Centros Sor Isolina Ferré  fue uno de los tres finalistas del Premio Tina Hills 2014


Por Ana Castillo
Muñoz
OENEGÉ

Más necesidad y menos recursos. Esa es la realidad del país. Más necesidad y más deseos de sostener a la comunidad, esa es la realidad de los Centros Sor Isolina Ferré.

En su compromiso de continuar ofreciendo servicios a sus participantes, el Dr. José Luis Díaz,director ejecutivo de los centros, se levanta todas las mañanas buscando alternativas que lo ayuden en su labor. Hace años encontró una: el Premio Tina Hills por Servicio a la Comunidad, y desde que supo de su existencia no se ha despegado de su lado.

Para él, no es un reconocimiento cualquiera, es un apoyo. Ha sido durante estos años un compañero de camino, "un aliado constante". Aunque es la primera vez que quedan como finalistas del premio más importante de la filantropía puertorriqueña, el reconocimiento llegó justo a tiempo, vino a celebrar.

"Para nosotros es importante el Premio Tina Hills, más que nada este año porque estamos celebrando el centenario de Isolina, y significa un reconocimiento a su labor, a su trayectoria", comentó Díaz.

"Decidimos utilizar la parte monetaria del premio, para nuestro programa de educación, específicamente en la prevención de la deserción escolar. Nosotros tenemos poblaciones de alta vulnerabilidad, en términos de las condiciones sociales y económicas para dejar la escuela. Hay una correlación grandísima en el abandono de la escuela y la criminalidad, por lo tanto, en la medida en que nosotros podamos mover recursos y esfuerzos en relación a la deserción escolar evitamos la criminalidad, la violencia y las drogas".

Los Centros Sor Isolina Ferré son una entidad sin fines de lucro de base religiosa que promueve el desarrollo del ser humano mediante la justicia, la dignidad, el respeto y el amor, reconociendo a Dios como padre y al prójimo como hermano. Ya son 45 años de servicio bajo esa premisa. Pero el trabajo no solo se queda en la espiritualidad. Allí, dedican el mayor de los esfuerzos a la juventud, en especial a la educación, a través de programas dirigidos a evitar la deserción escolar y la ubicación de empleos.

El año pasado, lograron beneficiar a 61 mil personas de servicio directo, de los cuales 300 fueron jóvenes reubicados en diferentes lugares como empleados.

Para Díaz, los centros cuentan con tres pilares básicos que aportan a la trasformación del joven y el individuo: la educación, las bellas artes que ayudan en la sensibilidad de la persona, y los deportes porque son parte de la naturaleza asimétrica de los jóvenes.

"Nuestros programas de educación son holísticos, pero también trabajan intensamente con la parte  psicosocial y de transformación humana", explicó.

Además de eso, el director ejecutivo entiende como parte de las labores es importante inculcar los valores de superación en los jóvenes y participantes. Cuenta que para lograr eso los encaminan al desarrollo de herramientas para que "él mismo pueda autodirigirse y moverse a algo mejor".
Desde Ponce, y hasta el momento, los Centros Sor Isolina Ferré se han movilizado a otros 17 municipios y 24 residenciales públicos del país. También, ofrecen servicios de trabajo social, apoyo emocional y consejería familiar.

Con el pasar del tiempo, los proyectos aumentaron y los niños y niñas también se benefician de ellos mediante el Centro de Educación Temprana (CET) que trabaja la filosofía de educación Montessori. Además, por medio de Trinity College of Puerto Rico ofrecen cursos y carreras cortas.
"Nosotros tenemos como meta continuar creciendo porque mientras haya necesidad, estaremos. Estaremos trabajando en el área de empresa social y buscando una variedad de fondos, no solo fondos que vengan de la filantropía, también de nuestros esfuerzos".

Díaz, llegó a los centros como invitado. De eso hacen 13 años ya. Para ese entonces, se estrenaría como jubilado. Aún no lo hace, le quedan años de trabajo y labor social. Considera este paso como un "enfoque distinto de la  vida donde uno se siente como instrumento de Dios".

La experiencia de contribuir al bienestar de otro, no puede definirla. Dice que hay que vivirla que va más allá de una piel erizada. Es una sensación sentirla, y después si puede, explicarla

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