Las audiciones que gestiona la organización MET Ópera en Puerto Rico permiten a prometedoras voces boricuas comenzar su camino en el mundo profesional del Bel canto.
Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé
Una oportunidad de ser escuchados, solo eso necesitan muchos cantantes del género clásico en nuestra isla y la organización Metropolitan Opera National Council, Distrito de Puerto Rico - también conocida como MET Ópera en Puerto Rico- se ocupa de lograrlo desde el 1974. Ese año se fundó con el objetivo de estimular la profesión del canto en Puerto Rico y propiciar que cantantes y estudiantes puedan competir en el foro internacional.
Cada año gestionan que cantantes líricos boricuas participen de la competencia Metropolitan Opera National Council, que tiene lugar en 51 distritos en Estados Unidos y 12 regiones. Tres jueces -en su mayoría profesores de canto- componen el panel en cada distrito. Los ganadores en las diversas audiciones pasan a la semifinal en sus respectivos distritos y, de ahí, diez voces privilegiadas acuden a la final que tiene lugar en la importante casa de ópera neoyorquina, Metropolitan.
En todas etapas del proceso, compañías de ópera, profesores, músicos, agentes y productores, entre otros personajes del entorno operático, tienen la oportunidad de escuchar las nuevas voces, lo que maximiza las oportunidades de los aspirantes. Los cantantes que ganan las audiciones en Puerto Rico, pasan a la semifinal en Nueva Orleans, Luisiana.
“La primera vez que Puerto Rico participó en las audiciones de esta competencia fue en el 1975 y la soprano Margarita Castro Alberty lo ganó todo: aquí, en Nueva Orleans y en Nueva York. Eso le abrió las puertas increíblemente en su carrera. Este es un concurso muy prestigioso”, explica Ada Sofía Esteves, presidenta desde el 2007 de la organización que su padre, Alberto Esteves Marques, fundó y cuya junta presidió por 17 años, para luego ser sustituido por Gloria Rodríguez.
Si revisas la lista de ganadores de la competencia en Puerto Rico encuentras importantes nombres como las sopranos Ana María Martínez (1993), Hilda Ramos (1996), Yalí-Marie Williams (2001) o los tenores Rafael Dávila (1996) y Joel Prieto (2005), entre muchos otros.
“Algunos de ellos ganaron en Puerto Rico y en Luisiana, pero no en Nueva York. Sin embargo, tienen carreras bien buenas; en cada etapa del camino hay gente que te va a estar escuchando. Este es un programa con muchas vertientes en las que ellos pueden tener más salidas”, señala Esteves.
La lista de cantantes líricos egresados de la competencia que se mantienen activos, sigue. Por ejemplo, la soprano Meechot Marrero ganó en Luisiana en el 2013 y pasó a ingresar la compañía Ópera de Berlín. En el caso de la soprano Larisa Martínez, venció la competencia en Puerto Rico en el 2017 y de ahí fue contactada por el maestro Kamal Khan para unirse a la parte del oeste de Estados Unidos de la gira del cantante italiano Andrea Bocelli, con quien canta a dúo.
“Hay que sacarlos de aquí para impulsar la carrera, ese es el norte siempre para que se le abran nuevas puertas”. |
“A lo mejor no lograste ganar como querías, pero alguien afuera te escuchó y se abre otra puerta. Es maravilloso. Tener talento no es suficiente si no tienes quién te escuche cantar. Ese es nuestro norte, ayudarlos a llegar bien preparados a Luisiana y conseguir que alguien los escuche”, añade Esteves.
Solo en el 2018 se interrumpió en la isla la celebración de las audiciones, debido al huracán María que afectó la isla el año anterior. El COVID-19 alteró el circuito de audiciones en el 2020, pero se realizaron de modo virtual. Aquí utilizaron la Sala Anthony Soto del Conservatorio de Música y, solo con la presencia de los padres de cada cantante, realizaron las audiciones que fueron evaluadas de forma remoto por los jueces. “La meta de este año es retomar las audiciones presenciales, todo el mundo apunta a hacerlo de esa forma esta vez”, indica.
Abrirle la ventana a cantantes líricos de la isla con miras a construir su futuro en el arte sigue siendo el interés principal de esta organización.
“Una de las cosas que más le preocupaba a mi Papá y a las personas vinculadas con las artes es que tenemos un problema de distanciamiento físicio y de profesorado por ser una isla. Un estudiante en Nueva York se monta en un tren, va a Filadelfia, entrena y regresa a su casa. Aquí hay cuestiones de dinero y de distancia que hacen que el entrenamiento sea más costoso y complicado”.
“Hacemos un esfuerzo de darles la visibilidad y la ayuda para que alguien los escuche, los vea y se interese. Hay que sacarlos de aquí para impulsar la carrera, ese es el norte siempre para que se le abran nuevas puertas”, culmina Esteves.