Parecería que su apertura fue ayer, pero el Museo de Arte de Puerto Rico ya celebra veinte años de labor.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


Fachada del Museo de Arte de Puerto Rico con la obra en tinta china, “Quien olvida su historia está
condenada a repetirla”, de Alexis Díaz. Foto / Juan del Pueblo

La misión es quijotesca. Inaugurar un museo de arte plástico en Puerto Rico cuesta superar cierto grado de desinterés general y poseer talento para estirar el peso. Convertirlo en la casa del arte puertorriqueño, crecer con sus artistas y la comunidad que lo hace su casa, además de mantenerlo a flote por veinte años es, sin duda, motivo de fiesta.

Ni la pandemia detendrá al Museo de Arte de Puerto Rico en la celebración de su vigésimo aniversario. Siguiendo el rigor de los tiempos pandémicos, abrió sus puertas para visitar de forma presencial y con cupo limitado sus nuevas exposiciones y ya está accesible en su portal un especial de aniversario con contenido variado que registra su trayectoria a lo largo de estas dos décadas de vida. El nuevo sitio de aniversario lo encuentras en esta dirección: mapr.org.

Con orgullo la institución afirma que ha presentado más de 100 exhibiciones y ha servido a más de dos millones de visitantes a través de su misión artística, educativa y social, incluido el Programa de la Integración de las Artes Visuales al Currículo Educativo que integra la Iniciativa Preescolar de nuestra Fundación Ángel Ramos.

A lo largo del sitio especial de aniversario encontrarás 20 micrositios que enumerarán aciertos o datos del MAPR en grupos de veinte: datos históricos, obras de la colección, exhibiciones visitantes, proyectos educativos, alianzas, premios y distinciones, proyectos de impacto comunitario, anécdotas del equipo del museo y hasta 20 aspiraciones porque el camino apenas comienza.

Los contenidos debutarán a lo largo del año, pero te adelantamos un dato. Esta obra, la Virgen de la Soledad de la Victoria, fue la primera pieza adquirida para conformar la colección del museo. En diciembre de 1996 fue comprada en la casa de subastas Christie’s en Nueva York y su regreso a la isla significó devolverle parte de su patrimonio. ¿Por qué? Porque es una obra del artista boricua José Campeche y Jordán, considerado el padre de la pintura puertorriqueña.


Virgen de la Soledad de la Victoria, obra José Campeche y Jordán. Foto / Suministrada

Entre el 1996 y el año 2000, cuando el edificio histórico fue reconstruido, comenzó a la cabeza del proyecto museológico Adlín Ríos Rigau. Luego le sucedieron en la dirección Carmen T. Ruiz de Fischler, Lourdes Ramos Rivas y, al momento, Marta Mabel Pérez.

“Con el sitio web queremos que los jóvenes conozcan la trayectoria del museo y que los más grandes puedan redescubrirlo o identificarse con alguna actividad que hayan disfrutado, desde las institucionales hasta eventos privados”, afirma Pérez, directora ejecutiva del MAPR.

CREATIVIDAD COMO ANTÍDOTO

El MAPR se sostiene a base de un modelo híbrido de auspicios públicos y privados. Membresías corporativas e individuales agregan socios. La mitad de su vida el museo ha vivido en una isla en crisis económica. La directora apunta a la reinvención continua de la institución, sus servicios y propósitos, como manera de mantener a flote este proyecto cultural.

“Eso se logra a través de una reevaluación constante de cuáles son las metas, estableciendo un plan de trabajo, estando atento a cómo se mueve la economía en Puerto Rico y en el mundo y listo para atender los eventos que llegan. Por ejemplo, la forma como atendí la crisis económica durante el huracán María no es el mismo modelo que estoy usando durante la pandemia. Son acercamientos diferentes basados en la necesidad y en las oportunidades que hay afuera. Hay que tener claras las oportunidades para establecer el plan de trabajo y así allegar los fondos, pero más que nada hay que ser empático con la comunidad y adaptarse a los cambios de manera rápida”, explica Pérez sobre el camino transitado.

La creatividad es un tesoro cuando de innovar en tiempos inciertos y cambiantes se trata. La directora es artista plástico y describe a su equipo de trabajo compuesto por 25 empleados como “altamente creativo”.

“El artista tiene que crear de la nada y yo uso mi creatividad todos los días para resolver, para crear, para viabilizar que mis colegas artistas puedan seguir exponiendo en el museo. La institución que no pueda hacer cambios rápidos para adaptarse a la realidad no podrá continuar. La creatividad es la base de esos cambios y de ese norte. Todas las directoras pasadas de este museo tuvieron esa creatividad, esa chispa y esa pasión que contagiaron a sus equipos”, destaca.

El museo ha servido a poblaciones variadas y no todas las visitas pueden compartirse con el público. Además de turistas locales e internacionales, reciben estudiantes de todas edades, investigadores y artistas, entre otros visitantes.

“Lo más importante es que estamos abiertos al público y que somos un lugar seguro para que las familias tengan un espacio de esparcimiento espiritual e intelectual luego de un confinamiento tan largo, por eso estamos de pie. Hay que aprender a vivir con el coronavirus”.

“El servicio a la comunidad es fundamental, es un producto que ha sido probado y comprobado desde la Iniciativa Preescolar que tenemos con la Fundación Ángel Ramos hasta las alianzas con el Departamento de Educación, con el Departamento de Corrección y Rehabilitación, con las organizaciones sin fines de lucro y los grupos que trabajan en comunidades de alto riesgo. Y la programación que tenemos para la comunidad general que quiere ver las obras o aprender a pintar, por ejemplo, es increíble”, propone.

No solo las obras de la colección, los artistas y los visitantes son considerados la espina dorsal del MAPR. Su departamento educativo también y ahora “lo llevaremos al próximo nivel”, resalta Pérez. Bajo el nombre de “Centro de innovación educativa”, este operará sobre tres pilares: creatividad (con residencias artísticas), investigación (para producir obra de arte en la sala de investigación y estudio) y arte y comunidad (programación escolar y familiar con talleres y cursos de arte). Se espera que el proyecto ya esté en función a fin de año.

ABIERTO DE NUEVO

En plena cuarentena, cuando leyeron la noticia de que el museo Metropolitan en Nueva York y el Louvre en París cerraron, se preocuparon. “Fue impactante, son instituciones con fondos dotales millonarios y tú te alarmas”, recuerda Pérez esos primeros meses de la cuarentena.

Trabajaron de forma remota reevaluando sus servicios al público, ingeniando cómo adaptarse a la crisis y planificando el nuevo futuro. Los empleados regresaron al museo el 16 de junio; no pudieron abrazarse, contrario al reencuentro post María.


Marta Mabel Pérez, artista y directora del Museo de Arte de Puerto Rico. Foto / Suministrada

“Abrir en pandemia es una ciencia”, resume la directora las múltiples consideraciones tomadas para asegurar el bienestar de empleados y visitantes. Ya hicieron los consabidos cambios en el flujo de personas por las salas, abrieron espacios (en la tienda se devolvieron 3,000 objetos para garantizar que el espacio cumpliera con el distanciamiento físico), adaptaron los estilos de trabajo y cuando se dominaron todos los cambios y se convirtió en una rutina normal, abrieron al público mediante reservaciones electrónicas y con cupo limitado. Los socios llegaron el 17 de julio.

“Lo más importante es que estamos abiertos al público y que somos un lugar seguro para que las familias tengan un espacio de esparcimiento espiritual e intelectual luego de un confinamiento tan largo, por eso estamos de pie. Hay que aprender a vivir con el coronavirus”, declara la directora.

“¿El logro que más me enorgullece?”, dice al escuchar la pregunta, “el servicio que damos a la comunidad y a nuestros artistas visuales. Si no lo hacemos, ¿cómo los artistas van a llevar su mensaje”.

Y si los artistas no crean, cómo tendremos nuevas versiones de nuestra historia viva. ¡Felices 20 MAPR?

Fotos / Suministradas

 

 

 

 

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