El recibidor del Museo santurcino acogía diversos visitantes esa mañana, todos siendo educadores(as) y niños(as) de centros y escuelas que han sido partícipes de alguno(s) de los programas de la Iniciativa Preescolar de la Fundación Ángel Ramos. Sentados por grupos había niños de diferentes escuelas que, impacientes, aguardaban por saber qué les esperaba dentro del teatro. Había representación del Colegio San Agustín; la Casa Montessori de Santurce; Rayitos de Sol, de Guaynabo; y la Academia Bautista Sotera Sánchez de Canóvanas, entre otras escuelas.
"Esta es la primera vez que los sacamos y esperamos que aprendan mucho y que se diviertan. Míralos, están experimentando todo", dijo Maritza Molina, maestra de un grupo de niños entre los 3 y 5 años sentados en el suelo, mientras esperaban su turno para entrar a la sala. Todo a su alrededor parecía ser un mundo nuevo.
En iguales circunstancias estaban los alumnos Montessori con sus camisetas de colores brillantes. La maestra Edmée Feyjoó indicó que había niños de nivel preescolar divididos entre los grupos Coquí y Tanamá, y del nivel 1 de elemental que comprende las edades de 6 a 9 años.
"No tenemos ni idea de cómo será la presentación pero ellos están bien curiosos", afirmó observando sus treinta estudiantes.
Cuando convocaron su entrada, los más de cien alumnos de la Academia Bautista Sotero Sánchez, de Canóvanas, desfilaron en fila india hacia la entrada del teatro. Había alumnos entre los grados Pre pre hasta sexto.
"Vamos, calladitos y en fila", ordenaban las maestras a decenas de estudiantes ansiosos.
"Yo espero que lo disfruten y que aprendan mucho", aseveró la maestra Ada García.
LLEGÓ LA HORA
Cobijado por un fondo oscuro y asistido por María Fresno, Pablo Vergne apareció en escena y le explicó a las niñas y a los niños: "tenéis que estar así, con los ojos bien abiertos y la boquita cerrada, la usaremos para sonreír". "Yo voy a hacer para ustedes animales con cosas de la casa, por ejemplo, con calcetines", dijo el teatrero.
La sola mención del uso de medias para crear animales provocó las primeras carcajadas. Con entusiasmo los niños recibieron a Coco, el perro que jugaba con una bola pequeña.
Así desfilaron otros animales formados por guantes (caracol), plumeros (gallina), yardas (jirafa), cilindros en forma de acordeón (oruga) y hasta un mapo (ovejas), entre otros. Ante los ojos de los pequeños se transformaban y su imaginación hacía posible que una esponja amarilla de lavar el carro y un cilindro en forma de acordeón dieran vida a un gorila.
Cada descubrimiento provocaba risas, saltos, aplausos y hasta sugerencias. "Cococococó... pío, pío, pío", cantaba el plumero rojo convertido en gallina y le contestaba su pequeño pollito. El estribillo se les pegó como chicle a los asistentes.
Al final, la ovación con sus pequeñas manitas fue conmovedora. "Yo estos aplausos los recibo con mucha satisfacción de que el espectáculo ha gustado; hemos jugado y nos hemos divertido todos", afirmó Vergne cuando todos se fueron.
La espontaneidad es clave para el éxito de esta puesta. El actor español aprovecha la experiencia ganada presentando piezas similares en guarderías españolas.
"Lo que logra atrapar a los niños de esa edad es ponerme en su mentalidad, en su imaginación y jugar con ellos", menciona el actor quien acaba de presentar Animales en Washington, ante una audiencia infantil animada "aunque aquí estaban más entusiastas".
Que niños acostumbrados a juegos electrónicos identifiquen formas de animales abstractas en sus obras "es una de las cosas que más me entusiasma", confiesa Vergne.
"Los niños siguen siendo niños", declaró con alivio el artista.
"Esto se trata de darle sentido alegre a la existencia de nuestros niños que están viviendo unos ambientes muy dolorosos que no ayudan a explotar la riqueza y la creatividad", definió sobre el sentido de la actividad Doreen Colón Camacho, directora del programa Integración de las Artes Visuales Puertorriqueñas del MAPR, que forma parte de la Iniciativa Preescolar de la Fundación Ángel Ramos.
"Pudiste escuchar esa risotada de esos niños porque la felicidad no consta en tener sino en compartir. Fíjate cómo ese teatrero con papel o con una yarda de medir puede establecer un diálogo con los nenes", agregó Colón.
La directora reveló estar "agradecida y conmovida" con la vivencia.
"Míralos, los ojos todavía están brillándoles. La conducta fue excelente y ellos entendieron la invitación que les trajo el teatrero, porque es un asunto de dejar correr la imaginación, de animar lo inanimado", detalló Colón.
Afuera, en el jardín escultórico del MAPR, los niños y sus maestras se tomaban fotos. Otros imitaban sonidos de animales. Seguro los descubrieron con sólo observar una hoja, un árbol o una nube. ¿Quién dice que no?
Fotos por Juan Carlos Álvarez Lara