Las promotoras comunitarias del Centro Paz para Ti de Adjuntas viabilizan oportunidades de cambio en sus aisladas comunidades.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


Edith Ortiz

Cuando escuchas hablar a las promotoras comunitarias del Centro Paz para ti en Adjuntas, te queda la sensación de que las comunidades de dicho pueblo rural se han acostumbrado a vivir aisladas y sin acceso a servicios básicos como agua potable, energía eléctrica o transportación, por prolongados periodos de tiempo.

Las carencias las conocen de primera mano porque Milagros Vargas Pagán, Jesenia Vega Pagán, Omayra Olán, Annie Pérez y Edith Ortiz viven en las comunidades que sirven y alcanzan otras.


Milagros Vargas Pagán

“Yo trabajo en la comunidad Juan González y Pueblo y la mayor preocupación de las mujeres y de todo el grupo que encontramos en ese sector es la transportación, el agua potable y la luz, debido a que muchas personas todavía no cuentan con servicio de luz y esa comunidad solamente se nutre de pozos y cisternas de agua, nunca ha tenido agua potable”, sostiene Milagros.

En el barrio Portugués, ubicado entre Ponce y Adjuntas, vive Jesenia quien define su comunidad como “aislada”. A los problemas mencionados por su compañera añade el reto de educar a los residentes.


Omayra Olán

“Muchas personas ni siquiera tienen su cuarto año, hay muchas madres solteras con múltiples muchachos”, dice y agrega que el carro público que transitaba por la antigua carretera 10 descontinuó la ruta.

“Trato de ir a los lugares que más hay necesidad, donde sean personas mayores o mujeres, a llevarles ropa. Junto a mis compañeras siempre estamos compartiendo pampers, toallas sanitarias o comida para llegar al más necesitado”, agrega Jesenia.

Omayra pertenece a la comunidad Tanamá Majagual, donde en la mañana de nuestra entrevista se reportaron fuertes vientos y lo siguiente fue la pérdida de energía eléctrica. 


Annie Pérez

“En la labor que nosotras realizamos con las mujeres he encontrado que existe mucho temor de hablar de sus situaciones personales; si están pasando por alguna situación, ellas lo disimulan muy bien y se nos hace un poquito difícil. Nosotras tenemos que ir poco a poco para tratar de ganarnos la confianza de cada una de estas mujeres, para que ellas nos cuenten sus historias porque son buenas”, describe Omayra. 

Hace un año comenzaron a capacitarse con talleres para manejar situaciones y canalizar ayudas, entre otros servicios, y desde entonces las interacciones comunitarias reflejan mayor asertividad.


Jesenia Vega Pagán

“Ha sido una experiencia muy buena, enriquecedora, porque nosotras hemos tenido que desaprender y aprender. Debemos tener mucha empatía con esas mujeres porque ellas pasan muchas situaciones y más aquí en la montaña; los servicios esenciales ya son un problema, añádele tener una situación familiar, por ejemplo, vivir violencia. Ya eso es mucha carga para las mujeres y nosotras nos estamos capacitando para buscar que salgan, para que se sientan que no están solas, que hay un grupo aquí de mujeres para darle a ellas estas herramientas para que salgan de ese ciclo”, añade Omayra.

 

El sector Ballajá Annie lo describe como una comunidad familiar “con muchas familias de edad avanzada y personas encamadas”.

“Como mis compañeras, trato de ayudar. Como promotora comunitaria en violencia doméstica y agresión sexual se hace bien difícil hablar de estas situaciones y sobre todo bregar la situación porque a veces no quieren que hagas nada. Tú le das opciones y ellas tienen ese miedo que no las deja tirar un pie adelante, pero nosotras no nos quitamos, seguimos ahí porque tenemos que acabar con esto de la violencia”, enfatiza Ani.

ROSTROS CONOCIDOS

La cercanía de las promotoras con los integrantes de la comunidad ayuda a que les confíen sus dilemas o reciban las ayudas que canalizan.

“Muchas personas, cuando te ven llegar, entonces tienen un alivio, dicen ‘mira, llegó fulana que nunca se detiene y siempre está buscando y por lo menos trae algo’”, dice Milagros quien lo mismo ayuda con el despacho de medicamentos recetados que con visitas al supermercado o mitiga la falta de útiles y alimentos.

“Mi sueño sería que en Adjuntas existan albergues,
y yo creo que el de mis compañeras también”.

“Ahora uno tiene más información y sabe por dónde podemos educar. Podemos buscar tips para poder llegar donde estas mujeres, para que se puedan abrir y compartir la historia y tener una manera de ayudarlas y empoderarlas”, menciona Jesenia e insiste que, como sobreviviente de violencia doméstica, sabe que las víctimas deben sentirse acompañadas y valoradas.

La promotora comunitaria asegura que la labor del Centro Paz para Ti puede crecer según alleguen más fondos económicos.

“Mi sueño sería que en Adjuntas existan albergues, y yo creo que el de mis compañeras también, porque si ahora mismo a mí me llama una mujer a las tres de la mañana y me dice ‘me pasó algo’, me gustaría tener algo de emergencia donde yo pueda decirle ‘aquí puedes estar segura’”, indica Jesenia.

Aprender nuevos oficios y prácticas, redescubrirse y valorarse, lograr independencia emocional y económica son pasos vitales para romper ciclos de violencia de género. Las promotoras comunitarias lo han comprobado. “¿Hasta dónde puede llegar una mujer si tiene las herramientas apropiadas? No hay límites”, manifiesta Jesenia positiva y esperanzada.

 

Fotos y vídeo: Javier del Valle

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