Las restricciones para evitar contagios con COVID-19 se relajan y el país redefine su forma de vida y trabajo con un virus que no tiene intenciones de desaparecer. ¿Cómo lo hace el tercer sector?

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


Sor Faustina Rodríguez Vargas junto al equipo de colaboradores y participantes
de Centro Ferrán. Foto / Facebook

Pregúntale a cualquier boricua y te enumerará con orgullo sus planes de contingencia establecidos para eventos catastróficos a escoger: huracanes, terremotos y pandemia. Luego de lo vivido en los últimos cinco años aprendimos a prepararnos con tiempo, pero en el caso de la pandemia por COVID-19 los protocolos siguen cambiantes, puesto que con el virus seguiremos viviendo.

Al igual que el sector público y el privado, las organizaciones sin fines de lucro han debido rehacer nuevamente sus protocolos de trabajo para ingeniar modos que les permitan seguir siriviendo a sus participantes y comunidades. Dos años después del cierre total en marzo de 2020, ha pasado tiempo suficiente para saber cuáles procesos funcionan y cuáles deben descartarse.   


El centro Ferrán continúa sirviendo a la comunidad. Foto / Facebook

“Nosotros empezamos a abrir al público en noviembre de 2020 y con horario especial. Los empleados se mantuvieron en trabajo híbrido. El museo es bastante grande y somos pocos empleados así que, en términos del espacio, no nos sentíamos en riesgo. Siempre mantuvimos el protocolo estricto, especialmente el uso de la mascarilla que todavía es requerida. El público empezó a llegar poco a poco y fuimos añadiendo días al horario para visitas. Ahora todos los empleados estamos trabajando de forma presencial”, explica María Ángela López Vilella, directora del Museo de Las Américas, ubicado en el segundo piso del Cuartel de Ballajá, en el Viejo San Juan.

Los turistas llegaron primero y luego los estudiantes, cuando las escuelas retomaron la educación presencial. “Ya estamos recibiendo más grupos escolares y hemos notado un incremento en el turismo sanjuanero, que es el que nosotros recibimos porque somos una de las opciones de visita en la isleta. Con los empleados ya tenemos el horario que teníamos antes de la pandemia”, explica López.


El cambio en el horario de las tutorías permite mayor atención individualizada
a los estudiantes. Foto / Facebook

No han experimentado contagios con el virus entre los empleados, pero a la directora no le preocupa que alguna cuarentena afecte el funcionamiento del museo, ya que el inicio de la pandemia les sirvió de “simulacro”. Si la salud lo permite, pueden trabajar de forma remota.

“Ya un contagio no es una cosa de espanto y de salir corriendo, todo el mundo sabe lo que tiene que hacer. Aún así, seguimos cuidándonos”, señala.

“Creo que ahora estamos más fortalecidos como institución porque añadimos un protocolo que no teníamos para este tipo de emergencia porque nunca habíamos pasado por una pandemia. Esa transición de trasladar toda nuestra programación y hasta los talleres al mundo cibernético ha sido una forma de crecimiento increíble y apresurada. Teníamos varios programas empezados en esa dirección, pero la pandemia nos obligó a ir de manera más rápida. En el tercer sector somos muy creativos y eso nos ayuda a sobrellevar la pandemia”, menciona la directora y destaca la acertada aportación a la salud mental de la población realizada por el circuito cultural durante el confinamiento.

Las comunidades tuvieron otra oportunidad de comprobar que “el tercer sector es resiliente y siempre está ahí”, dice López.

NUEVOS ALIADOS


El regreso a clases presenciales trajo de vuelta los estudiantes al Museo
de las Américas. Foto / Facebook

El Centro de Servicios Ferrán, situado en la comunidad con igual nombre en Ponce, atiende mensualmente unos 300 participantes para brindarles servicios de trabajo social, sicológico, tutorías, talleres y servicios de biblioteca. Hace más de cinco décadas es manejado por las Hermanas Dominicas de Fátima.

“El COVID-19 nos cambió la rutina drásticamente”, dice Sor Faustina Rodríguez Vargas, directora del Centro.

“Como todo el mundo empezamos a ofrecer los servicios de forma virtual y luego en días alternos para mantener el distanciamiento físico. En principio tuvimos la locura en que se volvió todo porque se limitaba la cantidad de participantes que podíamos atender por hora, pero lo positivo podría ser que ahora con los horarios estamos más tranquilos, aunque nosotros aquí siempre estamos aquí corriendo”.

Como ejemplo menciona los servicios de tutorías. “Al ponerlos por hora hay más trabajo especializado porque si antes se tomaban cien nenes, pues era más difícil para el maestro darle el tiempo y el servicio especializado que necesitaba. Al estar por día y por hora ahora los maestros pueden tener mejor relación con ellos, ofrecer un servicio mejor”, explica Sor Faustina.

“Ya nos acostumbramos a que si llama alguien a decir que se enfermó hay que hacernos la prueba, tenemos que desinfectar y seguimos trabajando aunque el otro no esté”.

El primer año no vivieron ningún contagio entre los empleados, pero este semestre “ha sido bien fuerte”. “Han salido con COVID-19 los empleados, gracias a Dios las monjitas no y yo digo que estamos inmunes porque con tanta gente que viene aquí. La buena limpieza que se hace aquí ayuda mucho. Ya nos acostumbramos a que si llama alguien a decir que se enfermó hay que hacernos la prueba, tenemos que desinfectar y seguimos trabajando aunque el otro no esté. De los niños y las participantes de los talleres no han salido muchos con COVID. El reto más grande con el protocolo son los adultos porque los niños se acostumbran más fácil, ellos mismos se desinfectan las manos con alcohol”, agrega.

La directora del Centro Ferrán opina que el público “no está aceptando esto de que el COVID-19 se va a quedar”. “Llevamos dos años con esto, hemos educado bastante, y todavía hay gente que no quiere echarse alcohol en las manos o entran sin mascarilla y hay que recordársela”.


La exhibición "Transiciones en el tiempo", del artista ecuatoriano Olmedo Quimbita,
está abierta al público en el Museo de Las Américas. Foto / Facebook

Los trabajos del Centro no se han limitado y otras puertas se han abierto para conocer nuevos socios filantrópicos. “Por ejemplo el Programa Mano Amiga, de la Fundación Plaza del Caribe, nos ayudó con un proyecto para repartir alcohol y desinfectante de manos, Fondos Unidos nos ayudó a impactar sectores y comunidades que hace años el Centro no visitaba como Los Chinos o El Tamarindo”, dice.

El Centro Ferrán es un vecino más en la comunidad. “Estamos aquí pa’lante y seguimos dando nuestros servicios y reiventándonos también para seguir ayudando a las comunidades”, proclama entusiasmada Sor Faustina.

Sigue la obra del Museo de Las Américas y del Centro de Servicios Ferrán en Facebook bajo Museo de Las Américas y Centro de Servicios Ferrán y Punta Diamante.

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