"Cuando vamos a trabajar con jóvenes", agrega Vázquez, "tenemos que adiestrarnos para saber que en principio ellos van a darte toda la evidencia de lo que se les ha dicho que son. Si por 16 años le han dicho que es un problemático, hará todo lo necesario para demostrártelo porque es lo que cree que es. Hay un montón de mandatos similares -'no vales' , 'eres un bruto'- que les hacen creer cómo deben comportarse. Nuestro trabajo es decirles 'eso no es quien tú eres'".

El corazón de la organización, define su directora, es el servicio y el poder ejercer desde el quehacer.

"Tenemos que pensar cómo podemos brindar un servicio a tiempo y que sea pertinente a la juventud y la respuesta tiene que ver con cómo somos. Hace fácil el trabajo el reconocimiento de que, cuando nosotros no sabemos qué hacer, nos preguntamos qué haría el amor y el hecho de que constantemente las respuestas vienen de creer que la gente no es lo que hace sino quien es", insiste.

Los jóvenes no suelen percatarse de su potencial, oculto por el pobre desempeño escolar o de conducta, pero el maestro que refiere sí. La definición de "jóvenes en riesgo" que trabajan acoge las edades de doce a 18 años, pertenecientes a ambos sexos y agrega que son "incapaces de lograr bienestar sin perjudicarse o perjudicar a otros".

Según cifras incluidas en el Informe Anual 2014 de la organización, en el 2002 impactaron 733 estudiantes y en el 2014 alcanzaron 2,350. Destacan que el 97% de los participantes en su iniciativa estrella, el Proyecto Cumbre, continúa en la escuela tradicional y un 3% sigue la educación alternativa. Se reportó un 95% de retención hasta completar el grado 12.

En las escuelas Ramón Power y Giralt y República del Perú situadas en el Residencial Luis Llórens Torres, en las escuelas intermedia y superior del Barrio San Isidro en Canóvanas, así como las del pueblo en Juncos y Naguabo, hay vagones con personal de Jóvenes de Puerto Rico en Riesgo.

Orientan a la facultad sobre el programa que, en términos amplios, ofrece mentoría a los jóvenes. Además, ayudan en la transición de sexto a séptimo grado, de noveno a décimo y de duodécimo a nivel postsecundario.

Los maestros refieren estudiantes que, según Vázquez, "están en la lucha y estarían en otro nivel con ayuda". Personal de la organización los contacta y los orienta, pero la llamada inicial, el sí rotundo, lo tienen que dar ellos.

"Jóvenes de Puerto Rico en Riesgo es un espacio seguro de desarrollo y de descubrimiento. Si lo vemos de manera romántica, ellos entran porque quieren algo. Por lo general orientamos cien, llaman cincuenta y siguen el proceso hasta el final 30. Pero con esos trabajamos fuerte. Esta una plataforma de apoyo y una vez estás en ella ningún joven de nosotros vuelve a caminar solo".

En cada sede hay un gerente de proyecto y un coordinador de servicio que trabaja de modo directo e individual con los participantes. "En total, la clientela servida está entre 100 y 120 estudiantes, más sus familias y sus maestros. Pueden llegar a ser dos mil personas por año", indica sobre la cadena de transformación que aprovecha eslabones variados.

"¿Por qué tú crees que el maestro te refirió?", es una de las primeras preguntas que se les hace y ellos suelen contestar cosas como "porque soy un problemático y quiere salir de mí".

Entonces se les explica que el maestro vio algo positivo y ocurre la primera de muchas modificaciones de pensamiento. Si aplica en el juicio hacia ellos, debe ser válida también en sus mentes. "Les cambiamos la perspectiva: las cosas no siempre son como creen que son", sostiene Vázquez.

CUÁNDO LLEGARÁ EL ‘GUAITIAO’

Varias iniciativas integran los ofrecimientos de la organización como Inabo (apoyo educativo) y Orden del Manicato (fomenta el liderato), entre otras. Pero sin duda, una de las más importantes es el Proyecto Cumbre, en el que un menor y un adulto voluntario establecen una relación de mentoría marcada por el acompañamiento que durará nueve meses.

El mentor deberá llamar al menor una vez por semana y encontrarse con éste dos veces al mes: en un taller de tema variado (como puede ser el manejo de emociones) y en una actividad libre que va desde hacer la compra o la fila en un banco. Los jóvenes escogen el tipo de apoyo que necesitan en el área familiar, académica y social. La primera interacción se da en un retiro de cinco días que tiene lugar en la Centro Yukibo en Luquillo.

Usando términos arahuacos, el mentor será un guaitiao o amigo especial y el joven será un nitaíno. "A ellos les encanta y te peguntan '¿cuándo me van a dar el guaitiao ese?", cuenta Vázquez.

Suena inspirador, pero no es tarea fácil. Antes del encuentro, los mentores deben pasar por un proceso de fortalecimiento interior para evitar la vulnerabilidad en el proceso de acompañar adolescentes que carecen de estructura, modelos y estímulos apropiados. Si el mentor no se ha preparado, cuando el adolescente da rienda suelta a su rebeldía se pueden activar en él pensamientos como "soy inútil" o "no hago buen trabajo".

"Como a los tres o cuatro meses de haber empezado el proceso, los muchachos empiezan a hacer lo que no habían hecho; no atienden las llamadas, no llegan a las citas y sabemos que eso va a pasar", alerta sobre métodos de comprobación de lealtad de los mentores.

"La situación no tiene que ver contigo", cuenta Vázquez que se les instruye. "Salte del medio y observa. Usualmente los mentores piensan 'voy a llegar aquí a salvar a un joven' y nosotros no queremos que se enganche y no pueda estar disponible".

Los mentores entonces acuden a otro colega y hacen uso de sus "cinco minutos de queja" y el oyente les devuelve el propósito. "No atendió tu llamada pero no ha faltado a los talleres", es una de esas frases que les recuerda que la transformación no es inmediata y que la carrera es a largo plazo.

"Siempre alguien te va a recordar la grandeza de lo que está ocurriendo. No puedes pensar 'me faltó el respeto' sino conversar con él mente fría y decirle '¿eso a ti te funciona?, lo estás haciendo conmigo que tengo un compromiso pero la gente del mundo no tiene por qué aguantar eso'. El mentor debe hacerle preguntas para que ellos se hagan las próximas preguntas. Cuando ven que pasan los meses y no se van los muchachos dicen '¿de qué está hecho este mentor?'".

DARSE CUENTA

Múltiples pruebas de confianza más tarde, los participantes se percatan de que toda una comunidad les habla distinto y les propone proyectos. "Entonces ellos empiezan a cuestionarse, 'parece que no soy problemático'. A veces dicen 'yo soy tímido' y yo les digo 'pero si yo te vi hablarle a cien personas'. Con sus acciones le vas cancelando la evidencia que tenían".

Decidir integrar el proyecto, que además da seguimiento tras el final, es apreciado con respeto. "Es un acto de valentía", acepta Vázquez quien comenzó en la organización en el 2001 y fue mentora a los 24 años de Luis Daniel Rosa, un joven de 16 años que al conocerla le dijo "yo no te pedí como mentora" pero hoy se precia de haber sido "el primogénito".

"Nosotros no te vamos a decir qué hacer, sino que te vamos a preguntar qué quieres hacer y se evalúan opciones. Si no funciona, qué es lo próximo. Cuando ellos aprenden que todo es su responsabilidad dicen 'qué chavienda, ahora no le puedo echar la culpa a nadie'. Después del proceso te ves en la obligación de cambiar", señala la directora.

La vida, por otro lado, no tarda en mostrarles que la lucha es eterna. "Se caen del caballo a cada rato y es normal, ellos saben que va a pasar. Lo importante es que las caídas y el tiempo abajo sean menos".

Jóvenes de Puerto Rico en Riesgo se sostiene con fondos obtenidos vía propuestas federales, estatales y donaciones. Cuenta con 20 empleados a tiempo completo y uno a jornada parcial. Doce de ellos trabajan en la redacción de propuestas y manuales gracias al auspicio de la institución Corporation for National and Community Service.

"Somos poquitos pero poderosos", describe Vázquez el personal que se adiestra constantemente en la interacción con la población juvenil. "Por eso nos interesa mantenerlos. Nosotros somos de otro planeta y nos vamos contra la corriente sobre lo que puedan pensar de los jóvenes. El que entra tiene que entender que la gente hace lo que hace y eso no significa quiénes son. Eso me lo llevo para el resto de mi vida".

Los jóvenes que dejan de ser un riesgo, también.


 

Este reportaje es el segundo de la serie especial de Oenegé “Culturas de trabajo que inspiran”. El proyecto es parte de la Iniciativa de Desarrollo Organizacional de la Fundación Ángel Ramos.
 
Fotos por Juan Carlos Álvarez Lara

 

Web Analytics