha enseñado en la Universidad de Puerto Rico además de espacios en Argentina, Colombia, México y Estados Unidos, entre otros países. Su obra está incluida en múltiples colecciones privadas y públicas y ha gestado diversos eventos artísticos, comunitarios y culturales en los que comparte su amor por la expresión artística.

“De esta exposición espero lo que espero de todas: poder comunicarme con el público y establecer un puente entre el arte y el espectador que lo recrea”, menciona.

JUGAR EL JUEGO

Parecería que el juego –en el desarrollo de conceptos, en la culminación de obras y en el acercamiento a cada proyecto- es un distintivo en la personalidad creativa de Martorell. Lo hemos comprobado en sus exposiciones y en sus incursiones en radio y televisión: En la punta de la lengua, emitido por el Canal 6, y desde Radio Universidad, 1,2,3 probando, junto a Rosa Luisa Márquez. Aunque no lo crea, el artista asegura que no siempre fue así.

“Yo aprendí a jugar tarde en la vida porque empecé muy en serio. Yo era un joven muy serio y fue el arte lo que me enseñó a jugar. Me di cuenta que por más que uno quería establecer y desarrollar ideas en el arte y comunicarlas, si se volvía muy didáctico podía resultar hasta dogmático. Esto (el juego) vino con el taller colectivo de gráfica y el teatral, un elemento muy importante en mi trabajo. Entonces el juego comenzó a ser cada vez más importante, el uno aventurarse a territorios insospechados, a juegos combinatorios donde la suma es algo más que la sobreimposición de las partes; me di cuenta que el juego te hacía descubrir cosas que conscientemente uno no hubiera siquiera intentado”, resalta las virtudes del método de trabajo lúdico.

Retornar a la antigua sede del periódico El Mundo, donde ubica la Fundación Ángel Ramos y SalaFAR en Hato Rey, significa para Martorell una agradable vivencia, puesto que lo conecta con otro rol desempeñado: el de periodista.

“Yo colaboré en el periódico El Mundo”, menciona orgulloso, “por muchos años escribí sobre arte, cine, literatura, teatro y también ahí me inicié en mi labor como reportero de corte, ya que cubrí el juicio de Filiberto Ojeda Ríos en la corte federal para ellos. El Mundo y Claridad fueron mis dos inicios en el periodismo, ahí hice un trabajo de los más importantes de todos los que he hecho. Fue una experiencia enriquecedora”.

“Estos momentos difíciles nos ponen a prueba, pero es una prueba para la que estamos equipados. Muchos de nosotros no lo sabemos, por eso subestimamos tanto nuestras capacidades”.

 Considerado heredero de la tradición plástica de los maestros de la Generación del 50, este artista es fiel creyente de que el arte es una vía de rescate para el país en estos tiempos puesto que “es creación, es hacer de una cosa otra, hacer de la desgracia, gracia”.

“El arte es un vehículo de transformación que no se limita a jugar con colores, superficies y temas visuales, es un modo de transformar la vida. Pero el arte supone siempre un estado de libertad; el arte y el cautiverio son enemigos, el arte supone ser libre para crear y a la misma vez crea libertad, engendra lo que practica. Este país necesita aprender a ser libre, a expresarse, a comprender y poner en práctica todo aquello que adelanta la vida del colectivo y del individuo. Estos momentos difíciles nos ponen a prueba, pero es una prueba para la que estamos equipados. Muchos de nosotros no lo sabemos, por eso subestimamos tanto nuestras capacidades. Yo creo que el arte ayuda a encontrarse a uno mismo como persona y como colectivo y, cuando eso pasa, se pierde el miedo que es el enemigo principal de la libertad”, culmina.

Quizás la musa lo visite de nuevo. Mientras tanto, Martorell no dejará de provocarla con trabajo y juego.

Si interesas apreciar la exposición, el horario de SalaFAR es de lunes a viernes, de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. Para más información, llama al 787-763-3530. 

 

Fotos: Juan Carlos Álvarez Lara y Javier del Valle

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