La organización apoya la educación de poblaciones infantiles, juveniles y adultas para que se relacionen saludablemente con la agricultura, al igual que propone nuevos modelos de vivienda.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


Ingeniera Laura García, desarrolladora del Programa de Bioconstrucción. Foto / Javier del Valle

La petición que la organización Plenitud PR recibió en el 2015 fue inesperada. Un maestro llamó al portón de entrada de su sede localizada en el barrio Alto Sano en Las Marías pidiendo ayuda; quería expandir su salón de clases fuera de las cuatro paredes tradicionales y crear un huerto en el patio de la escuela. Así nació el programa Crezco en Plenitud, con el que la organización ofrece educación holística para la niñez y juventud de la zona.

“Vengan a nuestras escuelas, necesitamos ayuda”, cuenta Paula Paoli Garrido, que le dijo el maestro de la escuela Raúl Ibarra de Maricao y, poco después, otra maestra de una escuela en Las Marías.

“Ellos tenían muchos niños con problemas de atención y querían tener un ambiente más conducente para que aprendieran. Entre un 20 y un 30% de la niñez que atendemos tienen problemas de diversidad funcional, se les hace difícil aprender en un salón de clases porque no hay recursos, no hay asistente de maestro con ellos y hay una terapeuta ocupacional para todas las escuelas. Ese maestro nos seguía por Facebook y empezamos la alianza”, cuenta Paoli.


Paula Paoli Garrido, cofundadora de Plenitud PR. Foto / Javier del Valle

De ahí comenzó también la relación con dos escuelas elementales más en Las Marías, en los barrios Consumo y Anones, y con una escuela superior en Añasco.

Plenitud PR ayudó en la creación de huertos en los planteles y comenzó a acudir una vez a la semana a brindar lecciones. Prepararon kits de aprendizaje de temas como agricultura, recolección de agua o alimentos saludables. Una vez por semestre, invitan a los estudiantes a la finca donde conocen prácticas de sustentabilidad, les muestran los procesos de agricultura, ayudan en la preparación de alimentos saludables que consumen y hasta reciben clases de bomba en el Centro Comunitario, una cancha abandonada que el municipio autorizó su renovación y uso por parte de la organización.

“Queremos exponerlos a la experiencia”, describe Paoli sobre la oportunidad de retomar el control de la agricultura y la calidad de los alimentos que se consumen, “aprenden a cultivar sus alimentos, practican el diseño del huerto hasta germinar la semilla, trasplantarla, cosechar y cocinar con los productos, lo que los lleva a abrir su paladar e incluir más vegetales en su dieta porque ellos lo cultivaron y lo están procesando”.


Vistazo al interior de Clementine, una de las áreas de siembra. Foto / Javier del Valle

Las lecciones son aprovechadas también por los maestros, quienes una vez al mes reciben talleres de agricultura ecológica, sobre autocuido y salud emocional. “Ellos están con los estudiantes 24/7 y nosotros solo una vez en semana, así que nuestra meta es que los maestros abracen estos principios de educación holística y usen el huerto otros días en sus clases”, señala.

Y las lecciones parecen no olvidarse. Paoli cuenta la historia de José, quien comenzó en el programa cuando estaba en segundo grado.

“José probó una batida de cúrcuma con guineo y leche dorada, y un veggie burguer. Cuando ya se graduaba de la escuela todavía recordaba lo que comió aquí y lo incorporó en su vida. Empezó a sembrar cúrcuma, su papá sembraba con químicos y él, que aprendía con los manuales de agroecología, lo convenció para que sembrara sin veneno y lo ayudamos a mercadear los productos”, comparte Paoli.

Uno de los programas técnicos que ofrecen comenzó el pasado enero y acabó en junio. Quince jóvenes acudieron todos los viernes a Plenitud PR a reforzar destrezas agrícolas que ahora van a replicar en sus comunidades. “Queremos hacer nuevas alianzas para hacer incubadoras y cuando esos participantes estén listos, empezar a apoyarlos en el emprendimiento para que tengan menos dolores de cabeza”, señala.

El proyecto de Agua Segura floreció luego del huracán María y permitió la instalación de 40 cisternas en Las Marías, gracias a una subvención de la Fundación Comunitaria de Puerto Rico. De igual manera, el Banco de Alimentos de Puerto Rico les ha ayudado a darle continuidad a la iniciativa “Amo a mi Abus”, mediante la cual reparten alimentos saludables a adultos mayores solos que les ayuden a mejorar su salud. Ésta comenzó durante la pandemia de COVID-19.

“El servicio es uno de los principios que más nos guía a servir a la comunidad y a empoderarla”, afirma Paoli.

Igual piensa Natalia Hernández Maldonado, graduada del programa de Agronegocios de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez, quien llegó a Plenitud PR para participar del Programa Agroecológico, El Josco Bravo.

“Quedé enamorada con el proyecto y decidí voluntariar; la realidad es que no he visto proyecto similar, me encanta trabajar aquí. Lo más bonito es levantarme todos los días y llegar a un espacio donde en comunidad trabajamos con la agricultura. De mis labores favoritas es aportar al material educativo, lo que le llevamos a la población, educarnos sobre la agricultura, sobre formas de cómo comer para llevar una dieta saludable y sana apoyando a lo local, y que lo que hacemos aquí es saludable, es bueno, es fresco”, sostiene Hernández.

LAS CASAS

La Finca de Plenitud PR también es una escuela de bioconstrucción con la que buscan presentar soluciones a la crisis de vivienda en el país.

A lo largo de 10 años, el Programa de Bioconstrucción de Plenitud PR se ha dedicado a instruir sobre el uso de técnicas y materiales ecológicos y resilientes. “A través de nuestro programa hemos llegado a entrenar alrededor de 500 personas en estas oportunidades. Hemos recibido todo tipo de personas, en los últimos años hemos hecho talleres e internados específicamente para arquitectes, ingenieres y profesionales en la industria de la construcción para seguir regando esta semilla de construcción sostenible, resiliente y, sobre todo, económicamente accesible. La técnica principal que utilizamos es el Súper Adobe”, explica Laura García, ingeniera civil y desarrolladora del programa de Bioconstrucción.

El Súper Adobe consiste en sacos rellenos de tierra con un poco de cemento. “Esta es una técnica que no solamente es económicamente accesible y fácil de aprender, sino que es sumamente segura y con un impacto ambiental mucho menor que la construcción convencional”, puntualiza García.

Con este método aspiran a entrenar a más de 30 personas anualmente, para que puedan construir “sus proyectos y sus hogares de una manera mucho más fácil y sencilla”.

Para información sobre los talleres que ofrece Plenitud PR accede su página https://es.plenitudpr.org o encuéntralos en Facebook como, PlenitudPR.

 

Fotos y vídeo: Javier del Valle

 

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