Voluntarios especializados en salud pública y, otros listos para ayudar en lo que haga falta, mantienen en pie esta clínica que Iniciativa Comunitaria estableció en Toa Baja, nueve días después del paso del huracán María. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé "Miraaaa, adiós, que te salga todo bien", se escucha decir a una empleada de la mesa de registro, a una mujer que sale junto a tres niños de la Clínica Bantiox en Toa Baja. La mujer se voltea, agradece y se despide con la mano en la que, además, lleva una bolsita transparente con medicamentos. Se trata de Ruth Caraballo, de 33 años, quien recibió atención por su dificultad respiratoria. "Es la primera vez que vengo, el servicio fue muy excelente. Para mi es mejor venir aquí, cerquita, porque yo soy de Candelaria", dice la toabajeña.
Más de 800 voluntarios locales y de otros países han dicho presente en las labores de ayuda en Puerto Rico, en rotaciones que mantienen al día un operativo solidario. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Del impacto de desastres naturales en un país ellos saben. Qué hacer para recuperarse, también está en su pericia. De modo que la Cruz Roja Americana, capítulo de Puerto Rico, ha pisado terreno conocido en estos días siguientes al paso de huracán María en Puerto Rico. Sus labores de apoyo, distribución de alimentos y agua, entre otras tareas, se ha visto enriquecida por la labor de 850 voluntarios que en distintas rotaciones han trabajado en Puerto Rico, Vieques y Culebra. Cada desastre trae su particularidad y María presentaba un país entero afectado por el huracán. No había una zona que se considerara inmune como habría sido el caso de precedentes como los ciclones Hugo y Georges.
El centro educativo cagüeño ofreció sus "Encuentros con la ciencia" en comunidades y ahora alberga un Stop and Go del gobierno con ayuda de voluntarios. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Siete días después de la llegada del huracán María, algunos empleados del Centro de Educación y Tecnología (C3Tec) de Caguas se acercaron a las instalaciones del espacio ubicado en la calle Gautier Benítez 59 para comprobar que la sede no se libró de los daños evidentes en el resto de la isla. Cristales del techo de la segunda planta del espacio dedicado a la educación y el estímulo por las ciencias, cayeron al suelo quedando a la intemperie. Con la ayuda de un contratista, limpiaron, secaron, acondicionaron las alfombras mojadas y cubrieron con madera los espacios de ventanas y techos rotos.
Cargados de suministros, buenos deseos y empatía, voluntarios y empleados de los Centros Sor Isolina Ferré ofrecen su Abrazo solidario a comunidades en necesidad. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Si algo positivo ha legado el huracán María a los Centros Sor Isolina Ferré, es que la emergencia los ha llevado de vuelta a la práctica de visitar los hogares de personas en necesidad. Eso pide el momento de crisis provocado por el paso de huracán María y así lo han entendido los empleados del centro dedicado a educar a desertores escolares y encaminar hacia la independencia económica a comunidades desventajadas. "Aquí estoy, no estás solo, te entiendo y en lo que pueda voy a ayudarte", asegura José Luis Díaz Cotto, principal oficial ejecutivo de los centros, sobre el significado de la campaña "Abrazo solidario", con la que han impactado a más de 12,378 personas desde el 9 de octubre en zonas cercanas a sus sedes en el norte y el sur de la isla.
La enseñanza, la música, los juegos y el cariño vuelven a ser parte de la vida de pequeñines loiceños que regresaron a su escuela Montessori, luego del paso del Huracán María. Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé Los abrazos fueron la norma durante el regreso a clases el pasado 16 de octubre, en el Centro Esperanza situado en Loíza. Sor Cecilia Serrano, de las Hijas de la Caridad San Vicente de Paul, tenía pegados a su falda a varios estudiantes de edad preescolar que le mostraban afecto y que, a su cobijo, aguardaban para saludar a los compañeros según llegaban. De ese modo, la escuela que sigue la filosofía Montessori procuraba cierta normalidad en las vidas de pequeñines que, al igual que el resto de la isla, habían descubierto la furia de los vientos y el agua tras el paso del huracán María el pasado 20 de septiembre.