El Hogar Ruth, organización que recibe mujeres afectadas por la violencia familiar, abre su escuela estilo Montessori para atender a los niños y niñas en el albergue.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


Lisdel Flores Barger, directora de Hogar Ruth, durante el acto de apertura de la escuela
Mariposa Montessori. Foto / Javier del Valle

Del dicho al hecho hay un trecho. En este caso, el dicho empezó hace dos años con la afirmación: “queremos hacer un cuido, con algo más, para las mujeres en el albergue”. Se trabajó a lo largo del trecho con las fundaciones Wildflower y Ángel Ramos, y el hecho es que Hogar Ruth inauguró la pasada semana Mariposa Montessori, la primera escuela en la isla que ofrece servicios a las hijas e hijos de las participantes de este albergue para sobrevivientes de violencia doméstica.

“Empezamos las conversaciones en el 2019 porque teníamos una inquietud insistente en hacer algo más allá en el trabajo con los niños. Hacíamos un trabajo bien bonito, pero sentíamos que estábamos quedándonos cortos en los servicios para ellos. Soñábamos con un cuido-respiro para que las mujeres pudieran trabajar áreas especificas de sus situaciones porque en el albergue están 24 horas con los hijos”, explica Lisdel Flores Badger, directora ejecutiva de Hogar Ruth, organización ganadora del Premio Tina Hills en el 2019.

Como parte del Donativo especial en fortalecimiento organizacional de la Fundación Ángel Ramos, comenzaron a trabajar el plan estratégico de la iniciativa. Luego, dos sucesos elevaron el nivel del proyecto: ganaron el Premio Tina Hills, que les dotó con $150,000, y recibieron la llamada de la Fundación Wildflower, especializada en desarrollar micro escuelas bajo la filosofía Montessori en comunidades con desventaja económica y social. Así el sueño del “cuido con algo más” se convirtió en escuela.

“La realidad es que en el albergue recibimos más niños que mujeres”, dice Flores sobre la prole de las participantes que dejan atrás una vida de violencia familiar.

“Así que con esa llamada pudimos desarrollar un programa para niños más abarcador en el que podemos trabajar de manera efectiva la prevención, la violencia y el trauma al que han estado expuestos en sus hogares. Nosotros no teníamos idea de cómo hacerlo”, agrega Flores sobre la llamada de Fundación Wildflower, recibida un viernes luego de una semana “demasiado dura”.

La inversión fue de poco más de $200,000 para acondicionar el espacio y preparar dos maestras guías. “Wildflower nos dio los fondos del capital semilla, más lo que ganamos con el Premio Tina Hills, así pudimos completar esa primera parte”, detalla la directora ejecutiva.

La pandemia alteró los costos de construcción, lo que llevó a afectar las nóminas de las maestras, aseguradas en principio por dos años. “Llegó un momento en que tuvimos discrepancias y discutimos ‘¿queremos continuar?’, pero seguimos porque hay que confiar en el proceso y terminarlo. Vamos a hacer como lo pensamos, como lo soñamos que yo me encargo del resto; vamos a solicitar propuestas”, recuerda sbore la incertidumbre en un punto del camino.

NACE LA ESCUELA

Una antigua casa junto al albergue que hace año y medio había adquirido gracias a la asamblea municipal, fue obtenida mediante usufructo y ahora Hogar Ruth la posee oficialmente. Ahí ubicaba el gimnasio y el salón de belleza de las participantes y ahora el espacio se rehabilitó para la escuela.

En su proyecto piloto, Mariposa Montessori atenderá niños de seis meses a 6 años de las participantes del albergue o de las que reciben servicios ambulatorios. Seis estudiantes comenzaron ahora en marzo y poco a poco se integrarán otros, luego de que culminen procesos de cuarentena al llegar a la sede de Hogar Ruth.

“Los del albergue entran de manera paulatina, por ejemplo, la familia llegó hoy, la maestra se reúne con la coordinadora de servicio y con la trabajadora social e identifica las necesidades del niño. Pensábamos hacer el proyecto más expansivo en edades, pero nos dimos cuenta de que es riesgoso con mayores de seis años porque luego regresarán a escuelas no adaptadas a la filosofía Montessori y puede haber un choque”.

“… la idea es que esto siga operando y que más niños con las vidas trastocadas por la violencia en el interior de sus hogares puedan recibir los servicios Montessori”.

Flores destaca el impacto positivo que la corriente Montessori -que aplaude la cultura de paz, de respeto e igualdad- puede tener en un pequeño al trabajar sus traumas. “Podemos darle en un ambiente pacífico todas las herramientas para que se vaya de aquí con esas destrezas, con ese enfoque de esperanza y de poder darle otro color a su futuro”, celebra la directora.

Por algo la escuela se llama mariposa, animal usado en el hogar para simbolizar el proceso de renacimiento de sus participantes. “La mariposa es hermosa, pero pasa por un proceso que no es tan bonito para llegar a esa hermosura”.

La plantilla está compuesta por dos maestras guías, una asistente Montessori, y otra encargada del After School Program.

Para seguir integrando los demás niños necesito una plantilla de nueve empleadas y eso es bien costoso. Pero vamos a seguir luchando porque la idea es que esto siga operando y que más niños con las vidas trastocadas por la violencia en el interior de sus hogares puedan recibir los servicios Montessori”.

La directora reconoce que a veces llora de alegría al ver el resultado, tras la incertidumbre de los terremotos y en plena pandemia.

“Somos el primer albergue en Puerto Rico y fuera con este proyecto, siento que dimos un jonrón, que trascendimos totalmente en la prestación de servicios porque estamos dando oportunidad y esperanza. Los niños están recibiendo una educación de calidad a la que poblaciones vulnerables no tienen acceso por los costos y cuando ves el espacio tan lindo, tan bien pensado y con tantos detalles llenos de significado dices ‘wao, nos pasamos’. Yo apuesto a que más organizaciones puedan hacer esto”, cuenta orgullosa.

Fotos y vídeo: Javier Del Valle

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