La periodista y escritora Tatiana Pérez Rivera reflexiona en torno a su labor como entrevistadora, investigadora y autora del libro “Una fundación para todos los tiempos: 38 años de acción filantrópica” de la Fundación Comunitaria de Puerto Rico
Por Ana Teresa Toro :: Oenegé

Tatiana Pérez Rivera es periodista y escritora con especialización en temas culturales,
edición de revistas, columnas de opinión y el tercer sector.
¿Cómo se arma un libro que documente la historia de algo que es más bien abstracto y que, a su vez, se compone de un sinnúmero de historias concretas? Con ese inmenso reto se topó la escritora y periodista Tatiana Pérez Rivera al iniciar el proceso investigativo, de entrevistas, de diálogos editoriales y de redacción del libro Una fundación para todos los tiempos: 38 años de labor filantrópica, que publicó a finales del pasado año la Fundación Comunitaria de Puerto Rico (FCPR). Y es que la historia de una institución se va armando al unir los fragmentos de los relatos, memorias, experiencias, gestiones y proyectos que han trabajado a lo largo del tiempo participantes y colaboradores de todos los niveles y campos de acción. No es una historia en solitario, es un encuentro de voces y vivencias que le dan sentido a ese organismo sin cuerpo, pero, a su vez, hecho de tantos cuerpos que constituye una institución.
En su quehacer, Pérez Rivera ha documentado el trabajo, luchas, triunfos y retos de un amplio número de organizaciones sin fines de lucro en Puerto Rico a través de su labor como periodista de la revista de la Fundación Ángel Ramos (FAR), Oenegé. En este espacio a lo largo de más de una década ha podido conocer y dar a conocer las historias del tercer sector en Puerto Rico, acompañarles en sus reclamos, destacar sus héroes y heroínas anónimas y celebrar sus logros. Su labor la ha convertido a lo largo de los años en una pluma especializada y conocedora del sector como hay pocas en el país. Actualmente, además es la conductora de Oenegé, el pódcast, un nuevo componente de los esfuerzos de Comunicaciones de la Fundación Ángel Ramos desde el cual se busca no sólo ya mostrar el quehacer del tercer sector, sino ampliar el foro para que más personas conozcan acerca del amplio acervo de soluciones que el liderazgo de las organizaciones sin fines de lucro del país tiene para ofrecer a los problemas que enfrentamos como sociedad. De ahí que su selección como autora para este proyecto de la FCPR fuese un paso natural y cónsono con las aspiraciones de la publicación.
"La cotidianidad se impone y ahí el miedo entra y hace fiesta. Y uno se pregunta, ¿qué mueve más, el miedo o la esperanza? Pero veo cómo las fundaciones y las organizaciones aportan la esperanza a la ecuación cuando te enseñan otras maneras de manejar tu realidad y salir de ella".
Tatiana Pérez Rivera
Autora
|
La investigación de Pérez Rivera comenzó en el 2020 cuando en plena pandemia realizó las primeras de más de 60 entrevistas a participantes y colaboradores de todo perfil que dejaron su huella en la FCPR y cuyas vidas también fueron transformadas por lo vivido. Trabajó de la mano del Dr. Nelson Colón Tarrats, principal oficial ejecutivo de la FCPR, así como con integrantes de su equipo administrativo actual como la oficial de comunicaciones Libni Sanjurjo y la vicepresidenta senior Mary Ann Gabino. Edder González se ocupó del diseño gráfico y Odette Aguilar de la corrección.
Pero quizás la labor más intensa fue la de sentarse a escuchar decenas de testimonios, contrastarlos con documentos y fotografías y encontrar la mejor manera de presentar a los lectores una historia en la que converge la experiencia institucional con la realidad social del país década a década.
“La gente empezaba refiriéndose a la Fundación y terminaban hablando de ‘nosotros en la fundación’. Pude dialogar con personas que estuvieron 5 años, hace 15 años, gente que entró y salió en distintas etapas. Todos comparten ese vínculo que no se rompe pues les dio una oportunidad genuina de servir al país, son personas que no conocían el Puerto Rico al que la Fundación Comunitaria les enfrentó. También les daba el sentimiento de completar una tarea, de sentir que aportaban al país”, explica Pérez Rivera acerca del componente humano tan prioritario en la gestión de la FCPR.
“Hay personas que iban a visitar comunidades y el Dr. Colón les decía, apaguen los celulares, vamos a escuchar y se topaban con dinámicas bien distintas porque, por ejemplo, si venía alguien del mundo de las finanzas se enfrentaba a tener que aprobar un donativo a base de confianza, algo que sería imposible de hacer en la banca sin recibir mínimo un señalamiento. Fue así también como van entendiendo que el tercer sector necesita sus propias reglas y modos de ver y accionar”, abunda.
Para la autora uno de los aspectos más relevantes de la historia de la institución es el modo en que lograron articular una junta de directores con personalidades clave de diversos sectores de la sociedad, muchas veces de visiones radicalmente opuestas, que lograban dialogar y llegar a acuerdos a favor de una causa. A su vez, el celo con el que siempre han protegido el evitar que las tensiones y presiones que puede generar la política partidista incidiera de ninguna manera en su toma de decisiones. Algo, que bien es sabido, es muy difícil de lograr en cualquier tipo de institución, sea filantrópica o no.

Durante la presentación del libro el pasado mes de noviembre, Pérez Rivera
enfatizó en la importancia de dar a conocer los procesos de toma de decisiones
en instituciones como la FCPR como modelo de acción para el país.
“En las reuniones de junta todo el mundo era loco con llegar pues era un momento de mucho aprendizaje, podían relacionarse con personas con las que de ningún otro modo tendrían relación a no ser por ese espacio. Mantenían a raya la política partidista, aún teniendo sentadas en la misma mesa a personas abiertamente partidistas. Podías tener a un desarrollador con un líder comunitario con visiones distintas acerca de qué se debe hacer con la tierra y haciendo un esfuerzo genuino por entenderse”, celebra la autora quien considera que, además de este modelo de diálogo saludable y civil a favor del país, el libro ofrenda como mayor testimonio el poder ver de primera mano “cómo las fundaciones y las organizaciones tienen una gran habilidad para, con rapidez, diseñar, implementar y ajustar una iniciativa para resolver un problema. Este libro es un catálogo de esfuerzos. Algunos tienen un gran resultado, otros están por verse, otros merecieron ser ajustados o no son iniciativas para siempre. Otras ya se han completado y son iniciativas que tuvieron su principio y su final y están las que no se completaron como se imaginó, pero el proceso para llegar a ellas mejoró la situación”, analiza.
Como periodista, con décadas de experiencia tanto en el sector como en el diarismo y la cobertura cultural, Pérez Rivera da cuenta del hecho de que el tercer sector es muchas veces demasiado anónimo. De modo que, cuando el lector se adentra a un libro de esta naturaleza, encontrará la amplitud de dimensiones que abarca y la cantidad de campos del saber y de acción social en los que incide. Por ello, el libro ha sido organizado de manera temática y abarca temas como educación, vivienda, salud, comunidad, justicia social, equidad, artes, comunicación, fondos y legados, eventos naturales, manejo del sol y el agua y la operación general, entre otros.
El primer capítulo sí responde al relato cronológico y explica las particularidades de una fundación comunitaria, un modelo de gestión filantrópica inexistente en el Puerto Rico de hace ya casi 40 años. Básicamente, una serie de fundaciones estadounidenses de gran tamaño (como Ford Foundation, Carnegie Foundation, Rockefeller Foundation y McArthur Foundation, entre otras), movidas por los esfuerzos de la diáspora puertorriqueña en los Estados Unidos, otorgarían un donativo inicial con la condición de que fuese igualado y duplicado en el país. Entre todas las fundaciones estadounidenses aportarían $4 millones de dólares, una suma significativa en la década del 80. Le correspondía a la isla lograr recabar $8 millones de dólares para recibir ese donativo matriz y poder establecer el fondo base.
Para ello, se hizo un estudio de viabilidad y se encontró que las leyes no favorecían las donaciones. Había que crear un marco legal. No existía una cultura filantrópica como la conocemos hoy, ni mucho menos el ya familiar concepto de responsabilidad empresarial. Por lo general, ese aporte de donaciones era relegado a las empresas que operaban en la isla bajo la sección 936, pues era uno de los requisitos con los que debían cumplir. Uno de los portavoces a favor de la creación de ese fondo fue Teodoro Moscoso quien se ocupó de abogar a través de sus contactos y en columnas de opinión en los diarios del país a favor de la noción de que “nos toca a nosotros hacernos responsables”.
Una vez logrado este esfuerzo, iniciaron su gesta el 1 de abril de 1985, y desde entonces han operado de la mano de las necesidades del país, además de fungir como un gran ente canalizador de fondos provenientes de individuos, legados u otras instituciones. Pasaron de “apagar fuegos a una filantropía estratégica, vieron crecer a las organizaciones y han crecido junto a ellas”.
Los retos, las transformaciones -particularmente en este era post María- y los golpes no han sido pocos. Muchas veces han tenido que regresar a lo urgente. “La cotidianidad se impone y ahí el miedo entra y hace fiesta. Y uno se pregunta, ¿qué mueve más, el miedo o la esperanza? Pero veo cómo las fundaciones y las organizaciones aportan la esperanza a la ecuación cuando te enseñan otras maneras de manejar tu realidad y salir de ella. Se acompañan mutuamente en el proceso y eso hace la diferencia”, puntualiza la autora para quien en este tipo de relatos son una aportación a la constante búsqueda de soluciones que hay en el país a problemas que ya muchas comunidades han logrado resolver efectivamente. A veces, el viaje más complicado es hacia el interior. Esta historia provee una mirada al microcosmos de una institución para que pensemos mejor el macro que es Puerto Rico en pleno.
Fotos: Javier del Valle/Suministradas