No fue silencio lo que provocó el paso del huracán. En el conversatorio “Contra viento y María”, artistas, directoras de museos y un coleccionista, testimoniaron los nuevos modos de hacer que descubrieron.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


El conversatorio "Contra viento y María" integra el programa educativo de la muestra en SalaFAR del maestro Nelson Sambolín,
que aquí se dirige a los asistentes. Al fondo, el coleccionista y arquitecto Otto Reyes. Foto / Javier del Valle

Para llorar las penas no se diseñó este conversatorio. Contra viento y María, evento que reunió a artistas, directoras de museos y un coleccionista, revisó las maneras en que el fenómeno atmosférico marcó los procesos creativos y de conservación de la producción plástica en el país, pero también observó el modo en que esto inspiró nueva creación y fue el punto de partida para encontrar otras maneras de proceder.


Marta Mabel Pérez, directora ejecutiva interina del Museo de Arte
de Puerto Rico, durante su intervención. Foto / Javier del Valle

Celebrado como parte del programa educativo alrededor de la muestra del maestro Nelson Sambolín, Pinturas y/o dibujos, que se exhibe en SalaFAR, la actividad tuvo lugar el pasado miércoles, 23 de marzo, en el vestíbulo del Edificio Fundación Ángel Ramos en Hato Rey. La profesora Adlín Ríos Rigau, integrante del Comité de SalaFAR, fungió como moderadora durante la amena presentación que ofrecieron el arquitecto y coleccionista Otto Reyes; la directora del Museo de Las Américas, María Ángela López Vilella; el artista Nelson Sambolín; el artista Carlos Dávila Rinaldi; y Marta Mabel Pérez, directora ejecutiva interina del Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR).

Dávila Rinaldi inició la conversación mostrando fotos de su taller vecino del Lago Carraízo en Caguas, un hangar que sobrevivió los vientos y el agua, pero sufrió el impacto de la falta de electricidad.  “Casi me calla María, pero uno busca maneras de continuar el diálogo creativo”, acepta.

Cuando terminó de despejar los alrededores de la naturaleza derribada y se aseguró de que sus obras en el taller estuvieran “secas y seguras”, el artista empezó a realizar bocetos en su tableta, que recargaba con una planta eléctrica, “de lo que estábamos viviendo”.


"Casi me calla María, pero uno busca maneras de continuar el diálogo
creativo", afirmó Carlos Dávila Rinaldi. Foto / Javier del Valle

El resultado de esa crónica a colores es un recuento de las emociones que compartimos en esos días; desde el cansancio tras la búsqueda de agua, comida y gasolina hasta la camaradería en las largas filas realizadas para cualquier servicio, pasando por el humor con que se criticaron sucesos como los rollos de papel lanzados al público por el presidente Donald Trump durante su visita a nuestro país. Los famosos “candungos” rojos para almacenar gasolina aparecían por todas partes en las imágenes.

A falta de iluminación apropiada en el taller, Dávila Rinaldi comenzó a trabajar al aire libre sobre esos bocetos en lienzos de gran formato que conformarán la muestra Aftermath, que este año se exhibirá en el espacio Arte@Plaza situado en el centro comercial Plaza Las Américas.

“Estos eventos tienes que ver cómo los conviertes en algo que te mueva; yo seguí trabajando”, mencionó para luego confesar que cansado de esperar por el restablecimiento del servicio eléctrico en el taller instaló placas solares.

Por otro lado, Sambolín explicó que como parte de su muestra Pinturas y/o dibujos, ha celebrado diversas actividades como la demostración de uso de materiales y un taller con estudiantes en la Universidad del Sagrado Corazón, y recibió la visita de estudiantes de escuela elemental de su pueblo natal Salinas.

“Eso fue en desastre, flores por todos lados, pero hemos convertido el huracán María en aportación y oportunidad de romper con el silencio y el aislamiento”.

“Quiero que vean que los artistas no vienen de Venus o de Marte, pueden venir del Barrio Coquí de Salinas”, dijo Sambolín con una sonrisa, “que pueden trabajar sus metas, porque si trabajan duro, llegan”.

El artista reflexionó en torno al peligroso aislamiento cultural en el que, a su juicio, está sumergida la isla “que va en muchas direcciones, desde ámbitos más pequeños a más grandes”.

Lamentó “la relación enfermiza” que mantenemos con Estados Unidos porque “no nos comunicamos”. “Nosotros no entendemos, no oímos la cultura americana ni ellos a nosotros; ¿cuándo hemos visto aquí una exhibición grande de arte norteamericano?”, cuestionó Sambolín.


La profesora Adlín Ríos Rigau fungió como moderadora.
Foto / Javier del Valle

“Esa misma relación nos ha sucedido con América Latina –no sabemos qué hacen grandes productores de imágenes como Argentina, Brasil o México- y peor aún nos pasa con nuestros hermanos del Caribe. No sabemos qué hacen en Jamaica, o los pintores de Haití, de República Dominicana o Cuba. Y en Puerto Rico no se analiza, no se conversa, no se intercambian opiniones de arte”, agregó el artista residente de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras sobre la desaparición de la crítica de arte plástico en los medios de comunicación isleños.

Sambolín resaltó que, tras el huracán María, creó piezas que incluyen las decenas de flores plásticas que volaron del cementerio Borinquen Memorial, contiguo a su taller en Caguas.

“Eso fue en desastre, flores por todos lados, pero hemos convertido el huracán María en aportación y oportunidad de romper con el silencio y el aislamiento”, culminó el artista no sin antes puntualizar que estos eventos atmosféricos siempre han inspirado a nuestros creadores de gráfica y música popular ya que “ha servido como estímulo y motivo”.   

ACCIÓN EN LOS MUSEOS


María Ángela López Vilella, directora del Museo de Las Américas.
Foto / Javier del Valle

Abrir las ventanas de par en par ayudó al Museo de Las Américas a mitigar el acecho del hongo y la humedad en las obras que alberga en el Cuartel de Ballajá, en el Viejo San Juan. Estuvieron 72 días sin luz, agua ni servicios de internet.

Si bien salvaron la colección, hubo áreas en el museo cuyas losas se despegaron del suelo, entre otros daños a la estructura como la pérdida de placas solares que volaron. En esas condiciones, lanzaron una convocatoria que sobrevivió gracias al boca a boca, para solicitar obras que explicaran y narraran los momentos críticos que vivíamos. Apropiadamente se llamó, Catarsis.

“Esperábamos 60 obras y llegaron más de 200, desde estudiantes hasta maestros artistas presentaron sus trabajos sabiendo que estarían en una sala con las ventanas abiertas y que no habría seguro”, recordó López.

Como retos que enfrenta la institución menciona la merma en la población, la reducción de salidas de escuelas a visitar el museo lo que los ha llevado a “reevaluar los servicios que ofrecemos a la comunidad”.

“Pero pudimos también fortalecer o crear relaciones con otras organizaciones, conocer nuevas fuentes de ayuda en Puerto Rico y Estados Unidos y mejorar nuestra relación con el voluntariado porque ahora hay más trabajo con menos gente. María nos cerró unas puertas, pero nos abrió otras y nos ha cambiado la forma de hacer las cosas”, señaló la directora del museo fundado por Ricardo Alegría.

“Nosotros teníamos claro que teníamos un trabajo que hacer a como diera lugar porque si tú no salvas el patrimonio cultural de un país no tienes historia”.

Su homóloga Marta Mabel Pérez, del Museo de Arte de Puerto Rico, señaló que el equipo task force que posee la institución, compuesto de empleados, conocía lo que tenía que hacer.

“María seguía subiendo de categoría y nosotros seguíamos subiendo de intensidad”, rememora y añade que una llamada recibida luego del paso del ciclón de la anterior directora, Lourdes Ramos, radicada ahora en Estados Unidos, les sirvió de mucha ayuda para poder comunicarse con entidades fuera de la isla ya que el servicio telefónico era precario.


Boceto trabajado en su tableta por el artista Carlos Dávila Rinaldi,
durante los largos días post María. Foto / Javier del Valle

En principio, solo el Jardín escultórico sufrió 70% en daños y las colecciones fueron bien resguardadas. Pero las lluvias posteriores provocaron la inundación del piso dedicado a los talleres comunitarios.

“Cuando vi que una hoja de papel se dobló, me dije ‘esto está malo, es el cambio de temperatura’”, señaló la directora.

Contactó el Fondo de Emergencia del Instituto Smithsonian en busca de ayuda, requerían de mil galones diarios de diésel para mantener encendido el aire acondicionado del museo todo el día con un generador eléctrico y así evitar el daño de obras. Pudieron reducirlo a 500 cuando solo encendieron las áreas más críticas.

El Smithsonian, mediante una beca, envió además del diésel apoyo para el rescate de obras afectadas y educación relacionada. El MAPR solo tiene una conservacionista, Sol Rivera, que no daba abasto. También, recibieron 200 obras de otros museos de la isla que fueron resguardadas en la sede ubicada en Santurce.

“Fue un proceso duro, pero crecimos mucho. En esos momentos uno se da cuenta del gran equipo que tenemos en el museo”, dice recordando los 51 días sin luz, las rondas de vigilancia para medir temperatura en las salas, y la eventual inundación que los mantuvo sacando agua hasta la madrugada.

“El primer fin de semana que abrimos llegaron 1,500 personas”, dice orgullosa sobre aquel 10 de noviembre.

“El gobierno no está listo para esto”, asevera Pérez. “Pero nosotros teníamos claro que teníamos un trabajo que hacer a como diera lugar porque si tú no salvas el patrimonio cultural de un país no tienes historia”.

Y la historia no solo está en los museos. El coleccionista Otto  Reyes afirmó que el edificio que alberga su amplia Colección Reyes Veray en Hato Rey, estuvo “casi cinco meses sin luz”, de modo que tomó acciones preventivas para alejar el hongo, la humedad y el calor excesivo que puede alterar el estado de las obras.

“Si una pieza se moja, la acción capilaria puede llegar a hacer subir (el líquido) hasta 18 pulgadas”.

 Mostrando fotos de las previsiones tomadas –como elevar piezas del suelo o guardar algunas en rollos de plástico que no tocaran el suelo- Reyes resaltó que abrir ventanas para favorecer la ventilación cruzada y usar cortinas en las ventanas para controlar la iluminación, fue clave para evitar el daño.

“Si una pieza se moja, la acción capilaria puede llegar a hacer subir (el líquido) hasta 18 pulgadas”, alertó el arquitecto Reyes.

En otras áreas del edificio, donde no hubiera obras de papel ni fotografías, la entrada de luz fue ideal para mantener una temperatura estable.

“El cambio en temperatura estira y contrae el soporte y salta la capa pictórica”, alerta sobre los lienzos y menciona que, en Puerto Rico, la humedad relativa alcanza un 90% cuando lo ideal para mantener en buen estado las obras de arte es 50%.

“Tuve suerte”, asegura agradecido. “Estaba preocupado porque no quería perder las obras”.

María no las tocó.

Todavía puede visitar la muestra Pinturas y/o dibujos del artista Nelson Sambolín en SalaFAR, que estará expuesta hasta el 31 de marzo. La entrada es libre de costo. Para más información, llame al 787-763-3530.

 

Fotos: Javier del Valle

 

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