"En todas las paredes se pasquina una y otra vez, hay millones de pasquines que se quitan, se reemplazan por otros, se rasgan, se les vuelven a poner otros encima. Entonces el efecto del clima sobre esas paredes deja rastros y en ese momento yo empiezo a ver formas y composiciones distintas. Ahí yo empiezo a tomar fotos de eso", indica el artista gráfico, fotógrafo, diseñador y escritor quien fuera profesor de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.
Podría parecer un caos conformado por pedazos de rostros, de figuras, de tipografías, pero precisamente ahí radica su calibre artístico.
"A veces ves algo reconocible, una cara de un cantante o de un político en propaganda, pero nada es completamente identificable, es una especie de collage pero al revés, porque en vez de estar pegando aquí se ha ido despegando. He retratado por Santurce y Río Piedras, que es donde más veo esto aquí, pero también en Nueva York y una foto es de una visita en París; habían elecciones, así que habían muchos pasquines en las paredes", comenta Peláez, cubano radicado en Puerto Rico desde 1961, quien trabaja en su casa-taller en San Juan.
El artista subraya que los residuos de pasquines son evidentes "en todos lados", pero al público -peatonal o conductor- llega el momento en que ya no le llaman la atención. Miran las paredes sin ver.
"Pasan desapercibidos porque llega el momento en que las personas no se fijan en su entorno, son cosas que desaparecen con la cotidianidad", sostiene el artista cuya obra se encuentra en las colecciones del Museo de Arte de Puerto Rico, Museo de Antropología, Arte e Historia de la Universidad de Puerto Rico y de la Universidad de Monmouth en New Jersey, entre otras.
Hasta que llega un ojo entrenado para reconocer posibilidades. "Por ejemplo, tengo una foto en la que hay una cara con un ojo que parece que mira a uno y todo alrededor es una ráfaga de piezas, parece un rompecabezas a punto de romperse pero no del todo. Cualquiera podría tirar esa foto, pero hace falta que pase por el cedazo del arte, por la composición, el encuadre, para que tenga un sentido estético. Está el germen de algo ahí, pero hay que trabajarlo en la cabeza y después en la computadora".
Sin embargo, cuando llega el momento de manipular la imagen, Peláez se define como "purista" en su relación con la edición digital.
"Lo que encuadro cuando miro en la cámara, eso es lo que va. A veces en la computadora yo trabajo el contraste o busco hacer más vivos los colores, pero la composición yo la tengo cuando encuadro con mi cámara", reconoce el artista que ha publicado varios libros de poemas como Arqueología, de Editorial de la UPR (1997); 5-7-5: Colección de Haiku, publicado por Mariana Editores (2007); y Cotidianos, editado por Libros de la Iguana (2009).
La impresión de la imagen en canvas resultó sencilla puesto que aprovechó recursos en tiendas especializadas para esto.
"Cuando las imágenes pasan al canvas esto le da una dimensión pictórica particular. Pude ampliar las fotos y enmarcarlas, pero pasarlas al canvas ayuda a crear una noción distinta en el espectador", sostiene sobre piezas como Dos rostros, Composición I o 281, entre otras.
Con esta muestra, SalaFAR inicia un nuevo ciclo de promoción de sus artistas, puesto que un vídeo que captura, no sólo las piezas en sala sino una entrevista con su creador, es emitido en el Museo de Arte de Puerto Rico durante la duración de la muestra.
Fotos por Juan Carlos Álvarez Lara