Durante siete años, el comedor social comunitario de la Universidad del Sagrado Corazón ha servido más de 33 mil platos de comida caliente gratuita a alumnos que no podrían pagarlos.
Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé
“Mira, ¿puedo cocinar?”, preguntó el joven Héctor L. Ramos, cuando en su primer año en la Universidad del Sagrado Corazón (USC) se acercó al Programa CoMesa, atraído por las largas filas para recibir un plato de comida caliente y compañía en la mesa.
Falta que hacía su ayuda porque el proyecto de comedor social comunitario -que elevó las posibilidades del trabajo voluntario y pastoral en la universidad santurcina-, necesitaba más manos para cocinar las comidas calientes que regalarían a estudiantes sin recursos económicos. Su lema “nadie debería elegir entre comer y estudiar”, define la preocupación del programa desde el 2015 ante la inseguridad alimentaria que vivían estudiantes de la institución y no deja en suspenso lo que sucedió después: combatieron el problema con iniciativas dentro y fuera del recinto.
Hoy se cumplen siete años del comienzo de CoMesa, que ha logrado servir 33,039 platos de comida caliente libre de costo a estudiantes, así como también ha distribuido compras entre vecinos necesitados en la zona. Para celebrarlo, inauguraron su nuevo espacio en la universidad, habilitado para servir mejor a su población, en un acto que tuvo lugar el pasado 1 de marzo.
“En mi primer año me dijeron ‘por allá por Pastoral te regalan almuerzo’; comí, fregué y me fui”, recuerda Alexandra Acosta Vilanova su año prepa en el 2018. La joven continúa vinculada al proyecto que además saciaba, según afirma, “la nostalgia” por compartir con otras personas durante el periodo de ajuste a la vida universitaria.
Para los sagradeños y sagradeñas que han aprovechado los ofrecimientos de CoMesa, no resulta extraño escuchar en la cocina “la salsa y el merengazo” mientras preparan comidas Ivelisse Liceaga Báez o estudiantes como Jeremy Brian García o Héctor L. Ramos entre otros, la “meriendita para más tarde” que les ofrecen y, más que nada, la oportunidad de comer juntos.
Justo ese junte celebró el presidente de la USC, Gilberto Marxuach Torrós, utilizando el relato cristiano de los discípulos de Emaus, que reconocieron a Jesús al partir el pan. “Cuando pienso en CoMesa pienso en ese relato”, señaló Marxuach, “Dios está entre nosotros”.
HERENCIA DE COMESA
Edwin Figueroa Narváez, gerente senior del Centro Sofía, organismo de pastoral universitaria de la USC, destacó que “CoMesa le precedió en años, en luchas y en experiencias a Centro Sofía”. “Nuestro liderazgo solidario se ensayó en CoMesa”, dijo Figueroa y luego exhortó a que “la mesa compartida” siga ocurriendo “en este espacio renovado”.
La Hermana Madeline Ortiz Rivera, decana de Asuntos Estudiantiles, recordó los inicios de “uno de los proyectos estudiantiles más importantes de nuestra universidad”, luego de que profesores y empleados alertarán que algunos alumnos llegaban sin comer a las clases, incapaces de comprar sus alimentos. El problema se validó mediante un estudio realizado en el 2014 por Eric Carrión Rivera.
“CoMesa nace en una esquinita de la Pastoral Universitaria donde estudiantes y empleados se congregaban alrededor del microondas a compartir el pan”, recuerda la Hermana Madeline.
Con apoyo de entidades como el Banco de Alimentos, que insertó a CoMesa en su convocatoria de “Hambre Cero”, Plaza Provisión y la Fundación Ángel Ramos, Antiguas Alumnas del Sagrado Corazón, Religiosas del Sagrado Corazón, AmeriCorps Vista, Aceleradora PIVOT, The Change Maker Foundation y de la comunidad universitaria que preguntaba ‘¿qué te traigo?’, fueron añadiendo equipo, espacios y, en próximas fases, mobiliario. De igual manera recibieron subvención para el huerto institucional en el que ya trabajan frente a las residencias de estudiantes, con miras a cosechar sus productos.
“ME LLEGÓ AL CORAZÓN”
Iris Núñez Tolentino y Héctor Ramos son los coordinadores actuales del proyecto. Núñez recuerda que cuando llegó en el 2016, sirvieron 3,383 platos de comida caliente. “Esa dinámica me llegó al corazón y empecé a hacer mi voluntariado en la universidad”, resalta la coordinadora quien menciona también el apoyo de Juan José Rivera y de Myrna Vega.
Por su parte Ramos, quien era estudiante cuando se relacionó con CoMesa, se acercó a cocinar “buscando dónde poder aportar y ser parte”. Fue el creador de los “Jueves de Pasta” que se mantienen en el menú y lo más que atesora de su labor es propiciar “que se dé espacio para el encuentro”.
Pero en el 2020 tuvieron que variar la definición de unirse debido a la pandemia por COVID-19 y lo hicieron repartiendo 200 compras entre la comunidad universitaria y en la comunidad aledaña gracias a alianzas con líderes de dichas zonas. Además, ofrecieron talleres virtuales de alimentación y compartieron recetas. En siete años, 210 voluntarios se han integrado de forma recurrente a la iniciativa.
Ahora abren las puertas de un espacio nuevo que aspira retomar la tradición de ser lugar de comunión.
“CoMesa me dio la oportunidad de tener una preocupación menos y de crear amistades nuevas que perdurarán toda la vida. Llegar aquí te cambia el día completamente”. |
Yarimar Tardi, estudiante de cuarto año, compartió su experiencia en CoMesa, que definió como un “acto de amor”. “En mi caso fue un gran alivio porque en mi casa había una situación difícil. CoMesa me dio la oportunidad de tener una preocupación menos y de crear amistades nuevas que perdurarán toda la vida. Llegar aquí te cambia el día completamente”, aseguró.
Tras la ayuda recibida, Tardi ya se percibe como agente de cambio. Eso sucede en CoMesa, se despierta el hambre por servir a otros.
Fotos / Javier del Valle