Conoce la labor de las organizaciones finalistas al Premio Tina Hills 2022
Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé
El amor llama y Plenitud PR respondió con iniciativas a la medida de la comunidad de la que ya son parte en el barrio Alto Sano en Las Marías. La organización sin fines de lucro comenzó a servir en el 2008 en Morovis y luego se mudó a una finca marieña de 15 cuerdas, donde enseñan técnicas de agricultura sustentable, entre otros proyectos educativos y sociales.
“Plenitud PR se enfoca en servicios, en comunidad y sustentabilidad. Nosotros damos talleres de lo que tiene que ver con sustentabilidad, con construcción ecológica y la bioconstrucción, la siembra de alimentos ecológicos y la recolección de agua de lluvia. También, tenemos otros servicios a los niños, a la juventud y a los ‘abus’ de la comunidad”, menciona Paula Paoli Garrido, quien junto a Owen Ingley comparten la dirección de la organización.
Su inicio estuvo marcado por el deseo de servir de un grupo de personas “determinadas a hacer algo para la comunidad” y para aprender de ella. “Fue un comienzo de sueños, no teníamos recursos ni dinero, pero sí el compromiso y el deseo de seguir y mantenernos juntos. Esto ha sido a base de muchas manos de voluntarios y voluntarias que nos han apoyado”, agrega Paoli.
Han evolucionado como organización, en parte gracias al aprendizaje que reciben en sus interacciones con la comunidad.
“Le servimos a una comunidad bien diversa. Este espacio es una finca escuela y recibimos personas de otros países, más Vieques y Culebra, que vienen a aprender y a compartir diferentes técnicas de sustentabilidad. En ese sentido servimos a una comunidad bien amplia y nuestra meta es servir (también) a la comunidad local. En Las Marías y Maricao servimos desde las personas mayores, hasta la niñez con el programa ‘Crezco en plenitud’ donde vamos a las escuelitas aliadas y ahí trabajamos con los niños desde kínder hasta cuarto año. Son personas con un corazón tan grande que nos han enseñado lo que es generosidad”, detalla Paoli.
De otra parte, Ingley subraya las características de los participantes infantiles. “Tenemos unos niños y unas niñas bien lindas y responden muy bien a nuestras actividades. Están buscando más contacto con la naturaleza. Tienen sueños y lo que necesitan muchas veces es un poco más de acompañamiento y de esperanza”, dice el codirector.
El distanciamiento social que provocó la pandemia por COVID-19 los llevó a mirar la comunidad con otros ojos. Ingley destaca que se percataron de que “la gente mayor estaba encerrada, con mucho miedo de hacer la compra”, lo que se convirtió en el detonante del programa de entrega de comida diaria, “Amo a mis abus”, que se mantiene.
“Una de las cualidades de la organización es que respondemos a los llamados de amor que tiene la comunidad y lo mismo pasa con “Amo a mis abus”; nosotros aquí con abundancia de cosecha en la pandemia, viendo a vecinos comiendo enlatados. Estuvimos seis meses preparando comida vegetariana, comprándole a agricultores locales que no podían vender sus productos. Las ayudas no llegan tanto a esta área”, explica Paoli.
“Nuestro enfoque era la sustentabilidad, y lo sigue siendo, y ser una escuela modelo para Puerto Rico junto a otros proyectos similares, el enfoque en la recolección de agua de lluvia, compartir técnicas para que todos tengamos seguridad de agua, alimenticia, vivienda segura, ahí tenemos las manos llenas”, dice Paoli.
Pero a veces hay que hacer más. Paoli relata que un día en el 2015 llegaron dos maestras al portón de Plenitud PR pidiendo ayuda para variar la enseñanza en las aulas. Diseñaron un programa educativo que llevan a escuelas en Las Marías y Maricao. “Sacamos a los nenes del salón de clases a este espacio cocreativo a hacer arte, a sembrar”, describe Paoli.
Para darle continuidad al programa educativo en la pandemia se valieron de vídeos y de kits que prepararon para que los 90 estudiantes que atienden, y sus familias, pudieran hacer sus huertos caseros. Una vez al mes, recogían sus bolsitas de tierra, perlitas, fibra de coco y semillas. “El programa dio un giro porque se integró la comunidad, el núcleo familiar y la familia extendida. Eso fue hermoso y al final del semestre nos enviaban fotos, fue un giro que no nos lo esperábamos”, relata Paoli.
Servir de forma cabal y puntual guía sus pasos. “Somos muchos lo que hemos estado por años dedicándonos a este servicio, a veces con paga, a veces sin paga, y con la misericordia de Dios ha habido este entendimiento de que dar y recibir es lo mismo y que cuando uno da, uno recibe y muchas veces más de lo que damos. Creo que ese principio se vive en Plenitud, especialmente con nuestra comunidad. Aquí hay una desigualdad económica, hay mucho desempleo, pero hay una riqueza, una inocencia en la gente que te da de lo que no tiene” destaca Paoli.
“El servicio es algo natural para cada persona”, sostiene Ingley, “y como Paula dice, que nos llena de una forma que el iPhone más nuevo no llena. A veces hay hambre del corazón y el servicio llena esa hambre de una forma que ningún objeto material puede”.
Paoli agradece que el Premio Tina Hills propicie un espacio para reconocer la labor que realizan las organizaciones sin fines de lucro y expresa su deseo de que, en la era de redes sociales, “el servicio es algo que se debe ir viral”.
“Cuando pienso en el tercer sector ese término funciona, pero también hay que recordar que detrás de eso hay personas que han dedicado su vida al servicio, muchas veces corriendo un riesgo, dejando atrás sus necesidades, preferencias, poniendo a otras personas primero y eso es algo que hay que celebrar”, culmina Ingley.