La organización cuenta con una compañía profesional de danza contemporánea y utiliza el baile como herramienta cultural y social en su programa Danza con Andanza. Conoce la labor de esta finalista al Premio Tina Hills 2024.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


El exbailarín de la compañía y profesor Eloy Ortiz imparte una clase en una escuela
pública en Loíza como parte de la oferta educativa y cultural de Andanza.

Los estudiantes de la Escuela Elemental Jobos, en Loíza, están a la expectativa de que comience el momento que una vez a la semana cambia su rutina escolar: la clase de baile con el profesor Eloy Ortiz, exbailarín y coordinador del proyecto “Danza con Andanza”, de la compañía de danza contemporánea, Andanza.

“Como proyecto de danza tenemos un currículo, hay unas guías que se han preparado y las vamos revisando según van cambiando los asuntos. No todas las comunidades son iguales, no todos los alumnos tienen las mismas necesidades, pero nosotros tenemos unas guías establecidas donde se cubren ciertos temas desde diferentes técnicas de danza y también trabajamos la integración de currículos con las matemáticas u otros temas que sean necesarios reforzar. También trabajamos muchos temas de autoestima, trabajo en equipo y todos estos elementos que se necesitan para desarrollarnos mejor como persona”, dice Ortiz, quien hace 20 años comenzó como bailarín en Andanza.

“Yo lo veo como una especie de respiro o aliento porque todo el mundo como que se vuelve alegre, los maestros se integran a las dinámicas, es una especie de pausa, de romper un poco las rutinas y traer unas dinámicas que resultan positivas y saludables. Cada vez que uno llega a la escuela los niños están súper contentos, no todos los días son iguales y uno no tiene la misma energía, pero por el simple hecho de pensar que venimos a la comunidad a trabajar con los niños y el amor que uno recibe, le cambia mentalidad, es una contaminación positiva”, asegura Ortiz.

Reconoce que el programa Danza con Andanza “es sumamente importante para Andanza como institución y para mí”. “A través de todos estos años he visto el resultado que trae la contribución positiva en los niños. Yo fui un joven igual que ellos que de alguna manera u otra recibió ciertas herramientas y hoy día puedo pasar el legado a otros estudiantes; eso uno espera, tener una sociedad en la que nos vayamos ayudando unos a otros”, opina el profesor de baile.

Desde sus comienzos en el 1998, Andanza cuenta con tres componentes principales desde los que opera: la compañía profesional de danza contemporánea, la escuela de baile y sus iniciativas comunitarias.

“Son tres componentes que se complementan y que para nosotros son inseparables”, explica Lolita Villanúa, cofundadora de Andanza junto a María Teresa Robles, y enumera sus contribuciones.

“La creación artística, aportar con coreografías, con partituras originales al patrimonio cultural de Puerto Rico, ese es el valor del arte en sí mismo. El trabajo de la escuela (Escuela Andanza) que Maritere dirige desde el principio, forma desde niños hasta gente bien mayor, de todas las edades, tamaños, extractos sociales, todas las personalidades. El tercer componente, que es el social, el programa “Danza con Andanza”, que ha ido evolucionando a través de los años, siempre estuvo presente porque nosotras también fuimos criadas con esa conciencia social y tenemos ese compromiso con el país, no veo cómo podrían estar separados. Ha ido creciendo, si al principio teníamos un grupo de becados en nuestra escuela, hoy día visitamos siete escuelas, más de 700 niños aprenden baile todas las semanas”, declara Villanúa.

En San Juan, “Danza con Andanza” está activo en la Escuela Elemental Montessori Luis Llorens Torres, la Escuela Fray Bartolomé de las Casas, del residencial con igual nombre, la Escuela Manuel Elzaburu en Cantera y el Colegio San Gabriel de Niños Sordos. En Guaynabo, la Escuela Urbana; en Dorado, la Escuela Ecológica; y en Loíza, la Escuela Elemental Jobos.

La iniciativa comenzó con visitas a las comunidades para ofrecer clases de baile y becas a talentos especiales que podían educarse en la sede de Andanza en Santurce. Luego optaron por desplazarse a los planteles escolares.


Lolita Villanúa y María Teresa Robles, cofundadoras de Andanza, reflexionan
acerca de los esfuerzos realizados para lograr mantener en pie la
compañía durante más de 25 años.

“Decidimos salir para que los estudiantes tuvieran danza accesible en sus centros desde el 2002. Comenzamos el proyecto “Andanza en la comunidad” y era parte de (Programa de) Comunidades Especiales. Comenzamos comunicándonos con líderes comunitarios para ir semanalmente a sus centros culturales, escuelas, a la marquesina de la casa de la líder comunitaria, a canchas de la comunidad”, señala Robles.

Al integrarse a las escuelas, aprovecharon que “teníamos ahí cautivos a todos los estudiantes en un horario específico, y de esa manera podíamos impactar a una hora, mayor cantidad de estudiantes”, indica Robles.

Las fundadoras de Andanza aspiran a redondear la formación general y la sensibilidad de los alumnos.

“El objetivo básico es la exposición al arte de la danza y en general, adquieren un conocimiento musical increíble. Muchas escuelas ni tienen programa de educación física, así que no mueven el cuerpo de ninguna manera en su recreo, venimos a llenar ese espacio. El arte tiene beneficios físicos y emocionales increíbles, están haciendo ejercicio, desarrollo de coordinación motora, desarrollando su equilibrio, mejorando su postura, controlando su peso porque están haciendo ejercicios, la memoria también. La danza es una herramienta de expresión del manejo de emociones, nosotros hacemos dinámicas en las que ellos improvisan sobre distintos temas, por ejemplo, después de María era esa frustración, tristeza, incertidumbre por medio del movimiento”, explica Robles.

La posibilidad de desarrollar el pensamiento crítico es otro legado notable, a juicio de Villanúa.

“En las artes contemporáneas, que tienen tantas posibilidades de interpretación, nada está mal. (Les decimos) ‘no hay respuesta fija solo digan su interpretación, pero defiéndanla’; aprendes a pensar y a defender tus posturas con argumentos sólidos. Si vas a ver una obra de baile, hay mil formas de interpretar lo que estás viendo y el pensamiento crítico y desarrollo de la creatividad son dos aspectos esenciales en la sociedad. Ser creativos, capaces de inventar soluciones, de resolver, aprendes a respetar tu espacio, a escuchar al otro cuando se va a mover y a trabajar en equipo”, indica Villanúa que además es directora ejecutiva y artística de Andanza.

CRECER A BUEN RITMO

“Yo fui un joven igual que ellos que de alguna manera u otra recibió ciertas herramientas y hoy día puedo pasar el legado a otros estudiantes; eso uno espera, tener una sociedad en la que nos vayamos ayudando unos a otros”.
Eloy Ortiz,
profesor de Andanza

Andanza se fundó en el 1998, aunque comenzó a operar en el 1999. Con el paso del tiempo, han realizado diversos ajustes administrativos no sólo para asegurar la permanencia del proyecto, sino también para abonar a su crecimiento.

“Ha sido un proceso de aprendizaje para todos desde el principio, yo no sabía lo que era incorporar una compañía sin fines de lucro, o con fines, desde cero. Son 25 años de práctica, fuimos haciéndolo todo, desde lo más básico hasta las exenciones contributivas y todo lo que envuelve tener una empresa. Siempre lo vemos así porque, como parte de nuestra misión, queríamos aportar a la profesionalización del bailarín; ese es un gran reto, poder tener un bailarín en nómina, unos empleados en nómina, somos un equipo de 30 personas, la mitad está en nómina y reciben descuento de Seguro Social, beneficios marginales”, sostiene Villanúa, quien bailó con Andanza hasta el 2007.

Ella recuerda que, en principio, “los bailarines no sabían lo que era el Seguro Social”.

“Creamos esa conciencia de tu salario, de lo que es una quincena, eso es sumamente difícil para cualquier empresa cultural por la parte económica, porque sabemos que es una búsqueda de fondos constante. En Andanza no hay fondos especiales ni recurrentes, esto ha sido todos los años propuesta tras propuesta, además de lo que generamos por cuenta propia en nuestra escuela, en nuestros espectáculos y contrataciones. Es un orgullo, durante 25 años, haber podido mantener todo este equipo asalariado y a la vez ha sido bien retante y bien difícil, exige un nivel de compromiso y de trabajo indescriptible, pero que, gracias a que uno puede tener ese equipo, la labor se multiplica. Si tienes un equipo de bailarines trabajando de lunes a viernes, se desplazan a comunidades, puedes hacer muchísimas más cosas”, añade Villanúa.

Incentivar el desarrollo económico del ecosistema artístico que integran ha posibilitado que los artistas vivan en mejores condiciones.

“Nosotros aportamos a que esos bailarines, músicos, diseñadores, tengan unos honorarios que merecen y dignos del trabajo que hacen. En todos estos años, hemos tenido que organizarnos y seguir para adelante. Siempre para una empresa cultural va a ser uno de los mayores retos por como están constituidas las políticas culturales del país, no hay unas subvenciones fijas para muchas de las empresas culturales, para el trabajo que hacemos diariamente y que complementamos la responsabilidad que le corresponde al gobierno. Hemos ido creciendo, al principio éramos la compañía y los bailarines, eran los maestros, ya somos 30 personas, todo el tiempo hay que buscar formas de seguir adelante”, puntualiza Villanúa.

Y Robles, quien bailó con Andanza hasta el 2008, resalta que “con todos los proyectos que tenemos, todavía necesitaríamos más personas”, ya que el equipo trabaja propuestas para solicitar fondos federales, diseña el componente programático de la organización y brinda apoyo a la compañía para que pueda crear.


La joven Adriana Morales López, de 21 años, ingresó a la compañía en el 2022
como bailarina profesional luego de haberse formado dentro de los programas
comunitarios de la organización.

“Hacemos la labor de mucha gente, pero hemos podido llegar hasta aquí, 25 años después, y poder mantenernos como una compañía cultural y dancística y con la misma visión desde un principio de que Andanza sea un taller, una fuente de trabajo para bailarines, maestros, coreógrafos, y ese trabajo se refleja en la labor social”, asegura Robles.

Desde el primer día confirmaron que vale la pena la labor artística y educativa que realizan. Además de las clases semanales, los estudiantes visitan el teatro para disfrutar de una presentación de la compañía profesional Andanza y luego, a final de año, les corresponde a ellos demostrar su talento en su espectáculo. “Se vuelven protagonistas, ese objetivo final es bien emocionante y para nosotros también. Ellos ven a sus maestros en escena y a otros bailarines, y el momento de subir al escenario en Bellas Artes (Santurce) y hacer su baile es el momento de gloria”, describe Villanúa.

Las fundadoras declaran con orgullo que los maestros de los grupos que reciben talleres de Andanza reportan disminución de incidentes violentos y mejora en la concentración, lo que se traduce en mejores resultados en exámenes, entre otros beneficios.

“Hay mucha información de maestros y niños que dices ‘vale la pena estar aquí todas las semanas’. Queremos ampliar los programas, hay listas de espera porque muchas escuelas que ya saben del éxito de “Danza con Andanza nos contactan y los tenemos pendientes, cuando tenemos otros maestros, los incluimos. Una meta permanente es replicar en diferentes lugares este programa, también ampliar el número de becas”, propone Villanúa

CUANDO ERES PROFESIONAL


Estudiantes de la Escuela Elemental Jobos de Loíza junto al profesor
y coordinador del programa Danza con Andanza.

La Escuela de Andanza ha becado alrededor de 200 estudiantes y algunos provienen de sus programas comunitarios.

“Hemos visto el progreso, se han formado en la escuela con becas, han pasado al Taller Juvenil y han pasado a la compañía, como es el caso de Adriana Morales que tiene su trabajo con su salario, Carlos Sánchez o Miriam López. Ese proceso de formación, si vas a continuar, si quieres ser bailarín, tienes esa esperanza de entrar a una compañía profesional y que se vea que es una carrera posible. Si no quieres dedicarte a eso, siempre te van a quedar todas esas destrezas físicas y emocionales. Hay muchas carreras con las que nuestros niños y adolescentes pueden soñar”, dice Villanúa aludiendo al rol de coreógrafo, maestro, productor, gestor cultural, diseñador de escenografía o vestuario.

Adriana Morales López tiene 21 años y en el 2022 dejó de ser estudiante al ingresar a la compañía profesional Andanza. “Yo empecé en Andanza a los cinco años”, recuerda la riopedrense, “desde chiquita me encantaba bailar”.

“A mi madre le encantaba que yo bailara, me apuntó en clases en Andanza y poco a poco le fui cogiendo el ritmo a las clases. Después le cogí un amor al ballet, a los personajes, a las clases. Tenía dudas de mí, de pensar que no lo estaba haciendo bien, pero siempre venían las personas y me decían que tenía talento, que bailaba bonito, que tenía una calidad de movimiento y eso me ayudó mucho a seguir encontrándome y ahí fui viendo que sí tenía talento”, relata Morales.

Cuando ya bailaba en niveles intermedio “tuve el privilegio de recibir una beca y fue un momento bien bonito, fue una ayuda que no mucha gente puede recibir”.

Morales floreció como bailarina cuando llegó a nivel avanzado. “Fui cogiendo más clases como danza contemporánea, y ahí fui viendo que me gustaba mucho todo lo que tenía que ver con el baile. En ese momento decidí que yo quería hacer del baile mi profesión y hasta el sol de hoy lo sigue siendo”, asegura.

La bailarina ingresó a la compañía Andanza en el 2022, justo después de graduarse de la universidad, donde estudió Cosmetología.


Bailarines de la compañía durante la ejecución de una de sus piezas. Para el grupo
de artistas la creación de obra original, el aporte al patrimonio de la danza en el país
y el componente documental de su labor son elementos cruciales en su labor. 

“Para mí entrar a la compañía fue un sueño que lo veía un poco lejos, que llegó más cerca de lo que pensaba; estoy viviendo un sueño. Para mi Andanza es como mi segunda casa, mi segundo hogar y de aquí me llevo personas que son muy especiales para mí y me han ayudado mucho en mi crecimiento y aprendizaje”, confiesa Morales.

A juicio de Robles, la historia de Adriana retrata la meta de Andanza de servir de “taller para muchos artistas”.

“La escuela ofrece la oportunidad a bailarines de desarrollarse profesionalmente, algunos se van por la línea del ballet clásico, de la danza contemporánea, ofrecemos la oportunidad, las experiencias, los campamentos, incentivamos que vayan a intensivos de verano fuera de Puerto Rico. Tratamos de sembrar la semillita, si quieres desarrollarte en las artes te vamos a acompañar en ese proceso. Si no es como bailarín tienes herramientas y conocimientos que te sirven en otras esferas”, puntualiza Robles.

Entre otras metas, Andanza labora en un proyecto de documentación digital para que el acervo artístico de la compañía de danza contemporánea -especialmente el surgido durante la pandemia por COVID-19- quede accesible al público.

“Es parte de nuestra misión también que toda esa labor no se quede en una gaveta si no que la puedan conocer más personas. Ya tenemos un libro y trabajamos en otros.

En todos los ámbitos hay muchas cosas que queremos hacer”, advierte Villanúa.

Están listos para seguir ejecutando metas, se tienen y se sostienen. “Somos Andanza y somos como una familia”, resume la bailarina Morales.

SER FINALISTA DEL PTH 2024

“Es un reconocimiento increíble porque uno que admira tanto a otras organizaciones que han sido finalistas o ganadores, uno admira esa labor que es tan necesaria para el país y entonces sabiendo que nuestro programa es pertinente e importante y bien valioso para nosotros y para quienes lo conocen, nos enorgullece mucho”, María Teresa Robles.

“Es particularmente significativo para nosotros como empresa cultural porque a los ojos de la mayor parte de la población, quizás siempre va a haber otras necesidades y otros asuntos más importantes que las artes y son asuntos vitales, de sobrevivencia, la comida, la casa, la educación, son esenciales y deberían ya estar garantizados en una sociedad. En Puerto Rico sabemos que la pobreza predomina y ante esas necesidades básicas no resueltas las artes podrían parecer un lujo, algo no tan esencial y, sin embargo, las artes son fundamentales para un país, para toda persona: alimentan el espíritu, son la foto del país, el reflejo crítico de una sociedad y exponen a la población, a los niños y a los jóvenes, a tantas experiencias, a tantas transformaciones para toda la vida y que un premio como el Premio Tina Hills reconozca eso y que no haya que convencerlos, que es evidente que el arte y la cultura son un pilar en cualquier país, nos enorgullece”, Lolita Villanúa.

Fotos y video: Javier del Valle. 

Web Analytics