Árboles y arbustos sembrados en lugares claves en zonas urbanas y rurales ayudan a mitigar el cambio climático en nuestro país, asegura Para la Naturaleza
Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé
Estos datos merecen tu atención: un árbol maduro absorbe entre 120 y 240 libras al año de partículas pequeñas y gases como el CO2, puede producir hasta 40 litros de oxígeno diario -equivalente al consumo de dos personas-, y puede disminuir hasta en un 6% los niveles de smog o contaminación de aire en las urbes.
La información fue suministrada en la charla Viveros: solo el comienzo para mitigar el cambio climático, ofrecida por Ahmed Pérez Lugo, superintendente de la Unidad de Reforestación de la organización sin fines de lucro, Para la Naturaleza, y parece poner en nuestras manos algunas acciones para reforestar la isla y aprovechar sus beneficios.
Pero ¡calma! Sembrar sin considerar factores como la especie, el lugar adecuado y el mantenimiento del árbol pueden resultar contraproducentes.
“Un programa de reforestación no puede ser de una organización, de una compañía o un departamento, tiene que ser algo social. Si Puerto Rico tiene 2.5 millones de habitantes, ponle que la mitad son adultos, y conscientemente sembramos un árbol de la forma correcta, estamos hablando de 1 millón de árboles nuevos”, explica Pérez luego de la conferencia que contó en su apertura con el presidente de PLN, Fernando Lloveras, quien repasó la historia del proyecto de reforestación.
Comenzó en el 1989, luego del paso del huracán Hugo que provocó una masiva deforestación en la zona este y noreste del país. Después el ciclón María del 2017 derribó 31 millones de árboles alrededor de la isla y sus archipiélagos.
“El impacto fue mucho mayor”, afirmó Lloveras, “eso nos dio base como institución de duplicar el proyecto de reforestación que en este momento está llegando a 150 mil árboles anualmente en viveros, con más de 300 especies nativas endémicas en Puerto Rico. Lo que está trayendo es la capacidad de regenerar la biodiversidad en Puerto Rico, esa genética de la flora puertorriqueña, de regenerar los ecosistemas para que la fauna pueda recuperarse y tener unas islas saludables”.
Pérez indicó a Oenegé que en el 2018 se formalizó el proyecto como una unidad permanente de reforestación para asegurar los esfuerzos. Los cinco viveros de PLN son la punta de lanza de la iniciativa: Jardín Botánico Norte en Río Piedras, Hacienda La Esperanza en Manatí, las Cabezas de San Juan en Fajardo, Caño San Cristóbal en Barranquitas y Hacienda Buena Vista en Ponce.
“Este no es un programa más, nos enfocamos también en el cuidado del árbol, en el mantenimiento, en darle las mejores cosas posibles para que crezcan. Es un trabajo bien pensado, no es siembra el árbol y vete”, indica Pérez.
MANOS A LA TIERRA
El especialista subraya que tener en cuenta el crecimiento del árbol es lo principal. “Al considerar el tamaño del árbol piensas en el tendido eléctrico, en las estructuras a los alrededores, en los tipos de raíces, si crecen hacia abajo o hacia los lados. También es importante considerar si es el área donde se sembrará es alta o baja costera; hemos visto cómo la gente está interesada en árboles frutales, que típicamente son de menor tamaño, en las zonas urbanas”, dice.
PLN se enfoca en árboles nativos ya que toleran mejor el clima y las inclemencias del tiempo. “Las comunidades nos piden muchos árboles frutales y hemos empezado a trabajar algunas especies resilientes para que, en caso de emergencia, las personas tengan sus huertos y árboles frutales”.
Las entregas de árboles en formato servicarro que iniciaron en la pandemia para mantener el vínculo con el público, cada año son más concurridas porque permiten que “cada persona ponga su grano de arena en el plan de reforestación”. Sin embargo, en cualquier momento puedes visitar los viveros antes mencionados donde podrás comprar un arbolito a bajo costo, donativo que aporta a los esfuerzos de reforestación de la organización.
“En los viveros hacemos el trabajo desde cero; buscamos las semillas de los árboles, se procesan y eso incluye desde quitarle la cáscara, ponerla en un balde con agua o al sol. Después esa semilla va a las camas de germinación y ahí nace la plántula. Cuando empieza a crecer y tiene sus primeras dos hojas reales se trasplantan”, expresa.
Un vivero replica los ciclos de vida en el bosque para que los nuevos árboles “crezcan y se peguen”; de ahí que primero estén en la sombra y luego pasan al sol, el área de endurecimiento. “Los vamos acoplando para que estén listos cuando se siembren en su lugar final”, asegura Pérez.
Después del huracán María creció también la percepción del árbol destructor.
“Mucha gente vio los árboles como una amenaza luego de que familias perdieran sus edificaciones porque se cayeron e hicieron daño. Sin embargo, los árboles son la primera barrera de protección ante vientos huracanados y sirvieron de barrera para protegernos. Fue un momento triste porque árboles sanos fueron cortados por miedo”.
“Ahí entramos en una campaña de educación porque el árbol no es malo, él crece donde tú lo siembras. Tenemos que escoger bien el árbol porque, por ejemplo, no puedes sembrar una ceiba a 20 pies de tu hogar, ni las famosas caobas en urbanizaciones que levantan los encintados. Como seres humanos visualizamos el marco de vida del árbol con nosotros, pero ese árbol no muere contigo, se queda y dura cientos de años”, finaliza Pérez.
Justo porque nos sobreviven debemos protegerlos.
AL SEMBRAR
-Considera la especie de árbol correcta y afín al espacio disponible.
-Los arbustos, que crecen entre 10 y 15 pies de alto, pueden ser una alternativa si no dispones de un espacio amplio. Algunos son el icaco, un árbol nativo que aguanta sequía, y el roble nativo, que es pequeño y manejable.
-La poda del árbol y su mantenimiento son vitales, especialmente en zonas urbanas. Recuerda que las raíces crecen proporcionales a su copa. Al podar un árbol crece saludable y con ramas controlables.
Fuente: Ahmed Pérez Lugo, Para la Naturaleza