La serie de diez episodios que presenta la cantautora Lizbeth Román bajo la iniciativa MAC en el Barrio, del Museo de Arte Contemporáneo, presenta música, memorias y ejercicios de escritura creativa.
Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé
Cuando la cantautora Lizbeth Román invita a conectarse los domingos para disfrutar de las sesiones Cantar un pueblo: episodios virtuales de un cancionero, a lo que en realidad exhorta es a que formes parte de “un encuentro musical y de conversación”.
Por aquí va la cosa. Comisionada por el programa MAC en el Barrio, del Museo de Arte Contemporáneo, en el 2018 la creadora realizó una residencia artística de poco más de seis meses en la comunidad Puente Blanco y en el Centro de Envejecientes Wilson Ramos, ambos en el municipio de Cataño. Mediante la escritura creativa, las conversaciones con la bibliotecaria del pueblo, los ejercicios teatrales y orales, Román inspiró a jóvenes y a “súperadultos” a crear canciones que rescataran la memoria histórica del lugar.
De la composición final de las piezas y sus arreglos se ocupó con sus músicos. Luego, el resultado se presentó en un concierto realizado en el museo santurcino, situado en la sede de la antigua escuela Rafael A. Labra, al que también asistieron residentes de la comunidad.
Ahora en el 2020, desde el pasado 5 de abril el MAC comenzó a presentar a través de sus redes sociales una serie de 10 episodios virtuales que capturan la esencia del proyecto. ¿La meta? Incentivar que se repliquen esfuerzos similares para capturar la memoria histórica de otros pueblos de la isla, quizás añadiendo a la ecuación la pandemia en que vivimos.
Nacida en Mayagüez, criada en Bayamón y residente en Trujillo Alto, Román reconoce que cada pueblo tiene su personalidad. “Parte de mi proyecto a nivel de vida y en mi oficio de música y teatro, es mi fascinación por crear desde la oralidad. La canción me permite hacer esa trenza con la gente y las comunidades hasta lograr una cartografía desde la canción y la palabra. Este proceso fue bien revelador y enriquecedor”, asegura la gestora de La vuelta insular y La otra ruta, una gira independiente con la que se propuso cantar en todos los pueblos de la isla.
“El proyecto creció y más allá de números ya tiene un componente comunitario de crecer, de volver a la raíz y de compartir las experiencias. Uno comparte las herramientas en la comunidad y se pone al servicio de ella. Ese es mi proyecto de vida y pensaba que lo haría en un año, pero lo que sabe bueno se cocina lento y a fuego medio”, dice entre risas la cantante.
MEMORIA Y LABOR
Con los adultos mayores recopiló historias de Cataño como la cachispa de coco que usaban a manera de relleno para construir casas en el mangle o las festividades de la Virgen del Carmen, patrona de los pescadores. Con la bibliotecaria rescató las memorias del tren que transportaba caña para luego atravesar la bahía y llegar al Viejo San Juan. Y con los jóvenes descubrió quién era Juana Matos, la legendaria líder comunitaria de inicios del siglo XX que estableció un quiosco de comida en medio de un cañaveral para poder mantener a sus cinco hijos. El área lleva hoy su nombre, Barriada Juana Matos.
“Abrimos un espacio para compartir memorias del presente y del pasado y ya se han conectado personas de Guayama, de Aibonito, de Toa Baja”. |
“Había mucho interés de contar esas historias olvidadas y de recrear ese imaginario con música y teatro. Hay veces que nos sentábamos, ellos trabajaban las imágenes y yo hacía la curadoría de canalizarlas”, recuerda Román quien agradece la ayuda de la líder comunitaria de Puente Blanco, Wanda Figueroa.
Para la artista, en estos momentos en que “el tiempo no existe como lo conocemos”, debido a la cuarentena, presentar el proyecto de manera virtual le añade otra capa de significado.
“El proyecto entra en una fase que convoca a que sigamos armando una cartografía de esta isla caribeña desde la memoria, usando el cancionero de Cataño como columna vertebral. Abrimos un espacio para compartir memorias del presente y del pasado y ya se han conectado personas de Guayama, de Aibonito, de Toa Baja. En los episodios hacemos un momento musical, otro conversacional, ejercicios de visualización o de escritura creativa y lo que hago es estimularlos a establecer una relación con la memoria desde la palabra, activar ese cuento que tenemos todos”, describe las sesiones domingueras en tiempos de distanciamiento físico.
El enlace para acceder a los episodios a través de la plataforma Zoom es comunicado en las redes sociales del MAC -Facebook, Instagram y Twitter- bajo MuseoMACPR. Todos los episodios se transmitirán de forma fija los domingos a las 4:00 p.m.
Disfrútalos, rescata tus memorias y ¡a contar se ha dicho!
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