“Nosotros queremos contribuir de una manera positiva a la juventud formando jóvenes para la ciudadanía, para la sociedad, pero hemos descubierto que no todos los jóvenes del mundo tienen las mismas posibilidades. Muchos están rodeados de situaciones bastantes difíciles creadas por problemas económicos, sociales y familiares”, explicó el padre Pablo Osorio Carmona, director de la escuela.

Osorio Carmona adoptó este esfuerzo junto a un selectivo grupo de maestros, con el fin de ofrecer calidad de vida óptima, seguridad y confianza a los chicos que se levantan día tras días para asistir a clases.

El trato entre estudiantes y maestro es cálido. Allí se refuerzan los valores, se destila hermandad y se respira con un solo pulmón. Como parte de la estructura educacional se involucran a los padres y madres como componente crucial del desarrollo de estos jóvenes.  

“Aquí lo único que necesitan para venir es el deseo de superarse y contar con el patrocinio de la familia. Necesitamos el apoyo de esos padres y tienen que comprometerse con nosotros”, añadió el padre. “Para mí todo muchacho que quiere venir aquí tiene oportunidad. Ellos han llegado por su propia voluntad y me siento feliz porque ese muchacho quiere cambiar su vida y eso no lo podemos desaprovechar. Aquí nadie viene por accidente”.

Luego de tomar los exámenes de ubicación y antes de adentrarse a la comunidad educativa, los estudiantes tienen la oportunidad de escoger la carrera vocacional en la que se quieren especializar.

El Politécnico Amigó ofrece talleres de barbería, electricidad, reparación y programación de computadoras. La dinámica que se experimenta dentro de cada una de estas aulas proyecta la integración y complicidad que existe entre profesores y estudiantes. Estos muchachos llegan de diferentes partes de la Isla todas las mañana a las 8:00 a.m. Para ellos, el Politécnico Amigó es su segundo hogar. Allí, según contaron a OENEGÉ les enseñan a respetar, compartir y luchar por lo que quieren. Para los maestros y trabajadores, esa es la misión: crear jóvenes dignos, respetuosos y visionarios.

El programa de educación alternativa de este proyecto va desde noveno grado hasta el cuarto año. Para cumplir con cada nivel, el estudiante debe aprobar el grado cada tres meses. El sacerdote explicó que este modelo intenta construir una pirámide de destrezas básicas para esos grados.

Además de los cursos de materias regulares, estos jóvenes reciben servicios de capacitación destinados a fortalecer la vida laboral y universitaria, así como para la toma de decisiones, formación de carácter y prevención del uso de alcohol y drogas.

Al finalizar la escuela, gracias a los cursos vocacionales, estos jóvenes cuentan con una licencia que les permite trabajar bajo la tutela de un adulto y poner en práctica los conocimientos adquiridos para así darle inicio a una carrera laboral.

Hasta el momento, Politécnico Amigó ha graduado cerca de 2,000 alumnos de los que el 32 por ciento ha continuado estudios universitarios.

De acuerdo con el padre Pablo, una de las fallas del sistema educativo del País es que, cuando el Gobierno tiene que recortar presupuestos, atenta contra la educación pública, los jóvenes y las universidades.

“La única esperanza para que nosotros cambiemos este País, para que la violencia y las drogas cesen, es precisamente preparando jóvenes para el futuro, pero que salgan realmente preparados. Los capacitamos para que entren a la universidad. Nosotros no queremos gente frustrada”.  

El director escolar aseguró haber encontrado una alternativa para la educación basada en el respeto, la dignidad, el trabajo en equipo, atacando las necesidades y transformando acciones.

“Ellos son la esperanza del mundo, no tan solo de Puerto Rico”, aseveró. “Pero tenemos que hacer algo. Esta política viciosa no es buena para nuestros muchachos. Nosotros tenemos que ser acción positiva, que ellos vean que son importantes y son parte del pueblo. Invito a que nos sigan, quiero que el proyecto sea en beneficio de esos jóvenes”.

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