La organización combate la violencia de género en sus diversas manifestaciones fortaleciendo a sus participantes que logran la anhelada independencia. Conoce la labor de esta finalista al Premio Tina Hills 2024.
Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé
Acompañada por dos adolescentes, Gloryvette Santiago González llega a la Casa Protegida Julia de Burgos repartiendo besos y abrazos. Nada parece indicar que cuatro años antes, su llegada a la sede ocurrió en circunstancias muy distintas.
“Entré un agosto 15 de 2020, fue una fecha muy importante donde ese día logré mi libertad, logré mi independencia, logré mi paz. Llegué con mis hijos que en ese momento tenían siete y ocho años. Regresar hoy es alegría para mí, yo tuve un despertar, me conocí, vi mi valentía, vi mi fuerza, algo que no conocía”, dijo Santiago nostálgica acerca de los tres meses que vivió en el albergue.
Recuerda que dejó “mi hogar, mis muebles, solamente llegué a Casa Julia con mis documentos personales y como cinco bolsitas de ropa nada más”. “Llegué vacía, pero me di cuenta que gané más perdiendo, gané salud para mis hijos, para mi, paz, tranquilidad y libertad”.
En Casa Julia recibió servicios de trabajo social y sicológicos, y pasó al programa de vivienda transitoria del que se benefició por dos años.
“Es un equipo muy profesional que me ayudó muchísimo en mi proceso. Yo llegué aquí desempleada, no tenía ningún tipo de sustento. Cuando me pasaron a vivienda transitoria, ahí comencé a recibir los servicios de las coordinadoras de cuidado de Casa Protegida Julia de Burgos donde ellas se hacían cargo de mis niños y yo pude lograr salir a buscar mi empleo, en el que hasta el sol de hoy llevo 3 años, continúo trabajando y he logrado independizarme. Yo me veo como una triunfadora victoriosa, logré echar hacia adelante a mis hijos y a mi misma”, relata satisfecha.
"Casa Julia ha sabido evolucionar, ha sabido transformar sus proyectos para ser efectivos en atender las necesidades de las sobrevivientes, según se han ido transformando, y hemos logrado evolucionar... Casa Julia es muchas cosas, pero Casa Julia es poder, es libertad y esperanza".
Lenna Marielys Ramírez Cintrón, directora ejecutiva de Casa Julia
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En las distintas instancias de su sanación conoció otras participantes con “un pasado difícil”, con las que compartía historias y desahogos.
“Yo estoy bien agradecida por haber conocido a esas participantes que me ayudaron a aprender también. Si no hubiese venido a Casa Julia, no estuviera aquí; logró salvar la vida de mis hijos y la mía, y logró eso tan grande, ese deseo de despertar que yo tuve, de conocerme a mí misma, que puedo valerme por mí misma sin ningún tipo de maltrato. Yo vivo bien agradecida de Casa Julia, me acompañaron durante todo mi proceso y sé que continúa haciendo la misma labor de siempre. Es un equipo excelente, muy bueno”.
Tras insistir en que “sí se puede” recomenzar porque “si yo pude, ellas pueden”, Santiago afirma que si en el 2020 hubiera visto cómo es su vida hoy se diría: “Lo lograste, bien hecho, eres una campeona”.
UNA HISTORIA QUE TRASCIENDE
Si eres de los que piensa que la Casa Protegida Julia de Burgos es solamente un albergue para mujeres víctimas de violencia doméstica, debes leer esta historia. Su directora ejecutiva, Lenna Marielys Ramírez Cintrón asegura que “somos mucho más”.
“Somos el primer albergue de Puerto Rico y el Caribe, brindamos esa seguridad, pero también entendemos la complejidad de la violencia, de las personas que llegan a nuestros espacios y cómo podemos maximizar ese potencial para que accedan a derechos fundamentales, pero también que logren esa autonomía y esa gestión que necesitan para empoderarse y vivir libres de violencia”, señala Ramírez, psicóloga con experiencia previa en la organización.
La directora explica que el programa de albergue es uno de varios en Casa Julia y se enfoca “en ese momento de atender la emergencia y salvar vidas”.
“Luego tenemos otros proyectos en los que seguimos fortaleciendo y desarrollando al máximo potencial la vida de las personas para que puedan salir de los ciclos de violencia. Una vez ellas salen de sus procesos están seguras, tienen la opción de pasar a nuestros programas de vivienda donde están acompañadas, siguen tomando talleres y hay un plan de servicio enfocado en sus necesidades y en sus intereses para que logren esa autogestión y esa autodeterminación”, explica la directora.
El acompañamiento incluye además el programa de cuido de niños para que las participantes puedan aprovechar sus jornadas de trabajo o estudio, del que habló Santiago en su testimonio. Los especialistas de Casa Julia utilizan la oportunidad porque “sanamos la violencia en la familia en la niñez”.
La organización mantiene sus programas no residenciales tanto en el área sur como en el oeste del país con los que se enfocan en la seguridad y en “llenar esos vacíos de servicios” que puedan detener el ciclo de violencia.
“Creo que el acompañamiento aquí es la clave para lograr esas transformaciones que es lo que buscamos y que no regresen a los ciclos de violencia. Los programas residenciales tienen un acompañamiento que va desde antes de salir de las relaciones de violencia hasta que logran cumplir todas sus metas”, indica Ramírez.
El año pasado, Casa Julia impactó a 504 personas entre participantes y sus hijos, y a más de 6 mil personas a través de distintas estrategias de educación y prevención en la comunidad.
“Casa Julia es un espacio seguro, pero también es una bandera de esperanza para el país y un ente de acción que junta a muchas personas, a muchos sectores para lograr esa equidad de género y transformar esa violencia en esperanza, en alegría y en vida plena que es lo que merecemos todas las personas”, señala Ramírez.
MUCHO MÁS QUE VIOLENCIA
Cuando una víctima toca la puerta de Casa Julia en busca de ayuda, la organización atiende todas las ramificaciones que provocan la situación que vive. Marelsy Nieves utilizó los servicios ambulatorios de la organización en el 2015.
“Llegué con una situación de violencia doméstica. El programa RAMA de Carolina me invitó a Casa Julia, me dijo que tenían programas de ayuda, con vivienda. Yo en ese momento me había quedado sin trabajo; justo el problema de violencia doméstica y me quedé sin trabajo, tremenda combinación. Mi nene tenía nueve años en ese momento y los dos mayores ya estaban en la universidad. Fue una situación bien difícil, no podía pagar la renta, los grandes estaban en universidad, el chiquito en la escuela, ahí entré al programa”, recuerda la sobreviviente.
Nieves indica que, aunque tenía una orden de protección, su vida no corría riesgo por lo que no vivió en el albergue. “Fui directo a rapid housing, yo estaba en peligro de perder mi vivienda, vivía alquilada, no tenía ayuda del gobierno, yo era una empleada normal. Trabajaba en una compañía que les daba servicios a distintas escuelas. Del 1 al 10 mi nivel de desesperación estaba en 15”, explica Nieves su situación de entonces.
Además del apoyo con vivienda, resultó clave en su estabilización el respaldo sicológico, el trabajo con su autoestima, “la ayuda de la sicóloga fue excelente, primordial, la continúo amando”. “El apoyo que me daban todo el tiempo, si tenía una duda, pregunta, un susto, un miedo, yo llamaba y ellas me contestaban a la hora que fuera. El que no sabe contestarte una cosa, te la contesta la otra. Lo que es la sicóloga, la coordinadora, la trabajadora social, el sicólogo de niños, son profesionales que tienen todas las contestaciones para las preguntas que uno tiene. De mi capacidad dudé, pero de los profesionales, nunca”, asegura Nieves.
Mantiene amistad con participantes con las que coincidió en Casa Julia que han salido adelante, juntas aprendieron a defenderse y a apoyarse, “porque esto es algo de todos los días, no se queda aquí, te lo llevas y es para siempre”.
Nieves recibió respaldo para desarrollarse como empresaria de productos de belleza, confiesa que es un “emprendimiento que siempre tuve en mi corazón”. “Quería ayudar a las mujeres en su autoestima, en el cuidado de la piel y aquí me lo dieron todo. Casa Julia me ayudó a que yo pudiera viajar a Texas para adiestrarme. Casa Julia me ayudó a comprarme el stock para yo comenzar. Casa Julia me compró lo que necesitaba para mercadear el producto. De ahí yo seguí y aún continúo, es lo que hago. Soy emprendedora, mi propia jefa, girl boss. Me siento feliz, realizada, muchas bendiciones desde aquí”, explica.
Entre risas acepta que “ya me desteté” de Casa Julia, “pero al principio fue bien difícil”.
“La despedida fue espectacular y con mi hijo olvídate, esos campamentos de verano, esas giras, en el colegio, uniformes, libros. (Les decía antes de partir) ‘ustedes tienen que pensar eso bien, yo creo que todavía necesito support’, pero me dejaron muy buenas amistades, muy buenos recuerdos y muy buen trabajo”, resume Nieves su experiencia en un lugar donde se sintió “demasiado segura”.
La directora de Casa Julia puntualiza que la organización persigue empoderar a la sobreviviente que logra abandonar el ciclo de violencia.
“Que ella pueda reconocer todo el potencial que existe y de esa manera es que logramos que esa vida se transforme porque atendemos la salud física, atendemos la salud mental, atendemos las oportunidades de desarrollo económico, atendemos todo lo que sea necesario para que se logren realmente esas metas de empoderamiento, de autogestión y de libertad”, indica Ramírez.
Para que la transformación perdure, la líder identifica el acompañamiento del que suelen carecer las participantes cuando llegan a la sede como elemento vital en el proceso de cambio, especialmente “al navegar el acceso a servicios porque a veces son revictimizadas”.
Ramírez señala que “somos esa barrera para defenderlas y para que ellas también vean que hay poder dentro de ellas”, dado que llegará un momento en que partirán de la organización.
“Ese poder mirarlas como un todo, y también ver las condiciones de afuera que afecten su proceso, que les limitan en las oportunidades de realmente salir y también de lograr esa movilidad social, lo que queremos es que ellas logren un día seguir su camino, seguir su ruta como diría Julia de Burgos, y que no necesiten más de estos espacios”, comparte Ramírez su aspiración.
CUANDO SE ES FEMINISTA…
Garantizar la estabilidad económica en el cambiante Puerto Rico de estos años ha sido una tarea ardua para Casa Julia, una organización que se define como “feminista”, que no sólo ofrece servicios, sino que además “somos defensoras de los derechos de las mujeres, asumimos posturas en defensa de los derechos de la mujer”.
“Eso tiene unos retos, además de reconocer que vivimos en un país en el que sus estructuras son machistas pues también tiene unas limitaciones. En estos 45 años la sostenibilidad económica ha sido un reto, reconociendo también todo ese componente de apoyo no solamente de profesionales sino también el apoyo económico que le damos a nuestras participantes para que logren también salir y mantenerse firmes fuera del ciclo de violencia. Sin embargo, Casa Julia ha sabido evolucionar, ha sabido transformar sus proyectos para ser efectivos en atender las necesidades de las sobrevivientes, según se han ido transformando, y hemos logrado evolucionar”.
Ramírez alude a los ocho programas de servicio que mantienen activos, a la reapertura durante la pandemia por COVID-19 del albergue en la zona sur luego de ocho años cerrado, entre otros logros.
“Hemos podido, a través del trabajo que hemos hecho, visibilizar la magia que sucede aquí dentro, conseguir alianzas que nos han permitido expandir servicios y llegar donde realmente hacen falta”.
La lista de pendientes para el 2025 es extensa. Sus estrategias de comunicación han permitido que más sobrevivientes “sepan cómo acceder a nuestros servicios, que más gente se una para erradicar la violencia de género”. Han diseñado nuevas iniciativas “que nos emocionan muchísimo”.
“Tenemos un proyecto para expandir los servicios de sicológicos de la niñez a través de todos nuestros programas, todos los años tienen su campamento de verano y además van a tener yoga sensible al trauma y arte terapia enfocada en poder sanar y romper esos ciclos para que no se continúen perpetuando. Tenemos un proyecto que se llama En ruta a mi libertad financiera, que vamos a comenzar pronto, son talleres financieros para nuestras participantes y estamos trabajando un proyecto con una organización de Estados Unidos para dar cursos de cosmetología aquí en el centro para las participantes que ese sea su deseo puedan emprender a través de la cosmetología. Este próximo año estaremos haciendo muchas actividades con nuestras participantes que nos emocionan y seguimos con la meta de seguir a donde nuestros servicios no han podido llegar, de seguir expandiéndonos”, propone.
Para ello han diversificado sus fuentes de fondos, en busca de depender menos de donativos estatales. Siguen identificando distintas tácticas de recaudación de fondos y “estamos buscando estrategias para, a través de nuestros servicios, lograr estabilidad”.
“Tenemos diferentes proyectos en ruta para poder llevar lo que ya hacemos a través de talleres, de educación con respecto a género, de cómo prevenir la violencia de género, estamos buscando esa manera de que nuestros servicios nos apoyen a esa sostenibilidad de la organización”.
Ramírez destaca que las participantes llegan a Casa Julia en el que seguramente es “el peor momento de sus vidas” y poder “ver esa transformación, ese agradecimiento y cariño cuando se van” les resulta especial.
“Realmente somos una organización que creamos comunidad y que sanamos en comunidad. Y ver cómo no solamente con nuestro personal, sino cuando salen a vivienda crean una comunidad de apoyo y eso es lo que las sostiene, estar juntas, el creer en nosotras y como ellas mismas decían ‘cuando ellas mismas no creen en ellas es importante que haya alguien que sí crea en ellas’. Eso es Casa Julia y ése es el poder de la comunidad de mujeres que sanan entre todas. Para mí es muy emocionante ver la alegría otra vez porque los agresores lo que nos quitan es esa sonrisa. Es muy gratificante ver a las participantes que vuelven a este espacio donde hay tanto dolor cuando llegan y ver que ese dolor se ha transformado en alegría, en sonrisas y en comunidad, es algo que no tiene un valor que le podamos dar”, afirma.
El futuro promete. Algunas participantes integran la junta directiva de la organización, son socias aliadas de la Casa que llevan donativos o talleres para quienes hoy ocupan su lugar.
“Casa Julia es muchas cosas, pero Casa Julia es poder, es libertad y esperanza”, culmina Ramírez.
SER FINALISTA DEL PTH 2024
“Es una alegría muy grande porque somos un equipo que lo damos todo, reconocer sobre todo esos 45 años que cumplimos como organización que hemos crecido, que hemos evolucionado y que seguimos dando la lucha contra la violencia de genero yo creo que es momento de reconocer a todas esas mujeres valientes que fundaron la Casa y que han sostenido estos espacios seguros”.
Fotos y vídeo / Javier del Valle