Para lograr su cometido, cuenta con su equipo de trabajo como aliado: Hazel Colón, actual directora ejecutiva de la organización; Ángela Sánchez Rivera, gerente de proyectos; y, Dorimar López y Leslie Piña, en el renglón administrativo y de contabilidad.

Figuran en su lista de clientes fijos Teatro Breve, Abracadabra Counter Café, Cambio en clave, Y no había luz, Guillermo Domínguez y Torres Woodworks, entre otros, a los que les ofrecen servicios de administración y contabilidad, luego de proveerles acompañamiento en la fase inicial de implantación y desarrollo.

Otros llegan a Inversión cultural atraídos por su "Nido cultural", una plataforma que apoya a un creador a formalizar su idea hasta convertirla en un negocio autosostenible. Los seleccionados acceden a los "Cimientos del nido", espacio en el que reciben 40 horas de capacitación sobre aspectos requeridos para el establecimiento de un proyecto económico.

Se hace caminando. En los tiempos que vivimos y con la economía que heredamos no queda de otra. Hernández -que además de tener grados universitarios en Mercadeo, Gestión cultural y Desarrollo Empresarial, es músico profesional- lo intuyó temprano en la vida.

"Desde que estaba en décimo grado de escuela superior sabía que quería estudiar administración de empresas para apoyar mi parte artística. Yo veía cómo terminaron los músicos de la Fania (All Stars), cómo terminó Héctor Lavoe y escuchaba tantas historias de terror sobre cómo terminaban sin dinero. Se hablaba de que los músicos eran los buenos y los administradores eran los malos. Así que pensé 'hay que tener gente buena en el lado de los malos para que no les roben tanto'", cuenta rememorando la ilusión inicial.

Estudiando en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, comenzó a administrar la cooperativa cultural Taller de cantautores -o Taller Cé- en el casco urbano riopedrense. Era el año 2005.

"Lo hicimos para los cantautores tener un espacio y de repente llega esta avalancha de proyectos que necesitaban un espacio. Tenían una idea y querían probar un producto cultural ante un público, pero a la misma vez estaban acá", dice señalando las nubes.

Pronto notó las lagunas en conceptos como diseño de presupuesto, promoción e identificación de público -por mencionar algunos- a la hora de echar a correr una propuesta artística. "Había que crear algo para darles esa conciencia empresarial y apoyarlos", identificó Hernández en ese momento.

Tres años más tarde Taller Cé abría "siete días a la semana y habían hecho mil eventos".

Entonces resultó orgánico que un músico con formación en administración y devoto de la gestión cultural como ente transformador y educativo en la sociedad, estableciera en el 2008 Inversión cultural.

Y SERÁN EXPLOSIVOS

"Justo esa es la virtud de Inversión cultural, tenemos esa sensibilidad desde nuestras formaciones e intereses para ‘bregar’ con este nicho tan especializado con el que trabajamos", define Hazel Colón, quien fue presentada oficialmente en el mes de marzo como directora ejecutiva de la organización en un evento que celebró el octavo aniversario de la organización y en el que se impulsó el networking entre emprendedores culturales, catalizadores y representantes de la banca tradicional, entre otros.

Colón, quien posee grados en Literatura Comparada y Gestión cultural de la UPR en Río Piedras, llegó al equipo en el 2013. Ahora, asegura, están reorganizando fuerzas.

"Vamos a maximizar los recursos que tenemos para atender nuestras áreas principales, por eso hemos decidido enfocarnos en la parte de investigación, en la parte financiera y de administración y en la Incubadora", dice mencionando último su proyecto favorito dentro de Inversión cultural, el cual acompaña el negocio surgido en el “Nido cultural” durante sus primeros pasos.

Desde el 2014 han capacitado 80 emprendedores.

"Lo importante aquí es un tema de sensibilidad", menciona Hernández. "No se trata de encajonar la cultura en la gerencia y administración tradicional, sino en encontrar un punto medio. No estamos vendiendo pasta de dientes, ni zapatos, no todas las cosas son iguales. Estamos vendiendo experiencias estéticas y simbólicas y eso amerita adaptar las cosas. Por eso el proceso de capacitación ha surgido de ese contacto con ellos, no es que mi formación profesional se la vacío a los emprendedores, porque esto es una industria bien particular y cuando no hay un vocabulario común chocan con las herramientas de apoyo tradicionales".

Entonces la valoración económica y la simbólica son la base, en su opinión, de lo que llama "emprendimiento cultural y creativo", campo del que ha escrito y sobre el cual ha disertado en países como Holanda, Bélgica, Cuba, Brasil, Japón, Colombia Canadá, Estados Unidos y, claro está, Puerto Rico.

Inversión cultural se ha sentado con sus clientes a escucharlos y a despejar dudas sobre sus metas, aspiraciones o hasta para determinar si se trata de un proyecto de una vez o de carácter permanente. Objetivos con respecto a sus intenciones artísticas y el público al cual aspiran llegar, el presupuesto y los recursos de los que disponen, componen una triangulación que se usa como filtro a la hora de crear y establecer.

"Mi tesis de maestría la hice con emprendedores en las artes, buscaba saber qué herramientas necesitaban para ser exitosos en la vida y la conclusión era que los empresarios tradicionales tiene un montón que aprender de los emprendedores culturales y creativos. Aunque tienen una zona segura, los tradicionales son lentos en la toma de decisiones, poco arriesgados y muy analíticos. Amo la tolerancia al riesgo que tienen los culturales y creativos, su nivel de iniciativa, su pasión y creo que si les das otras herramientas, cuando lo combinas, es explosivo. Como no tienen nada que perder, van a hacer sus proyectos comoquiera. Cada vez hay más generaciones así", insiste.

Para ellos Hernández siempre tiene una pregunta: '¿qué tú quieres hacer?'. Del '¿cómo lo vas a hacer?', él se encarga.


Fotos por Juan Carlos Álvarez Lara

 

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