De la mano de Astrid Morales, coordinadora de Ciudadanía Activa PR de FAR, la organización transformó su relación con el voluntariado y adaptó su estructura a las realidades de hoy.
Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé
Los voluntarios no son desconocidos en los Centros Sor Isolina Ferré (CSIF). A sus sedes en Ponce, Guayama, Caimito y Canóvanas suelen acercarse personas de distintas edades con la intención de ofrecer trabajo voluntario, pero tuvieron una etapa en la que notaron una merma.
“Queríamos que fuera un programa de voluntariado fuerte de nuevo”, asegura María del Mar Santiago Oquendo, administradora ejecutiva de los CSIF, es la intención de la organización con más de 50 años de labor promoviendo el desarrollo integral de sus participantes, utilizando la intercesión, la capacitación educativa y tecnológica, así como la autogestión comunitaria.
Para ello disfrutaron de la mentoría a lo largo de ocho sesiones realizadas este año y el acompañamiento de Astrid Morales, consultora en desarrollo organizacional a cargo de la iniciativa Ciudadanía Activa PR de la Fundación Ángel Ramos (FAR).
La evolución natural en una organización veterana propició los cambios en su núcleo de voluntarios. Sister Rosita Bauzá se ocupó del programa de voluntarios de los CSIF hasta su reciente retiro. Los cambios que ha vivido el país desde el 2019, sumado a las variantes administrativas de la organización, alteraron el rumbo del programa que resulta vital para su desarrollo. Hace tres meses comenzó el acompañamiento con Morales, aprovechando la coyuntura de que una propuesta de AmeriCorp Vista les permitió contar con Miguel Ruiz como apoyo en los esfuerzos de renovación.
“Aunque los CSIF siempre han tenido un flujo continuo de personas hacia el trabajo voluntario, no contaban con la estructura necesaria para fortalecerlo. En las sesiones de trabajo siempre participó María del Mar; las primeras dos fueron introductorias, qué cosas debe tener la organización, el 101 del programa de voluntariado, y luego pasamos a diseñar la estructura, a definir los procesos, el programa y hasta la documentación que usarían con los matices de la organización”, explica Morales acerca de un proceso por el cual han pasado casi 100 organizaciones sin fines de lucro a través de la iniciativa Ciudadanía Activa PR de FAR.
Los CSIF cuentan con voluntarios que provienen de la comunidad, de las escuelas, universidades e institutos, así como participantes del Programa de Desvío del Departamento de Corrección y Rehabilitación que deben cumplir con ciertas horas por determinación del tribunal, y adultos mayores referidos por el Departamento del Trabajo y Recursos Humanos que requieren trabajar varios trimestres para cumplir con su cuota con el Seguro Social.
“No sólo se trata de manos adicionales que aportan a la organización, sino que, con esta ayuda, al documentar, evidenciar el trabajo y convertirlo en In-Kind, estamos robusteciendo fiscalmente a las organizaciones”.
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“Era una población particular que requiere análisis y estrategias diferentes. Eso nos permitió especializar el nicho de trabajo con necesidades puntuales, sin descuidar los voluntarios comunitarios y de escuela superior que van llegando”, indica Morales.
Usualmente, durante las sesiones de trabajo las organizaciones llegan al reconocimiento de un dato que varía su percepción del trabajo con los voluntarios y propicia nuevas estrategias.
“En la tercera sesión hablamos de los diferentes tipos de voluntarios que existen y ahí fue que ellos hicieron clic, cuando entendieron que esos estudiantes practicantes que tienen cuentan como voluntarios. Entonces fueron haciendo clic con sus diferentes poblaciones. Por ejemplo, los del Programa de Desvío los han capitalizado en las áreas de ornato y pintura, sabemos que eso siempre hace falta, pero nunca hay mano de obra suficiente. Un voluntario a tiempo parcial por 4 a 5 meses se convierte casi en un part time para adelantar asuntos puntuales de la organización. El ‘ajá moment’ de ellos fue cuando definimos los tipos de voluntarios con los que cuentan”, declara Morales.
ESTRUCTURA PARA CRECER
Una vez se identifican las poblaciones de voluntarios según su especialización, comienza el desarrollo de una estructura que permita documentar su servicio, para luego hacer una conversión a dólares y centavos de esa labor.
“Lo próximo es conectar esa conversión con la oficina de contabilidad de la organización para que se traduzca en una aportación tipo In-Kind o donación en especie. Cuando ves el número es extraordinario porque no solo tienes el costo evitado, sino que se traduce en un aumento en el ingreso pasivo de la organización; muchas veces las organizaciones dejan de aumentar en este renglón porque no tienen esa conciencia”, subraya la especialista en desarrollo.
Morales resalta que otro de los valores importantes al formalizar los programas de voluntariado en el tercer sector es el hecho de que ayuda a lograr acceso a nuevos fondos.
“No sólo se trata de manos adicionales que aportan a la organización, sino que, con esta ayuda, al documentar, evidenciar el trabajo y convertirlo en In-Kind, estamos robusteciendo fiscalmente a las organizaciones porque sabemos que muchas de esas partidas se usan para tener acceso a nuevas propuestas que piden pareo de fondos y les ayuda la donación en especie del tiempo voluntario”, sostiene Morales.
De otra parte, Santiago, administradora ejecutiva de los CSIF, reconoce que “siempre se nos acercan personas para el voluntariado, pero queríamos que estuviera más organizado. Astrid me ayudó a darle esa estructura y de la mano de ella nuestro programa está fuerte, encaminado, con todas las de la ley -como se supone- y bien orientado”.
Para la organización era fundamental cumplir con las exigencias del voluntariado. “Queremos que las personas se sientan a gusto, que nos vean como una familia y quieran continuar ayudándonos. Esto nos abrió las puertas porque todos los semestres servimos de centro de práctica para universitarios y a veces los acuerdos son por un año y hasta por tres años. Al saber que ellos eran voluntarios comprendí que estamos activos con el programa en todo momento. Se ha orientado a todo el equipo de trabajo para contabilizar esas horas. El saberlo fue un A+ para nosotros, ese coaching de Astrid fue a otro nivel porque uno lee e implementa, pero tener una mirada de afuera que te diga ‘esto lo puedes mejorar’ es súper”, elabora Santiago.
Hoy los CSIF cuentan con 22 voluntarios activos y, afirma, más de la mitad son estudiantes. En todos los centros realizan labores de ornato, de trabajo social, cuentan con maestros, asistentes de maestros, consejeros, orientadores y en el área administrativa apoyan al personal secretarial. Unos se unen a las brigadas de trabajo en la comunidad mientras que otros leen cuentos. Se revisó la estructura del programa y hasta el Manual del voluntariado.
La administradora reconoce que entre los estudiantes voluntarios “la voz se corre” acerca de las experiencias que adquieren en los CSIF. “Entre septiembre y octubre fue un boom de estudiantes universitarios que tenían que hacer 15 horas, creo que recibí a toda una clase aquí. Teníamos personal para atenderlos y fue bien bonito, se fueron bien contentos, leías las notitas de agradecimiento y se ve que les gustó. Otros se quedaron después de terminar sus horas normales y con eso entiendo que lo estamos haciendo bien”, indica Santiago.
“Sabemos bien dónde estamos parados así que podemos brindarle a esa persona que viene a hacer servicio toda esa gama de posibilidades de cosas que puede hacer con nosotros. Queremos enamorar a esa persona que viene de afuera con la labor mano a mano que hacemos con las escuelas y la comunidad para que vean lo bonito que es ayudar y así poder brindar un mejor servicio a la comunidad. Nuestro norte es el dar el 100% plus en el servicio”, culmina Santiago.
Para saber más de la labor de los CSIF visita: https://centrossorisolinaferre.org.
Fotos / Suministradas / CSIF