Ambos virus alteraron nuestras vidas. Organizaciones sin fines de lucro que ya vivieron la epidemia del VIH en los 80’s relatan cómo han implantado protocolos de prevención similares durante esta pandemia del COVID-19 para frenar el contagio.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé

Las lecciones no se descartan. Lo aprendido siempre puede utilizarse de nuevo. Así lo aseguran organizaciones sin fines de lucro que atienden poblaciones que viven con VIH, entidades que sobrevivieron el duro impacto que supuso la llegada de ese virus. Por lo que, rescataron protocolos de prevención de esa pandemia para hacerle frente a la provocada por el COVID-19.

Al igual que el COVID-19, cuando apareció el VIH se desconocían sus causas, se condenó todo contacto físico por temor al contagio, no había suficientes pruebas diagnósticas ni tratamientos efectivos o vacuna. Las primeras cifras de decesos se dispararon en todo el mundo. Eran los años 80 y el VIH se convirtió en pandemia. En el 2020, otro virus detuvo el mundo y también alcanzó el mismo estatus.


Sandra Torres, directora ejecutiva de Bill's Kitchen.

“Con el COVID-19 ya pasamos la etapa del “Quédate en casa”. Ahora hay que educar e informar sobre formas de contagio, qué hacer y qué evitar porque no logras nada con sembrar miedo. No funciona. La gente no dejó de tener sexo por el VIH, aprendió a protegerse y la gente no va a dejar de salir de la casa por el coronavirus. Tenemos que aprender a limitar los riesgos”, asegura Sandra Torres, directora de la organización sin fines de lucro Bill’s Kitchen que atiende participantes infectados con VIH y se ocupa de su alimentación adecuada, entre otros aspectos de salud.

Con ella coincide Lissette Alonso, fundadora de la organización La Perla del Gran Precio, que entre sus 11 proyectos también cuenta con servicios de alimentación y albergue a la población positiva a VIH. “La rueda dio otra vuelta. Nosotros empezamos en el 86’ con el boom del VIH y aquí estamos. Ya lo comprobamos aquella vez, para que la gente se sienta segura tienes que educarlos. Si les metes miedo se te descontrolan y se te descompensan”, alerta Alonso.


Lissette Alonso, fundadora y directora de La Perla del Gran Precio.

Torres, por su parte, también resalta que al manejar el coronavirus el Departamento de Salud podría echar mano del andamiaje que ya posee para tratar el VIH, debido a las características compartidas en los inicios de ambas enfermedades: cuenta con dos tipos de prueba diagnóstica, requiere de rastreo de casos, hay pacientes asintomáticos y la vacuna está en pleno desarrollo.

“Nuestros empleados tuvieron miedo del coronavirus, todo los teníamos al principio, y tras mucha búsqueda les conseguimos sus mascarillas. Pero luego se dieron cuenta que más miedo tenían nuestros participantes porque su sistema inmunológico está comprometido”, alertó Torres de Bill’s Kitchen. “Por ellos seguimos trabajando”.

VIH Y MÁS…

Socorro Rivera, de la Fondita de Jesús, asegura que los protocolos para tratar con pacientes VIH positivos que buscan sus servicios de alimentación y albergue, entre otros, no son los únicos que pueden aprovecharse.


Socorro Rivera, directora de Fondita de Jesús.

“Nosotros también enfrentamos la realidad de participantes con sarna y hasta tuberculosis”, dice sobre condiciones altamente contagiosas. “Por eso nos cuidamos bien en esta pandemia. Fuimos ajustando los protocolos, según la información que íbamos recibiendo y ofrecimos equipo de seguridad a nuestros empleados”.

Algunos de esos cambios en el servicio incluyen higienizar más el área de duchas, tomar la temperatura de los participantes o instalar un lavamanos con jabón para que puedan asearse cuando reciben la comida. Deben, también, higienizar la calle frente a la sede cuando culminan las entregas, así como las áreas comunes en el edificio.

“Además de los protocolos”, añade Alonso de La Perla, “hemos hecho pruebas de coronavirus a nuestros empleados y más de una vez. Porque si unos están saludables, los otros también lo estarán. En nuestros albergues no se nos ha enfermado nadie. Yo trabajo con unos campeones”.

Ofrecer herramientas para que sus participantes alcancen un espacio de vida digno, especialmente en las peores fases de la enfermedad, es una meta compartida por las tres directoras.

“Las organizaciones sin fines de lucro hemos pasado todas las etapas de la vida. Con o sin dinero, no cerramos; con el dolor de tener participantes muertos, no cerramos; 30 años después del VIH aquí seguimos. Somos un tesoro que se debe mantener y tenemos tanta información para compartir”, culmina Alonso.

 

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