"Sonando", obra de Romaguera.

"Es una cosa bastante nueva", opina el curador, "muy suya, podríamos conseguir propuestas que se parecen o no, pero hay que reconocerle el mérito de que es algo personal. En cambio, en el caso de Luis Borrero (y su pintura Interior vacío) partimos de una perspectiva histórica, la pintura occidental, la perspectiva, el claroscuro -pensando en el Renacimiento y el Barroco de los maestros europeos- y no es que lo reproponga en clave caribeña, sino más bien retoma un discurso que a raíz de las vanguardias históricas en el siglo XX se abandonó que es la mimesis: copiar las cosas buscando ser lo más fiel posible a lo que se está representando. Ahí tienes dos cosas opuestas; una obra de lenguaje personal en Cruz Corchado y una revisión de la pintura occidental en Borrero".

La atención de López Quintero y Esteves pasa a Se acabó el abuso, fotografía de Héctor Méndez Caratini, que permite echar un vistazo al mundo del deporte de la aceleración.  

El curador de la muestra resalta que este artista de la fotografía se había interesado por estampas de nuestra historia como las que ofrecen los remanentes de ingenios azucareros o tradiciones que sobreviven como fiestas en Loíza o Ponce. "Ahora va a un mundillo, el del automovilismo, que tiene sus fans, que tiene una vida propia, pero no es representativo de la famosa puertorriqueñidad. Él fue a un submundo como lo hizo una vez con los vaqueros", indica el curador.  

Esteves, por su parte, puntualiza que la selección realizada por López Quintero tiene como común denominador "el aspecto de lo íntimo".

"Héctor practica ese deporte", afirma la historiadora de arte sobre Méndez Caratini, "en el caso de (Luis) Borrero, esta luz en su obra no es caribeña para nada, es fría, es una luz neoyorkina porque él vivió en esa urbe y lo que Raymond (Cruz Corchado) sustrae de las paredes es de la galería que supervisa en la Universidad de Puerto Rico, es como si quisiera entrar en contacto con lo que lo ha precedido allí, es muy personal".

ESPACIO DE LIBERTAD


"Pulpo", pieza de Santiago Flores Charneco.

No siempre un artista se siente estimulado a trabajar libremente en una obra que expondrá. Aún cuando SalaFAR dispone de ciertas reglas al momento de exponer, su independencia del mundo del arte y hasta sus dimensiones ofrecen ingredientes ideales para la creación. De ahí que mucha vivencia se refleje en el trabajo que los artistas seleccionaron o crearon específicamente para sus respectivas exhibiciones.  

"Es un punto a favor de la SalaFAR", reconoce López Quintero. “Tienes que hacer una muestra para ese espacio y tú tratas de mostrar lo último que hiciste, tienes una condición espacial muy particular que te permite un número de obras muy reducido, a menos que sea un formato muy pequeño, pero esa posibilidad de exponer en un sitio que no tiene una historia museológica a sus espaldas te hace ser más libre y creativo y hay mucho de eso en cada una de las propuestas que están acá en la Bienal SalaFAR".

Como integrante del Comité de SalaFAR, Esteves menciona que antes el acercamiento partía de los miembros hacia los artistas. "Pero con el tiempo son ellos los que nos contactan a nosotros", afirma con entusiasmo.


"Cuerpos de luz", escultura de Norah Hernández.

"Como dice Juan Carlos, esta es una exposición del pasado inmediato, no es lo típico dentro de la oferta expositiva de los museos. No diría yo que el MAPR no lo hace, tienen una sala que se especializa en exponer obra contemporánea de los artistas, pero aquí estamos hablando de una obra que o se acaba de hacer en muchos de los casos o se hace para esta ocasión e inmediatamente se expone al público. El hecho de que en tan poco tiempo de labor expositiva de SalaFAR haya llegado a una institución como este museo (...), como historiadora del arte, me parece un fenómeno muy interesante".  

Esteves insistió en que con exhibiciones como las mostradas en SalaFAR "estamos ‘historiando’ el presente y eso es bien importante en nuestro país".  Consignar "las cosas que están ocurriendo en el momento que nos ha tocado vivir" es una oportunidad que se agradece y se recibe consciente de su importancia.

Dado que la distancia histórica para reflexionar sobre algunos temas es nula cuando se cuenta el presente, la posibilidad de cometer errores aumenta.

"Pero yo apuesto a que se tiene que hacer este trabajo", declara Esteves. Con ella coincide López Quintero quien califica el deber como "obligatorio". "De alguna manera, el arte refleja su época y su momento", dice el curador.

Entonces se le aplica al trabajo de identificar lo que nos cuenta en el momento, una alta dosis de confianza en "el conocimiento acumulado". "Somos estudiosos del arte y tenemos una mirada educada, la conciencia y la sensibilidad de esa perspectiva histórica. Tenemos que, un poco salirnos de nuestro cuerpo, anticiparnos más en al futuro y mirar un poco de reojo y decir '¿estará bien esto de aquí a unos 50 años?'", pone como ejemplo Esteves.

"Es siempre un riesgo, pero vale la pena", señala López Quintero quien recuerda que sus profesores le enseñaron "a ver".

"Y muchas veces lo que vemos son nuestros prejuicios, es decir aquellas cosas que todavía de alguna manera no hemos masticado y es importante observar lo que está pasando en este momento a sabiendas de que tiene una historia. Es interesante porque muchas veces nos habla de lo que va a pasar de alguna manera. Creo que una sala que acepta jóvenes, maestros, que inclusive hace exposiciones para niños -aunque no está representado en esta exposición- te hace que está vibrando en su momento, que no discrimina sino que trata de preguntarse qué está pasando. Lo que está aquí es una selección de los que honestamente consideré era lo mejor que se había hecho, buscando siempre una suerte de diálogo porque se trata de una curadoría", confiesa el curador del MAPR.

LO QUE CUENTA BIENAL SALAFAR 2016

Demasiado simple, consideran los entrevistados, sería decir que la muestra habla de un solo tema. López Quintero identifica en el cuerpo de obras expuesto "un intento de expresar el paisaje o lo local a través de la abstracción".


"Paisaje de reflejos", obra de Connie Ann Martin

"Eso me llama mucho la atención, no es típico de las artes plásticas puertorriqueñas, aunque hay grandes maestros de la abstracción como sería Olga Albizu. Aquí varios artistas parten de esa libertad expresiva de la línea, el color, de la geometría y nos están hablando de la montaña, el paisaje, el lago, de la música, la flora y la fauna marina. De alguna manera, nos están reproponiendo el paisaje y lo que nosotros llamamos de manera muy abstracta ‘Puerto Rico’", menciona sobre obras como Paisaje de reflejos de Connie Ann Martin o Pulpo de Santiago Flores Charneco, entre otras.

Típico de la historiografía del arte puertorriqueño es la propuesta que se inclina hacia el tema político o hacia el discurso de la identidad. "Aquí no veo eso", señala sobre la mayoría de las obras en Bienal SalaFAR. "Veo una preocupación de otro nivel, de un Puerto Rico más allá de los clichés, más allá de un lugar común y creo que es una tendencia que se está dando".

La individualidad de las propuestas instiga la diversidad en el resultado final. El curador y la historiadora coinciden en que dicha diversidad se traduce en riqueza.

"Lo que muchos pudieran ver como un talón de Aquiles de la sala podría ser precisamente una de sus grandes fortalezas", resalta Esteves sobre la diversidad de propuestas, de experiencias de sus artistas y de tamaño.

"Y tengo que reconocer la labor de Juan Carlos, porque a él le ha tocado como curador jefe formalizar exposiciones buscando no solo dar espacio a artistas emergentes frente a consagrados, sino también variar los medios que se exhiben en este espacio. Las personas dialogan con SalaFAR casi de forma forzosa porque la atraviesan para ir a la cafetería o al vestíbulo del edificio de la Fundación Ángel Ramos y esa diversidad ha sido bien importante al momento de escoger", agrega Esteves.

La historiadora agrega que en varios medios, las aportaciones de los artistas desde SalaFAR merecen atención.

"Creo que tanto en el medio del barro como del plástico, se están dando propuestas más radicales", anticipa Esteves.

"En el caso del barro, ver una pieza escultórica que está puesta a ras del suelo (Displaced, Ivonne Prats) o la instalación de Beatriz Martí (Semillas), que es barro, pegada a la pared, o la pieza de María Luisa Borrás (Manto sobre mis ojos) que incorpora el elemento lumínico y de ahí seguimos a la pieza de Norah (Hernández, Cuerpos de luz) y luego llegamos a la obra con plástico de los contenedores de Julio Amill (Sin título, serie Elevaciones kársicas), siento que hay, aunque suene clichoso y cursi, cierto preciosimo en esta muestra que podría ser un común denominador que se logra con materiales que para nada son nobles, muchos han sido descartados o pueden ser vistos como amenaza al ambiente. Yo pienso que ese es el cometido de cada artista, sensibilizar para que se vean las cosas de otra forma", acaba Esteves.

Para más información sobre Bienal SalaFAR 2016 llame al MAPR al (787) 977-6277.


Fotos por Juan Carlos Álvarez Lara

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