Qué hacen, cuáles son sus metas inmediatas y qué las inspira son algunas de las respuestas que ofrecen directivos de las organizaciones sin fines de lucro finalistas al Premio Tina Hills 2021. Conoce a la Fundación Alas a la Mujer.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé

Si algo le queda bien claro al equipo de trabajo de la Fundación Alas a la Mujer es que cuando una participante llama en busca de ayuda, dejó atrás largas horas de análisis, de dudas y, más que nada, tiene miedo.

“Nosotras sabemos que esa llamada pudo haber tomado mucho tiempo de ponderación”, indica Suzette Álvarez Soto, trabajadora social y coordinadora de programas en el Centro Alas San Juan.  “Así que tenemos en cuenta la persona, que se sienta en seguridad, respetada, escuchada y validada”.

De esa forma, inicia un proceso de acompañamiento psicosocial con los especialistas de la Fundación Alas a la Mujer, una organización sin fines de lucro que atiende a mujeres sobrevivientes de algún tipo de violencia de género ya sea violencia doméstica, agresión sexual, acecho, trata humana o violencia en cita. La protección de la participante y la de sus hijos es vital.

“Para nosotras es un honor ser finalista y yo tengo que decir soy joven en la Fundación Alas a la Mujer, pero honra tanto el trabajo de todas las que antes que yo pudieron estar aquí. Me siento honrada de estar en un trabajo donde hemos crecido y todavía podemos crecer más. Yo creo que es un logro y que la Fundación Ángel Ramos lo vea nos mueve a seguir haciendo lo que hacemos cada día”.

“En el estado de emergencia que vivimos, hacemos una evaluación de seguridad con esa participante, realizamos un plan de escape -muchas veces la hemos acompañado a ejecutarlo-, y coordinamos si es necesario alguna vivienda, servicio o espacio para que estén seguras”, sostiene Álvarez.

La coordinadora añade que procuran que, si las participantes “necesitan, requieren y es su deseo tener una orden de protección, lo puedan hacer acompañadas”. “Ese acompañamiento es importante en el tribunal porque es revictimizante, tienes que enfrentarte a la persona agresora, entrar en un espacio que de por sí es intimidante, así que para nosotras estar en esos procesos de la mano con ellas es importante para proveer un apoyo emocional, pero también para que sepan qué es lo que están haciendo, qué repercusión tiene. Cualquier falla puede ser una razón para quitarse, lo sabemos y eso puede implicar mucha más inseguridad para ellas y sus hijos y terminan lamentablemente en una situación a la que no queremos llegar que es perder la vida”, advierte.


Representantes de la Fundación Ángel Ramos -a la izquierda Roberto Santa María y Laura López
y a la extrema derecha María Jaunarena y Diego Suárez Matienzo, junto al equipo de
Fundación Alas a la Mujer. Foto / José Pérez

Esos son algunos de los servicios que ofrecen ahora, pero hace quince años -cuando iniciaron- era distinto.

“La historia de la Fundación es bien interesante porque en principio era una organización filantrópica que solamente brindaba donativos a mujeres sobrevivientes o jefas de familia por alguna situación de emergencia; para salir del país, para cambiar de hogar, y a través de esos fondos se apoyaba la gesta de otras organizaciones que brindaban servicios de apoyo psicosocial. Ya hace varios años nosotras sí brindamos servicios a la comunidad y tenemos una gran diversidad; la verdad es que hemos crecido muchísimo”, reflexiona.

Además del Centro Alas San Juan cuentan con uno en Utuado, en Adjuntas, ofrecen servicios sociales en Lares y Jayuya y de intercesoría y representación legal en los tribunales de Aguadilla, Ponce y Mayagüez.

“Uno de los intereses de la Fundación ha sido descentralizar los servicios, sabemos que hay muchos en el área metro, pero no hay tantos para las mujeres de la montaña”, indica sobre los servicios de salud física y emocional que ofrecen – o que refieren a organizaciones aliadas- para que una participante pueda comenzar una vida distinta.

LA VIOLENCIA SE DETIENE

Apática a definir el problema con el término “ciclo de violencia”, la especialista luce confiada en que se puede detener.


Ana Laura Vélez Vega y Suzette Álvarez, de Fundación Alas a la Mujer, y Yarelies Pagán,
oficial de programas de FAR. Foto / José Pérez

“Prefiero hablar con esperanza, decir que hay unas situaciones que trascienden, que son estructurales, sistémicas, no solamente de la pareja, así que claro que se puede detener con educación, con prevención, con recursos alineados a esas necesidades que nosotros en quince años de experiencia hemos visto que son los recursos más necesarios para poder transformar y construir otras vidas”, menciona.

Detecta “mucha incomprensión de las situaciones reales que sobreviven las mujeres en sus familias” en los casos de violencia de género, a veces por considerarlo “un asunto personal, pero lo personal es un asunto político”.

“Esto tiene una estructura patriarcal que existe antes que nosotros llegáramos aquí, así que esa transformación si bien la podemos hacer individualmente con nuestras sobrevivientes requiere la transformación de la estructura y para eso nosotras también tenemos los esfuerzos de educación y de prevención en la comunidad, de reclamar una perspectiva de género porque creemos que con la educación hacia la equidad es que podemos construir una cultura de paz”, indica y agrega que integrarán a los menores en los servicios de apoyo que reciben sus madres.


Diego Suárez Matienzo entrega la distinción de finalistas del Premio Tina Hills 2021
a Sonia Flores y Suzette Álvarez, fundadora y trabajadora social, respectivamente,
de Fundación Alas a la Mujer. Foto / José Pérez

La construcción de una Casa de Acogida en la zona central montañosa de la isla, así como la inauguración del Centro Alas virtual, diseñado a raíz de la pandemia para continuar con los servicios de acompañamiento y apoyo, son objetivos alcanzables.

“Las mujeres tenemos mucho poder para transformar y la resistencia de nuestras sobrevivientes es mucho mayor al impacto negativo. De ahí vamos a seguir construyendo vidas, aspirando, soñando y nosotras lo hacemos de la mano de nuestras sobrevivientes y participantes que son el motor nuestro”. 

Las sobrevivientes de este tipo de violencia no son homogéneas, pero esa participante que ya está lista para buscar ayuda da el paso cuando siente que “creyeron en ella” y “no la pusieron en juicio”. 

“Tratamos de ofrecer un servicio que no sea simplemente por darlo, sino porque nuestras participantes encuentren espacios seguros donde sus experiencias sean validadas, donde todo lo que ellas traen a la mesa sea tomado en cuenta. Cuando una de nuestras participantes entra en ese momento de ejercer su ciudadanía reconociendo que es portadora de derechos, que ella es importante, yo creo que ahí ya está lista”.

En ese momento, el futuro luce brillante.

TRANSFORMACIÓN

  • Hace 15 años, Sonia Flores comenzó a apoyar con donaciones filantrópicas a sobrevivientes de violencia de género.
  • Junto a integrantes que aún permanecen en el equipo, inauguraron un centro de ayuda que abonaba los esfuerzos de organizaciones feministas que trabajaban con dichas víctimas.
  • Se formalizan como una organización de servicios y comienzan a ofrecerlos en las montañas de la isla, donde suele haber pocos recursos de este tipo.
  • Desde entonces ofrecen orientación legal, apoyo terapéutico individual y grupal, así como donativos para viabilizar la seguridad económica de las participantes y sus hijos de modo que puedan disfrutar de una vida diferente.
  • Escuchar a sus participantes es la guía para determinar nuevas rutas a seguir y servicios que brindar.
  • Mediante fondos estatales, federales, esfuerzos de recaudación y aliados estratégicos mantienen activa la organización.
  • Privilegian los servicios de educación y prevención en poblaciones jóvenes.
  • Aspiran a establecer una Casa de Acogida en la montaña, que se una a los siete albergues para sobrevivientes de violencia de género activos en el país.
  • El nuevo Centro Alas Virtual facilitará la continuidad de servicios.

Fotos / José Pérez

Vídeo / Juan Carlos Álvarez Lara

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