Cuando se les acaban los jugos, las meriendas y la comida para ellos en la alacena, visita el Banco de Alimentos de Puerto Rico una o dos veces al mes.

"Esto nos ayuda a poder hacer la diferencia y continuar ayudando a niños y a familias necesitadas. Poder venir aquí a completar lo que se acabó es una salvación", afirma agradecida.

Reyes encuentra una lata de espaguetis y la echa en su carro de compra que más tarde recibirá también un paquete grande de pollo congelado del país. "Yo los voy juntando y cuando tengo varios los cocinamos juntos para darle espaguetis a todos los nenes a la vez", explica, "y estos dulces son los premios para los que hacen lo que tienen que hacer".

También, lleva una bolsa de maíz seco. "Es para el señor que aparece por las mañanas y nos dona los huevos con los que le hacemos el revoltillo a los nenes", explica la religiosa, "hay que venir aquí, aunque sea lejos, porque esto es una gran ayuda. Además es un enganche, así atraemos al resto de la familia para integrarlos al proceso de educación".

NECESIDAD DESCONOCIDA
En una isla donde decir "para que falte que sobre" es ley, cuesta creer que alguien duerma con hambre. Cuando la mayoría ignora que familias enteras no tienen qué comer algunos días y los otros también, el Banco de Alimentos de Puerto Rico no voltea la cara. Desde el 1988 han identificado modos de resolverlo; antes, llegando a comunidades necesitadas con el baúl del carro de los misioneros fundadores lleno de comida y ahora invitando a entidades pertenecientes al Tercer Sector a que pasen a surtirse con la mercancía disponible en el amplio almacén situado en Bayamón.

La prioridad de esta organización sin fines de lucro es satisfacer las necesidades alimentarias de niños, enfermos y personas que atraviesan una difícil situación económica. Y no son pocos.

Con estadísticas recopiladas en el Censo del 2010, el estudio Nuestros niños cuentan resalta que 56% del total de niños que residen en Puerto Rico integran familias que viven bajo el nivel de pobreza. El estudio identifica, además, que 1 millón 710 mil personas en la isla viven en este nivel, lo que representa un 45% de la población. El estado con mayor población en este estatus de pobreza es Mississippi, con un 21% de sus habitantes.

Yolanda Muñoz acomoda alimentos en una góndola. Hace ocho meses trabaja unas horas en el almacén que de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. luce agitado con personas descargando alimentos de camiones, registrándolos, pesándolos, acondicionándolos, distribuyéndolos en las neveras, congeladores y góndolas y luego despachándolos a los consumidores.

"Yo verifico que estén en buenas condiciones", explica Muñoz con una gran sonrisa, "se deja en góndola lo que esté en fecha, verifico que el producto se vea bien y esté bien. Algunas cajas están dobladas, pero por dentro el alimento está sellado, eso se puede dejar. Pero, si está inflado o tiene los bordes mohosos se descarta".

Una ojeada a los productos en las góndolas da cuenta de quién dona mercancía al Banco que se convierte en un gran distribuidor a través de organizaciones sin fines de lucro reconocidas. Supermercados, mayoristas y detallistas se han unido. Botellas de agua, detergentes, comida para mascotas y para bebés, lácteos, bizcochos, arroz, mantequilla de maní, repelente para mosquitos, cereales, pastas, café, compotas, pastelería, jugos, carnes y vegetales congelados, de todo llega al centro en cajas provenientes de supermercados como Econo, Pueblo y Selectos, entre otros. También hay aportaciones de Rovira, Indulac, Salchichas Carmela, Mazola, Wal-Mart, Sam's Club, To-Ricos, Coca Cola o Procter & Gamble, entre otros.

"Mi reto mayor es que las compañías confíen o piensen en el Banco de Alimentos de Puerto Rico para canalizar esos productos que tienen y no saben a veces qué hacer con ellos, para llegar a las personas que los necesitan. Aquí hay personas que no tienen qué comer", asegura Ivonne M. Bernard Rivera, directora ejecutiva de la organización afiliada a Second Harvest que se transformó luego en Feeding America.

Bernard recuerda una visita al pueblo de Orocovis a realizar una entrega especial y escuchar a una mujer, llorosa y agradecida, decir "gracias, no tenía qué comer hoy". "Sé que no llegamos al 100% de los casos, pero con uno más que lleguemos cada día yo me acuesto tranquila", confiesa.

Según cifras ofrecidas por el Banco de Alimentos de Puerto Rico, anualmente impactan 110 mil personas al distribuir 4.7 millones de libras de alimentos entre organizaciones que las entregan a las familias.

COMO PAN CALIENTE
En el almacén del Banco se establecen rutas para el recogido por todo el país de esos alimentos donados que, a su llegada, entran al Área de Salvamento. El nombre lo explica todo. Allí se componen cajas dobladas, se pegan etiquetas nutricionales flojas, se retira el polvo.

"Es el centro de todo", indica Bernard, "lo que llega de los supermercados está mezclado; eso se pesa y se va acomodando en las góndolas por fecha de expiración. Por ejemplo, si llega una paleta de salsa de tomates y una se abrió y manchó las demás, se limpian todas las latas antes de llegar a las góndolas. Literalmente allí salvamos los alimentos".

Una Guía de Vida Útil de Alimentos cuelga en una carpeta blanca cerca del Área de Salvamento. Explica la duración de un alimento refrigerado y congelado después de su fecha de expiración. Está disponible, además, en la página en Internet del Banco de Alimentos de Puerto Rico y en la de Facebook.

"Recibimos alimentos perecederos, no perecederos y congelados. Tenemos un walk in freezer y un cooler de cinco mil pies cuadrados. Todo llega como donaciones, no adquiero productos comprados, pero podría hacer una propuesta para ello. No lo estamos practicando ahora, pero no lo descartamos. Tampoco entregamos los productos, lo hacen las organizaciones y sus representantes son los que pueden venir al Banco", menciona Bernard.

Algunos productos pueden tener, dice, "una fecha de expiración corta que va de un mes a seis meses". El Banco utiliza la guía que prepara el Food and Drug Administration de Estados Unidos, la cual brinda un estimado de seguridad de consumo de cada producto.

"Cuando buscan en ese manual se pueden sentir confiados en lo que se van a llevar", dice la directora aludiendo a productos, cuya fecha de expiración llegará, por ejemplo, en un mes, "la leche UHT, luego de su fecha de expiración, tiene vida útil de un año; el yogurt, si lo congelas, puedes usarlo hasta treinta días después de su fecha de expiración. Yo recibo y busco productos en excelentes condiciones, ahora en almacén tengo cosas que vencen en el 2017".

Anteriormente, el Banco gastaba $25 mil anuales en acarreo de desperdicios de alimentos y la cifra se redujo a $6 mil con un cambio en la rotación de alimentos. Antes usaban la práctica corriente en la industria de alimentos "first in first out" y cambiaron a "first expiration date". "Ahora los productos rotan completamente por fecha de expiración en las góndolas y los voluntarios están bien pendientes de eso para retirar lo que ya no sirva", sostiene la líder del Banco.

Bernard indica que la crisis económica ha aumentado la necesidad de alimentos de la ciudadanía y comienza a notarse en la clase media. Sus análisis mensuales de donaciones reflejan además que las empresas están trabajando "con una conciencia bastante grande de la oferta y la demanda".

Además de poder deducir estas donaciones en sus planillas de contribución sobre ingreso, gracias al registro de libras donadas que consigna el Banco de Alimentos, las empresas se ahorran también el dolor de cabeza que supone desechar los productos descompuestos.

"El nivel del impacto cuando esto se descompone aumenta un 20% adicional de los gases que se emiten a la atmósfera, esto va como una cadena. Ahorran también en el recogido externo de basura. Es un win win situation para todos y una montañita menos de desperdicio que se forma en Puerto Rico".

Entre las proyecciones futuras la organización contempla extender las Zonas de Impacto Comunitario mediante las cuales una vez al mes visitan barrios y comunidades que requieren ayuda. "Nos gustaría ir cuatro veces al año, es un esfuerzo adicional que hacemos para entregar alimentos. Ya fuimos a Vieques y a Culebra, vamos a lugares a donde a veces ni los camiones llegan", dice mencionando sectores en Lares, Maunabo o Castañer impactados con este proyecto especial.

"Mientras más alimentos rescatemos, más alimentos donamos. Esa es nuestra meta todos los días", culmina Bernard con la aspiración de que, algún día, nadie se quedará sin comer.

Ayuda en tres pasos
1-Haz una colecta de alimentos entre tus amigos o compañeros de trabajo.
2-Ofrece labor voluntaria en el banco acomodando alimentos.
3-Aporta a campañas de recaudación como "Que nadie se quede sin comer" o "Plato".

Coordinadora de donaciones: Melissa Vélez, 787/740-3663


Fotos por Juan Carlos Álvarez Lara

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