Las aulas sin paredes donde el proyecto trabaja en Peñuelas han atestiguado la evolución de sus participantes, pues alcanzan un mayor bienestar.
Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé
Cuando los niños y los adolescentes participantes del programa Aula en la Montaña eran sorprendidos por nubes cargadas de lluvia o por truenos mientras trabajaban bajo carpas, se desesperaban al punto de que había que concluir la actividad y brindarles apoyo. Hoy la reacción ya no es la misma. ¿Por qué? Te contamos.
Aula en la Montaña nació en el 2020. Es un proyecto cobijado bajo la organización Impacto Juventud -establecida por el profesor Eduardo Lugo- y respalda el desarrollo educativo, social y emocional de la comunidad Rucio, en el sector Quebradillas de Peñuelas. Distante, sin agua potable, señal de internet o energía eléctrica estable, está integrada por unas 60 personas, distribuidas entre 25 familias. La organización trabaja con 18 menores de edad desde el 2021.
Helga Maldonado conoció a la comunidad Rucio durante los trabajos voluntarios realizados luego del huracán María y siguió en contacto con su lideresa comunitaria, Minerva de Jesús. Junto al profesor Lugo regresaron a apoyarlos en la pandemia por COVID-19 y los residentes les expresaron su preocupación por el rezago educativo de los niños.
“Decidimos apoyar la parte educativa, pero cuando nos sentamos con el grupo de voluntarias, con los nenes y las nenas, vimos que venían nubes negras o lucía como que iba a llover y ellos comenzaban a tener unas manifestaciones emocionales bien fuertes y difíciles, entraban en ataques de pánico, salían corriendo, teníamos que parar todo para abrazarles y llevarlos a sus casas. La preparación del doctor Eduardo Lugo y la mía es en psicología, así que decidimos ayudarles”, explica Maldonado, codirectora junto a Lugo de Aula en la Montaña.
“Apoyamos a la niñez para que pueda fortalecerse y lograr que tengan éxito en distintas áreas de su vida”.
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Pronto se percataron de que procurar un encuentro tradicional entre psicólogo y paciente pediátrico no funcionaría en la zona “por los mitos que hay con la salud mental”.
“Los papás dijeron que ‘no’, así que empezamos a integrar el bienestar de otras maneras y ahí es que se añade el componente de arte, de bomba, de agroecología, de actividad física para lograr este bienestar en un escenario no tradicional de terapia. Los nenes y nenas han aprendido a usar técnicas para calmar su ansiedad, han aprendido a respirar, a usar la tierra y el baile que son destrezas que trabajan en Aula y las llevan a otros espacios como la escuela; ante situaciones estresantes sus papás nos dicen que las usan. Ahora cuando vienen las nubes negras, y aún en medio de la lluvia, ya no tienen las manifestaciones conductuales que veíamos al principio y hasta logramos terminar los servicios en medio de la lluvia. Quien no haya visto esto antes, no entiende el gran logro que representa para nosotros”, subraya Maldonado.
Tras superar ese primer escollo y ganar la confianza de la comunidad, ampliaron sus servicios bajo las aulas abiertas: mesas y sillas bajo carpas, con árboles y montañas como “paredes”. Aula en la Montaña siguió identificando retos.
RUTINA SABATINA
Cada sábado, en horario de 9:30 a.m. a 1:00 p.m., el programa de Aula en la Montaña trabaja en la comunidad que no cuenta con un parque o un salón comunitario. Al momento atienden menores desde los 2 hasta los 17 años.
“Ellos enfrentan diversos retos como los geográficos y estructurales, además de la pobreza extrema en la que viven. La comunidad es en Peñuelas, pero algunos estudian en Adjuntas porque les queda más cerca, el hospital más cercano queda a una hora y en la pandemia los nenes tenían que llegar hasta un puente, donde había señal de internet, para recibir las asignaciones o enviarlas de vuelta a los maestros. Apoyamos a la niñez para que pueda fortalecerse y lograr que tengan éxito en distintas áreas de su vida”, sostiene la codirectora del proyecto.
Una de esas iniciativas es el proyecto Educarte, en alianza con el Programa Siempre Vivas Metro, de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, en el que el arte es usado como herramienta principal para trabajar diversos temas educativos y sociales como la prevención de la violencia.
“Los cambios han sido bien evidentes, nuestro trabajo nació de la preocupación de la comunidad por la educación de los niños y fue cambiando porque los nenes estaban sin acompañamiento. La mayoría de los adultos de la comunidad tienen un promedio de sexto grado y no saben ni leer ni escribir. Ellos son generosos, son ricos en tantas otras cosas, aman tanto a la niñez, la sostienen y eso es invaluable”, celebra Maldonado.
Para la profesional de la psicología, Aula en la Montaña “ha sido una escuela querida” en su carácter personal.
“Somos más de 60 voluntarios y han sido cientos en el camino, y ninguno cobramos por lo que hacemos, pero las ganancias emocionales, profesionales y personales que tenemos, lo que nos enseña la comunidad, la valentía y la alegría con la que todos los días enfrentan la vida es algo que me mueve. No importa lo complicada que esté mi vida, yo tengo que sacar tiempo para Aula en la Montaña”, finaliza Maldonado.
Entérate de más detalles de la labor de Aula en la Montaña en su página de Facebook, @Aula en la Montaña.
Fotos: Suministrada