Por Roberto Santa María
Presidente Fundación Ángel Ramos



Roberto Santa María

Constantemente me pregunto ¿cómo podemos lograr que nuestra Filantropía tenga un mayor impacto? La respuesta está siempre en construcción, más aún en tiempos en los que vivimos desafíos sin precedentes. Sin embargo, en mi intento por responder, en estos días reflexionaba sobre la simpleza y, a la vez, la amplitud de su significado, “amor por la humanidad”, que no es otra cosa que esa tendencia a procurar el bien de las personas de manera desinteresada, incluso a costa del interés propio.

La Filantropía no es exclusiva de unos pocos, sino que está al alcance de cada uno de nosotros. Yo lo describo como un estado mental, algo que esta en nuestro sistema que impacta todo lo que hacemos en nuestro diario vivir y que, también, se desarrolla a través de experiencias adquiridas ayudando a los demás. Todos podemos contribuir, de una u otra forma, a crear una sociedad más solidaria, equitativa y próspera. Se hace filantropía con actitudes positivas y acciones dirigidas a mejorar nuestra calidad de vida y la de quienes nos rodean.

En el marco del Día Internacional de la Filantropía, aspiremos como ciudadanos a comprender cómo podemos llegar a una escala de impacto mayor. Visualicemos la Filantropía como un camino de doble vía y no como un mero traspaso entre quienes poseen y quienes carecen. Ahí es donde verdaderamente esta la oportunidad de nutrir nuestro sistema con estas experiencias que contribuyan a que seamos mejores seres humanos.

La situación actual acentúa las profundas divisiones socioeconómicas en nuestro país y en el mundo. Por lo tanto, nos toca co-construir y co-crear, conocer los diversos contextos a nuestro alrededor y definir cómo queremos aportar.

Nos sorprendió el COVID-19 como una catástrofe, siendo una pandemia nacional y mundial con múltiples consecuencias. Ante esta coyuntura, estoy convencido sobre el poder de la Filantropía para confrontar nuevos retos que apenas podemos dimensionar. La Filantropía no puede reemplazar los esfuerzos del gobierno, pero sí ofrece servicios esenciales y, a su vez, programas que promueven la creación de oportunidades para el crecimiento y desarrollo de nuestra gente.

Una vez más, las organizaciones sin fines de lucro han sabido apalancar esfuerzos y recursos para atender las necesidades de las comunidades más vulnerables. Su compromiso no se debilita, sino que se fortalece ante la adversidad.

Las instituciones filantrópicas reconocemos la increíble labor de estas instituciones y continuaremos teniendo presente nuestra capacidad de inversión social y los diferentes frentes que queremos apoyar. Pensemos en el presente, pero también en el mediano y largo plazo. El impacto del coronavirus es incierto, pero continuará abonando a aumentar la inequidad social.

Las fundaciones tenemos que seguir apoyando a organizaciones con la capacidad para responder a este tipo de crisis. Impulsemos proyectos que se trabajen en alianza con otros, pues los retos en este momento son tan grandes que hay que pensar, actuar y accionar en conjunto.
Nosotros, el sector filantrópico, sirvamos como puente en lo que los recursos gubernamentales llegan a donde deberían llegar. Es momento de ser influyentes y con algunas llamadas a veces se logra más que con una donación. Enfoquemos nuestra inversión social en iniciativas que sigan generando bienestar, aún cuando pase la pandemia.

En la Fundación Ángel Ramos creemos en una filantropía que propicia cambios en la situación social y económica de nuestros niños y jóvenes para que desarrollen el máximo de sus capacidades sin que se vean limitados por su entorno. Así que, desde nuestra Fundación nos corresponde también destinar recursos para proveer oportunidades a las nuevas generaciones, pues serán ellas quienes continuarán con la gestión filantrópica futura. Nuestra Filantropía crece contigo.


Publicado por El Nuevo Día

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