Molina integra la plantilla de empleados del Museo gracias a un acuerdo colaborativo con el Colegio de Educación Especial y Rehabilitación integral (CODERI), que ubica estudiantes egresados (con condiciones mentales) en distintas tareas y oficios en el mundo laboral.

"En CODERI yo empecé como en verano del 2014, creo que estuve bastante tiempito", menciona la joven de suave hablar, "allí yo aprendí mi labor que exactamente era para trabajar en tienda. Mi primera experiencia de trabajo fue en Macy's, después se fue la temporada de Navidad y todo vuelve a la normalidad. Empezaron a buscar y a buscar y encontraron este trabajo para mí en el Museo en Ballajá".

Nunca antes Molina había visitado este espacio y le sorprendió que se tratara de "un museo histórico".

"Del museo me gusta todo", dice orgullosa de que conoce a la perfección su lugar de trabajo. "Me explicaron que lo abrió don Ricardo Alegría, me contaron la historia y me llamó la atención. La primera vez que vine lo que hice fue ver todas las exposiciones. Las más que me gustan son las históricas, las que hablan de los indios y los españoles. Ahora están abriendo una nueva".

Encontró que sus labores serían distintas a las realizadas anteriormente. "Me entrenaron para (trabajar en) una tienda, no era exactamente lo que yo hacía, pero después le empecé a coger el ritmo".

En la tienda del museo empezó "limpiando, sacudiendo polvo, barriendo, moviendo los libros y las cositas".

"Después, a mi jefa se le ocurrió traerme aquí al taller para que tuviera más horas porque en la tienda, donde era mi verdadero trabajo, iban a ser poquitas".

En el taller del Museo de Las Américas la imaginación está a gusto. Hay pinceles, pinturas, lápices, y abundan los materiales reciclados, como el cartón, con el que se trabajan nuevas piezas. Atrae como imán una estufa y un fregadero, como los usuales en los centros de cuido y preescolares, confeccionado con materiales reciclados. Bancos de madera color verde bordean la mesa rectangular en la que se trabaja. Molina se mueve cómoda en el espacio.


"Aquí me encantó tan pronto llegué", cuenta Molina. "Vi un montón de cosas de niños y empecé a ayudar a María Antonia a mover, a pintar, a barrer, a mapear y también la ayudo cuando hay niños y otras personas cogiendo los talleres".

Le agrada, subraya, que las personas "se sientan cómodas cuando vengan al taller. Cuando los estudiantes se van contentos, eso me sube un poco la moral, eso alegra a uno".

La joven vive en el Residencial Nemesio Canales en Hato Rey y sus padres, quienes asegura "les gusta que trabaje en el Museo", generalmente la traen en las mañanas.

"Después de la hora de almuerzo yo trabajo y a la una, tres, cero salgo de trabajar. Entonces voy hasta donde están las guaguas en San Juan y cojo la M3, llego hasta Sagrado y allí cojo la dos o la pisicorre y llego a mi casa que es cerca de Plaza (Las Américas). Me gusta mi trabajo aquí, cuando uno termina, uno se va relajado".

La alegría de Molina es contagiosa. "Siempre estoy contenta, cuando llego por la mañana los muchachos me dicen que siempre estoy alegre. Y yo digo, bastante ‘apagaíta’ está la gente, hay que darle un poco de alegría".

"Yo estoy tan contenta de tener a Carolyn aquí", dice, de otra parte, María Ángela Vilella López, directora ejecutiva del Museo de Las Américas.

"Ella llega con una sonrisa de acá a acá", señala sus mejillas, "que nos hace el día a todos. Siempre está dispuesta, hace su trabajo y se siente tan útil. Ya tiene su rutina: primero en la tienda con la mercancía y luego va al taller donde prepara materiales. A veces hasta escucha los recorridos en la sala porque le interesa todo".

Vilella considera que el reclutamiento de Molina en la institución es una manera de aportar al país. "La estamos ayudando, pero ella nos ha impactado a nosotros también; esto ha sido una cosa de ambas partes. Es una joven dulce que se acopló perfectamente", resalta.

La directora aplaudió el periodo de acompañamiento a Molina por parte de CODERI durante sus primeros seis meses de trabajo."La llevaron de la mano todo el tiempo, hasta la acompañaron a coger la guagua”

Quién sabe lo que traiga el futuro para Molina. Como en el arte que recién conoce, el cielo es el límite.

 

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