Dalliany Rivera frente a la icónica torre del primer
recinto de la Universidad de Puerto Rico.

Tour en L’Air es un exigente movimiento de ballet que requiere al bailarín escoger una posición, saltar, dar vueltas en el aire y caer con gracia en la posición original. “Es uno de los movimientos más difíciles del ballet”, cuenta Vázquez, “y es comparativo con la historia de la escuela que ha pasado por momentos muy difíciles al igual que sus estudiantes. Y a pesar de todos esos obstáculos, ellos prosiguen hacia delante. Porque no es color de rosa, ellos te lo dicen ‘esto es bien difícil, cuesta trabajo pero yo voy a mí’”.



Con 93 minutos de duración y con la narración de la actriz y bailarina Roselyn Sánchez, el trabajo narra la historia de la escuela, sigue a algunos de sus estudiantes y egresados al igual que a maestros activos y retirados. Ya fue estrenado en el cine Fine Arts de Hato Rey y podría verse en Cinebar, espacio ubicado en el Cuartel de Ballajá, en el Viejo San Juan.

“Yo estaba pidiendo a gritos un proyecto donde pudiera expresar que en Puerto Rico hay personas, y estudiantes en este caso, que salen todos los días a trabajar, a echar para adelante el país, que no se están quejando, que somos muchos los que hacemos eso, y me cayó este proyecto en la mano”, confiesa el documentalista.

El espíritu de la escuela –que insiste en “no dejarse caer”, según Vázquez- se aprecia en el trabajo. “A las 7:30 de la mañana ellos empiezan a trabajar, a sudar, a perfeccionar su técnica porque van enfocados en ser profesionales del ballet, y salen a trabajar duro. En la parte académica, deben mantener 2.50 o más de promedio para seguir estudiando en la escuela. Bailar es lo que los apasiona”, expresa Vázquez sobre la jornada de trabajo que se extiende hasta las 4:30 de la tarde dividida en dos sesiones: baile y académica.

“Yo estaba pidiendo a gritos un proyecto donde pudiera expresar que en Puerto Rico hay personas, y estudiantes en este caso, que salen todos los días a trabajar, a echar para adelante el país, que no se están quejando, que somos muchos los que hacemos eso, y me cayó este proyecto en la mano”.

Los alumnos aceptados pueden provenir del sistema de enseñanza público o privado pero deben tener aptitudes para el baile y excelentes capacidades físicas. Son admitidos desde quinto grado ya que, según indica Vázquez, la enseñanza del ballet se divide en ocho etapas que pueden transcurrir de manera cónsona con los grados académicos desde quinto hasta duodécimo. Se aceptan varones y niñas por igual y, por el reducido espacio de los salones, el número de alumnos en cada clase oscila entre los doce y quince.

Y SEGUÍAN APARECIENDO


Miguel Reyes y Valerie Volmar, al centro, egresados que laboran
en espectáculos de baile en Las Vegas, junto al director
Luis Freddie Vázquez (cuarto desde la izquierda).

Un año dedicó Vázquez a la investigación del material del cual parte la historia. “Después siguieron apareciendo más y más estudiantes que habían hecho cosas diferentes en diferentes ámbitos; si los hubiera tenido a todos hubiera tenido un documental de cuatro horas”, cuenta entre risas el director.

No todos se dedican al baile. A mitad de camino descubren que no dan la talla profesional o que les interesa más las Ciencias, las Matemáticas, entre otras áreas.

“La escuela ha preparado también médicos, ingenieros, contables, maestros y, obviamente, bailarines profesionales. Muchos han proseguido estudios de maestría y doctorado. Esa semilla académica que pone la escuela es bien fuerte también en ellos”.

 “Cuando los conoces, estudiantes y egresados, te das cuenta que son personas súper disciplinadas y muy respetuosos con sus compañeros. Cuando fui a la escuela por primera vez quedé impresionado por el silencio en los pasillos, por cómo se comportaban con sus compañeros mientras tomaban la clase y por cómo se esfuerzan por seguir las instrucciones de sus maestros”, dice el director.


Vanessa Reyes, ex alumna de la Escuela Julián
Blanco que integra el elenco de Cirque du Solei
en Las Vegas, recibió la producción del documental.

En tres etapas de filmación se completó el documental. La primera, financiada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña, transcurrió en mayo del 2015 y permitió grabar vistas de la escuela, entrevistas con los estudiantes, los maestros y los maestros fundadores.

De noviembre a diciembre de 2015 tuvo lugar la segunda etapa que fue auspiciada por la Fundación Ángel Ramos. En esta se entrevistaron familiares de algunos estudiantes seleccionados y algunos de los egresados que fueron o son profesionales del ballet como Rodney Rivera, Armando Seda, Tania Muñiz, Odemar Ocasio y Aureo Andino, entre otros. Estos bailaron y compitieron en otros países a lo largo de distintas instancias de su carrera.

Entre febrero y marzo de este año 2016 se culminó con el apoyo del Municipio de San Juan y un auspicio de la actriz y bailarina puertorriqueña, Roselyn Sánchez. Se visitaron entonces egresados que laboran en Estados Unidos como bailarines profesionales en los espectáculos como Maizyalet Velázquez, solista del Cincinnati Ballet; Miguel Reyes y Valerie Volmar, integrantes del espectáculo Le Reve en Las Vegas y Vanessa Reyes, integrante de Cirque Du Soleil.

“Cuando llegan a cuarto año ya ellos están definidos y saben lo que quieren. Algunos te dicen ‘la graduación de cuarto año es mi último baile, no bailo más me voy a estudiar Biología’ porque la escuela fomenta ese pensamiento también. Eso pasa en esta escuela y en otras; el Bolshoi gradúa 40 estudiantes y solo uno entra a la compañía”, dice sobre la antigua institución rusa.


Lisandro Concepción en su querido Paseo
de los Salseros en Carolina.

Lizbeth Vázquez, directora actual de la Escuela Especializada Julián E. Blanco, procura un espacio más amplio para los salones de trabajo o poder mudarse a otro plantel más cómodo físicamente. “La realidad es que tienen un montón de obstáculos en cuanto a facilidades físicas, los salones de ellos no tienen las medidas de un salón de ballet, tienen que ensayar en salones más pequeños. Solo hay un salón grande y no está en condiciones óptimas”, apunta Vázquez.

Este documental de nicho ha contado con el trabajo voluntario de múltiples profesionales, según asegura Vázquez. La inversión ronda los $70 mil.

“Pude haber hecho el proyecto con fotos y la gente hablando, pero eso no era lo que la escuela se merecía ni lo que yo quería hacer así que hice un esfuerzo por hacer una pieza cinematográfica con los elementos artísticos que quería llevar a la pantalla. En el documental la escuela se convierte en una plataforma artística; tenemos estudiantes haciendo performance en el patio, en las escaleras, en las áreas comunes, en la entrada, en los salones. Convertimos esta escuela en un gran teatro donde los estudiantes pueden demostrar sus talentos”.

En ese teatro tú tendrás silla preferencial al disfrutar del documental. Síguele la pista.

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