La organización que sirve a personas sin hogar en la zona metropolitana, Iniciativa Comunitaria transformó ofrecimientos durante la pandemia como reportamos a continuación.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé

Nosotros nos quedamos en casa y ellos hicieron lo mismo, se quedaron en la calle. Las personas sin hogar han enfrentado la pandemia por COVID-19 con la misma incertidumbre que el resto de los que vivimos en esta isla, pero con menor protección, a juzgar por las interacciones que con ellas tienen organizaciones sin fines de lucro que les sirven, como es el caso de Iniciativa Comunitaria de Investigación (ICI).

Datos hasta enero del 2019 provistos por el Departamento de la Familia apuntan a que alrededor de la isla hay 2,535 personas sin techo. Ignorarlas puede traer serias consecuencias en los planes del gobierno, no solo para frenar el contagio con este virus desconocido, sino también en las siguientes fases de reactivación de la economía.

“Olvidarlas puede provocar contagios comunitarios y no te enteras hasta que se salga de control porque es una población que, lamentablemente, no está en tu lista de prioridad”, dice Yorelys Rivera, directora ejecutiva de ICI sobre la estrategia gubernamental, “cuando el mensaje era ‘lávate las manos y quédate en casa’, para nuestros participantes era muy difícil seguirlo porque ni tienen techo seguro ni tienen agua”.

Por eso, repensar el entorno de las poblaciones que sirven a la luz de la crisis de salud pública encabezó su agenda. Desconocían información sobre el coronavirus y comenzaron a educar sobre su propagación usando una hoja suelta con imágenes y texto preciso. Alianzas con Direct Relief y con Fondos Unidos les permitió aumentar la cantidad de mascarillas N-95 y crearon kits para entregar a sus participantes con literatura, guantes, antibacterial y mascarillas.

Pronto se percataron de que no era suficiente, por lo que junto al arquitecto Elio Martínez Joffre y sus estudiantes del Taller de Arquitectura Social, de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico, ingeniaron un modelo de lavamanos comunitario que ubicaron en ocho comunidades que visitan, los cuales surten con agua, jabón y papel secante. La barrera del agua se supera en esas zonas donde ubican hospitalillos que atiende el Programa de Reducción de daños para inyectores de drogas de ICI.

“Iniciativa nunca cerró, todos los programas se transformaron”, afirma Rivera sobre las nueve iniciativas de la organización. Solo una, Pitirre, que atiende con medicación a personas con dependencia a sustancias controladas, debió mudar su sede a un antiguo edificio en Hato Rey, puesto que su base estaba en el Hospital Regional de Bayamón que en principio se informó sería el centro hospitalario de los pacientes con COVID-19 en la isla.

REGALA SEGURIDAD

De los 63 empleados que tiene la organización, un grupo se ha mantenido laborando a distancia -como administrativos y líneas de Telemedicina- y otro trabaja en la calle. La entrega de recetas, si no se hace directo a la farmacia, se realiza en la modalidad servi-carro. Primero se les envió a los empleados un memo informativo sobre el virus, luego un protocolo y quienes laboran de forma presencial tienen acceso a una mesa de seguridad con todo lo necesario para protegerse. A mediodía hacen cambio de mascarilla.

“Todos teníamos mucho temor, pero aprendimos a conocer el riesgo. Para mi era importante que la gente supiera que no habría limitación de equipo protector para que pudieran trabajar. Y luego añadimos las pruebas rápidas de coronavirus que les hicimos, eso ayudó a atender la tensión de ellos. También, hacemos reuniones a distancia semanales para saber como están. Hemos podido mantener un escenario laboral seguro”, afirmó Rivera.

Las pruebas no las han limitado a sus empleados. En alianza con el Departamento de Salud, con el Colegio de Tecnólogos Médicos y con la organización Amanece para los Hermanos sin techo, coordinaron que se realizaran pruebas rápidas -y moleculares si hubieran sido necesarias- a 63 personas sin hogar bajo el elevado de Trujillo Alto, zona con alta concentración de personas sin hogar. Todas resultaron negativas. En agenda está repetir la iniciativa.

De igual manera, han mantenido programas como Punto Fijo, el cual incentiva la protección contra el contagio de VIH al intercambiar jeringuillas nuevas por usadas en una ruta ya establecida y en la Sala de reducción de daños. Atienden 70 personas.

HAMBRE DE ATENCIÓN

Si la educación salubrista ha sido un reto, la escasez de comida ha llevado a ICI a ampliar servicios. El Programa Operación Compasión de ICI se unió a la organización Fondita de Jesús para brindar 200 platos de comida, siete días a la semana, en 12 comunidades que usualmente visitan en la zona metropolitana. También, han entregado cajas de alimentos donadas por Caribbean Products o cenas cocinadas por los chefs Vivoni, Rómulo, José y Luis Rodríguez en comunidades del Caño Martín Peña como Barrio Obrero, Buena Vista y Los Peña.

El sistema se replica en el tercer sector: empresas confían en la labor de las organizaciones que a su vez conocen a los lideres comunitarios quienes ya han identificado las necesidades apremiantes y así se satisfacen con agilidad.

No siempre se acercan personas sin hogar en busca de alimentos.

“Siempre estamos mirando el reto. El rostro de la persona que busca nuestra comida ha ido cambiando y no necesariamente carece de un techo. Muchos perdieron ingresos en esta cuarentena, ha sido cuesta arriba conseguir ayudas del gobierno y en la alacena tienen los potes de comida contados. Hay desde migrantes hasta boricuas de todas edades que ya esperan cuando pase nuestra guagua”, dice Rivera.

Pero los sin techo, los usuarios de drogas ilegales, los que poseen condiciones mentales, los que se han desconectado del ritmo usual de la sociedad agradecen la ayuda. La directora los ha escuchado en las rutas de entrega en las que ha participado.

“Reciben todo con una gratitud enorme y te dicen ‘no somos prioridad para nadie, si esto llega a la calle nos vamos a morir porque nadie nos va a extrañar’”.

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