La inspiradora historia de la primera neuróloga de Puerto Rico es digna de compartirse y, a través de su cabezudo, la destacamos en ocasión de la Semana de la Mujer.
Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé

La actriz Thais González Peña tuvo a su cargo el representar el
cabezudo de la doctora Ana Judith Román en la comparsa del
2025 de las Fiestas de la Calle San Sebastián del
Colectivo Agua, Sol y Sereno.
No siempre los homenajes incluyen flores y discursos. A veces cobran forma de llamativo cabezudo y los aplausos que recibe la persona exaltada resuenan gracias a los cientos de manos que lo acompañan.
“Por su cabezudo la conocerás”, dicen sobre algunas figuras de nuestro país resaltadas con este arte. Pues en este mes de marzo -en el cual se destaca a la mujer trabajadora- te presentamos a la doctora Ana Judith Román García, la primera neuróloga en Puerto Rico quien, tras culminar sus estudios de bachillerato en la Universidad de Puerto Rico en el 1949, partió a estudiar medicina a Francia ya que la recién establecida Escuela de Medicina Tropical en nuestra isla solo se especializaba en investigación. Su cabezudo fue presentado en las Fiestas de la Calle San Sebastián 2025 por la actriz Thais González Peña, invitada por el colectivo Agua, Sol y Sereno.
La doctora Román nació en Río Piedras en el 1930. Apoyada por una beca, sin mayores recursos económicos y sin dominar el idioma, embarcó con destino a Francia. Tenía 18 años. Cuando acabó su estadía en dicho país, había completado seis años de medicina en la Universidad de París y la especialidad en la Escuela de Medicina de Montpellier, en el sur del país europeo. Fue distinguida con el Diploma de Honor por ser el segundo mejor promedio de su clase formada por 150 alumnos, según estipula el portal enciclopediapr.org.
Luego vinieron años de desarrollo laborando y aprendiendo en hospitales en Estados Unidos, Bélgica, Alemania, Inglaterra y España, mientras estaba casada y tenía dos hijos. A su regreso a la isla en la década del sesenta, se destacó como pionera en hospitales del Centro Médico, como profesora en el Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico, además de sus aportaciones al Hospital Auxilio Mutuo. La ganadora de la Medalla Sor Isolina Ferré a la Excelencia del Servicio al Prójimo en el 2020 también se especializó en Medicina Interna.
A su fallecimiento el pasado 19 de diciembre de 2024, a los 94 años, ostentaba orgullosa el título de Profesora Distinguida del RCM que le confería su trayectoria.
“Me gradué de la universidad a los 18 años (UPR-RP). En la época mía había mucho discrimen racial y yo únicamente solicité a dos universidades donde aceptaban estudiantes negros, y ellos me contestaron que yo estaba muy nuevita. Yo tenía los papeles para ir a Francia, pero consideraba que no tenía habilidad para los idiomas y yo dije, ‘no, allá no voy yo ni aunque me den billetes’”, relató la doctora Román durante una entrevista con la Revista de Medicina y Salud Pública.
SUBIENDO Y BAJANDO
“La blusa y los collares eran de ella. Su nieto es músico, nos estaba acompañando con la plena y tuvo el detalle de llevarnos sus prendas y pertenencias. Eso es bien importante para ese proceso cuando uno entra en transición para prestarse a esa comparsa, porque sientes que entras a una experiencia muy íntima”.
Thais González Peña,
actriz |
A la teatrera Thais González Peña, de 28 años, le correspondió portar el cabezudo de la doctora Román durante las Fiestas de la Calle San Sebastián 2025 y lo considera un orgullo.
“La conocía a través de las publicaciones en redes que hicieron páginas como ‘Tiznando el país’, porque publicaban sus imágenes y su biografía. Sé que es una persona icónica, profesora en el Recinto de Ciencias Médicas. También hizo trabajos comunitarios en salud y trabajo social”, enumera González, estudiante de la Maestría en Gestión y Administración Cultural de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.
González tuvo la dicha de conversar con familiares de la doctora Román durante su preparación para portar su cabezudo en las fiestas sanjuaneras, práctica que estimula la organización Agua, Sol y Sereno.
“Eso siempre es una experiencia bien importante. Tenemos la oportunidad de ver videos de sus conferencias, pero comunicarnos con sus familiares nos permitía conocer su carácter más íntimo con sus allegades. Esa experiencia con el cabezudo de Ana Judith fue más expansiva porque tenía muchas personas que la querían”, destaca.
Para sus cercanos, la experiencia de ver el cabezudo resultó “bien evocadora”. “De momento, cuando te abrazan a ti, están abrazando a Ana Judith. Y es ese proceso evocador que tiene el cabezudo y su corporalidad lo que te permite conectar”, explica la artista.
González conversó con las sobrinas de Román, con sus hijos, conoció a las parejas de sus hijos, a los amigos de sus hijos que se relacionaron con ella, a compañeros de trabajo y hasta le prestaron algunas prendas de ropa.
“La blusa y los collares eran de ella. Su nieto es músico, nos estaba acompañando con la plena y tuvo el detalle de llevarnos sus prendas y pertenencias. Eso es bien importante para ese proceso cuando uno entra en transición para prestarse a esa comparsa, porque sientes que entras a una experiencia muy íntima”, dice.

Figuras prominentes de todos los ámbitos de la cultura y el conocimiento en el
país poco a poco se van integrando cada año al grupo de homenajeados
con cabezudos. Algunos ya fallecidos, otros aún vivos, todos parte de la historia del país.
Las anécdotas que le contaron sobre la doctora Román aportaron un matiz distinto a su caracterización. “Estaban plagadas de afecto. Es una parte bien conmovedora porque no es solamente el conocimiento de todo lo que hizo, también es ese cariño. Los familiares nos proveyeron vídeos de las fiestas y los cumpleaños, y veíamos lo ‘buyanguera’ que era, lo que le gustaba el baile. Nos decían que le dedicaba tiempo a arreglarse y estaba bien consciente de cómo quería verse y cómo proponía su presencia”.
Tras revisar los logros profesionales y personales de la doctora Román, y comprobar su convicción de educarse más allá de lo que quizás se esperaba de ella, González define el trabajo artístico como “de gran inspiración”.
“También es de un profundo aprendizaje de lo que conlleva construir los privilegios de los que hoy nosotres gozamos. Muchas veces vivimos otros contextos, pero sí me enseña bastante del carácter que se necesita para luchar por las cosas que tú necesitas, las cosas a las que tú aspiras. Te permite aprender que siempre va a haber retos, pero si te dispones a superarlos también puedes generar un camino. Siempre nos hablan de ser ejemplo, pero todo estaba bien alineado con la coherencia de lo que ella quería hacer para ella misma, lo que te llama la atención, lo que te mueve”.
Y en el caso de la doctora Román, eso incluía el servicio.
“El servicio se ha convertido en el trabajo para el otro, pero también existe algo chévere y es que te gusta, disfrutas en el proceso. Parte de lo que he aprendido de ese contexto de ella cuando supera todos los retos, es que el gusto que probablemente sienten estas personas que fundamentaron muchas cosas de nuestra historia les dio la suficiente fuerza de voluntad para mantenerse en el camino, para superarse a ellas mismas y para reconocer que siempre tienes la oportunidad de seguir aprendiendo. Es un ejemplo impresionante porque va a un país con una lengua que no es ni la primera ni la segunda, y seguir con las ganas de seguir creciendo profesionalmente a pesar de eso me parece que incluso supo aprovechar los espacios para vivir; te llena de aventura, te inspira”, reconoce.
Si te preguntas cuán pesados son los cabezudos, la actriz te saca de dudas. “No pesan, son livianos porque son confeccionados en papel maché. El reto es que te quede ajustado, que no te quede bailando, porque el cabezudo tiene un gesto, mira. Llevar el cabezudo es saber caminar con él y sostener la energía de esa personalidad que se evoca. Que parezca que el cabezudo mira a todo el mundo y que es parte del cuerpo que lo lleva”, resume González su objetivo.
Fotos / Julio Ramos