Esto significa que la rutina de clases de estudiantes en las escuelas Sofía Rexach en Cantera, Luis Lloréns Torres en Hato Rey y Parcelas Suárez en Loíza, variará por una hora. En sesenta minutos, dos bailarines profesionales que integran la compañía de danza contemporánea Andanza les enseñarán estiramiento, posiciones básicas de baile y armarán una coreografía que, a finales de semestre, mostrarán al público. Esto es el programa Danza con Andanza en todo su esplendor.

"En todas esas escuelas, sin nosotros no habría baile", expone Lolita Villanúa, directora de la compañía de baile anclada en Santurce, finalista por segundo año consecutivo del Premio Tina Hills por Servicio a la Comunidad que otorga la Fundación Ángel Ramos.

No solo el baile estaría ausente, sino además los beneficios que este aporta. Danza con Andanza llega a un salón de clases repleto de estudiantes inmersos en complicadas situaciones familiares y sociales, cuyas familias, en su mayoría, pertenecen al elevado por ciento de nivel de pobreza en el país.

Quizá nunca han pisado un teatro, mucho menos han comprendido lo que el baile significa y lo que respetar el cuerpo puede heredarles. Sin embargo, por una hora no piensan en otra cosa que en mover sus cuerpos, en seguir al maestro.

"La nominación y el ser finalista tiene diversos efectos para nosotros", explica Villanúa sobre el Premio Tina Hills, "por un lado está el incentivo económico porque como finalistas recibimos $15 mil que se aprecian y se necesitan y por el otro es un reconocimiento a la labor que no es nada fácil".

Los bailarines Norberto Collazo, Eloy Ortiz, Nathanael Santiago, María Alejandra Castillo, Cristina Lugo y Nanya Sierra arriban a salones repletos de pupitres y ruido, condiciones propias de un aula, pero hostiles para un bailarín. Con paciencia llegan a convertirlo en un escenario.

Los jueves a la 1:00 p.m., en la escuela Sofía Rexach varios grupos aprenden de otro modo desde agosto del 2014. "Nos esperan con emoción", acepta Villanúa, "aprenden estiramiento, respiración, fortalecimiento, coreografías, hacen ejercicios de improvisación".

Ahora en mayo, durante la puesta de estrenos de Andanza en el Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré, en Santurce, estudiantes de escuelas participantes en Danza con Andanza acudieron en la mañana a la sala con dos propósitos: ver a sus maestros bailar y, luego, bailar ante sus maestros las coreografías montadas a lo largo del semestre en dichas funciones matutinas.

"Es totalmente transformador para ellos. Ven a sus maestros en acción y después entran ellos en escena y muestran lo que han logrado. Para algunos es la primera que vez que van al teatro. '¡Ay, esto es como un cine!', nos dicen a Maritere (María Teresa Robles, directora del Programa Educativo de Andanza) y a mí. Nosotros no sacamos dinero de esas funciones; Bellas Artes nos presta la sala en la mañana y el Municipio de San Juan provee la transportación desde las escuelas", detallá.

La experiencia altera el panorama en sus vidas y abre una nueva ventana de posibilidades.  Soñar viene antes que lograr.

DEJARLOS NO ES UNA OPCIÓN

"El alza en la incidencia criminal, la deserción escolar, el alza en desempleo, así como el ocio en la juventud, padres jóvenes, casi niños, son problemas latentes que afectan directamente la escuela y la comunidad escolar en general. La escasez económica que vive la mayoría (96%) trae de la mano la privación cultural y, por ende, la falta de conocimiento que afecta el desempeño estudiantil", escribe el profesor Jorge Rivera, maestro de Teatro de la Escuela Elemental Parcelas Loíza, a donde Andanza llegó en enero del 2014.

Por su parte Rosibel Recondo, directora de la Escuela Elemental Luis Lloréns Torres en el residencial público de igual nombre, donde hace siete años comenzó Danza con Andanza, afirma que el 96% de su población escolar está ubicado en el nivel de pobreza y que 1 de cada 5 estudiantes tiene un progenitor muerto o encarcelado. El 29% de una matrícula de 249 estudiantes recibe servicios del programa de Educación Especial.

"Los maestros nos han dicho cómo ellos notan una mejoría sustancial en todos los niños que toman los talleres", sostiene Villanúa, "y esa mejoría va desde que antes no podían estar una hora quietos en una clase académica hasta mejorar destrezas motoras para escribir o en la disciplina y el interés por otras cosas que van desarrollando en sus vidas. Ellos esperan esos días en que vamos".

La información contenida en una encuesta realizada entre el estudiantado de Llórens Torres arroja luz en esa dirección. Un total de 102 estudiantes integraron la muestra y de estos un  95.24% afirmó que les gusta el baile, solamente el 4.76% había tenido oportunidad de tomar clases de baile anteriormente, el 82.54% opina que el baile les provee experiencias buenas y un 65.08% aseguró que el baile le da más ganas de ir a la escuela.

A las nueve de la mañana llegan seis bailarines a la escuela en el inmenso residencial público y de forma simultánea se trabaja en tres salones de clases para luego repetirlo a otra hora con tres más.

Además, en otras escuelas ofrecen los talleres por invitación, como es el caso de la Escuela del Pueblo Trabajador en Río Piedras o los miércoles en la Escuela Juan Ponce de León en el Barrio Juan Domingo en Guaynabo. En la comunidad sanjuanera de Trastalleres, impactan un grupo de adultos que les solicitó con insistencia aprender a bailar salsa.

"Todas las semanas vemos 400 estudiantes y sube a 600 la cifra porque cada cierto tiempo extendemos el taller a toda la escuela porque nos gusta cubrirla completa. Ellos lo reciben muy bien, siempre hay algunos que no les gusta pero después se van transformando, se van encantando con la cosa cuando ven a los otros bailar. En general lo reciben sin tanto prejuicio porque se integra, por ejemplo, el hip hop. No es llegar en puntas y tutú a bailar ballet, tú integras géneros populares a la danza moderna que tiene muchas posibilidades de integrar nuevas cosas", señala la directora.

A lo largo del año escolar deben cubrir un currículo preparado por María Teresa Robles el cual dispone que aprendan posiciones básicas y comunes a todo baile -como la primera, segunda y tercera posición en brazos y piernas- y otros propios del ballet como el relevé.

"María Teresa se encarga de entrenar a los bailarines sobre lo que enseñarán cada semestre. Por ejemplo, deciden cuando ya se deben introducir los brincos con giros. Es como la Escuela de Baile de Andanza, pero más lento y adaptado a otros géneros", detalla sobre el programa cubierto por 427 estudiantes de todas las edades entre el 2013 y el 2014.

Los maestros de baile experimentan vivencias similares a los del programa de clases regular. "No llegan a decir 'no puedo más', pero es extenuante para ellos. Aunque siempre ocurre algo en el día con los nenes que les vuelve a dar ánimo; ellos los reciben con abrazos, ver el progreso en un estudiante les da satisfacción y seguridad de que el trabajo que hacen vale la pena. Entonces te dicen 'esto no lo dejamos por nada del mundo'", reconoce Villanúa.

En su caso, como líder de la compañía, la emoción se traduce en lágrimas. "Sí, yo soy llorona", confiesa, "y cuando ves lo que han aprendido, cuando bailan, te dan ganas de llorar y te convences de que junto a los maestros estás haciendo una labor importante. Eso está brutal".

No todos serán bailarines, por supuesto, pero ese no es el único fin. La labor comunitaria parece estar en el ADN de la compañía fundada en el 1998. Hace trece años sobrepasó el simple ofrecimiento de becas a estudiantes de escasos recursos hasta integrarse a la comunidad. Lo han realizado de forma ininterrumpida, con auspiciadores o sin ellos puesto que "no se puede parar".

"La labor comunitaria y educativa es lo que nos lleva a otros niveles artísticos y estéticos porque para nosotros son inseparables. Se trata de la formación de futuros artistas, de ciudadanos sensibles, de nuevos públicos, de estudiantes con más motivación, alegría, placer y juego en sus vidas. En Andanza el proyecto estético es bien valioso, pero el educativo y el social completan la esencia de la compañía", culmina Villanúa.

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