El estilo neofigurativo que tan bien le sienta es el resultado de diversos elementos. Lo primero que atrajo su alma de artista en la adolescencia fueron los cómics y su narrativa. "Aspiré ser ilustrador de cómics, me atraía mucho poder relatar una historia. Además, viviendo en California, estaba muy influenciado por el pop y el cine. Así que al investigar sobre técnicas de dibujo, el aspecto de movimiento en la obra y la secuencia me llamaron la atención. Mi investigación me llevó entonces a coger clases de dibujo figurativo", rememora sobre su formación inicial que luego completó al graduarse de la Academia de Bellas Artes de Pennsylvania.
Conocer los pintores narrativos del siglo XVII fue fundamental. "Lo que me inspiró es ese misterio, el enigma de sus narrativas abiertas que están en constante desarrollo. Es una sola imagen, pero la audiencia tiene la oportunidad de tener una relación constante con ella y eso es eterno; mira esas obras del pasado que siguen vigentes porque su simbolismo metafórico es universal".
La boda o Reencarnación son dos piezas incluidas en la muestra en SalaFAR que dan la impresión de que, como espectadores, nos asomamos a un entorno privado.
"Hay una influencia del ojo de la cámara en eso, está esa noción. La audiencia está al tanto de la narrative, pero la narrativa no está al tanto de la audiencia. Hay un poco de voyerismo, es algo que ves en el cine constantemente. Con las influencias de grandes maestros como Vermeer o Caravaggio trato de traer ese concepto de lo contemporáneo a la escena".
Borrero pinta varias piezas a la vez y no tiene prisa. Comienza con bocetos de una escena imaginada a la cual siempre le busca "ese ángulo extremo".
"Uso la perspectiva extrema para crear una compresión en la composición y que se sienta sofocada; también uso técnicas para velocidad o no velocidad. La forma en rectángulo narra más rápido que el cuadrado. Yo, como narrador y pintor figurativo al que le interesa la narrativa, estoy bien pendiente de eso".
Si bien ha dominado el estilo a lo largo de su carrera, aún le resultan desafiantes aspectos como el que denomina "la modalidad de la forma".
"Es definir a qué punto la escena es existosa en terminos plásticos, si pongo más detalles o uso menos textura; todavía eso es algo bien retante para mi", menciona.
Borrero señala que al estudiar al pintor español Velázquez identificó una de sus aspiraciones plásticas. El estilo de este artista clásico, explica, evoluciona hacia una técnica más ligera lo que se hace evidente "en la pincelada rápida para describir el paso del tiempo, se percibe como si fuera hecha en segundos y ese tiempo está pasando ante tus ojos de manera rápida".
"Ya en el siglo XVII, él tenía noción de lo que era secuencia y velocidad en lo que es hoy en día una pelicula y eso para mi todavia es retante. Me gustaría perfeccionar eso en mi obra y en mi técnica", acepta.
PIGMENTO ESTILO MEDIEVAL
Cuando Borrero residió en Nueva York, conoció a un pintor estadounidense de ascendencia alemana, Peter Trubig, quien le enseñó las técnicas medievales para la confección de pigmentos. Ingresó a su taller como aprendiz en el año 2003.
"Los uso para varias cosas en las obras como, por ejemplo, la luminosidad o para dar texturas", comenta sobre los pigmentos, "uso el blanco de plomo, el abayalde".
Uno de las técnicas lo lleva a combinar láminas de plomo, estiércol y vinagre. "Es tecnología arcaica", confiesa, "uno tiene que enterrar esos materiales y en tres meses se transforman en carbonato de plomo y son un pigmento".
Crea además su "carmín, aunque nadie ya lo utiliza", extrayendo primero el tinte que se obtiene de la cochinilla, insecto oriundo de México. "Se hierve con sales minerales, se extrae el colorido y se fija a una base que puede ser tiza o alumbre. Se usa entonces un ácido, en este caso carbonato de potasio, y de ahí se transforma en un pigmento que es ese color escarlata que se usaba en las túnicas de Jesucristo. Lo uso para crear sombras y efectos luminosos en las pinturas", expone el artista que además aprovecha piedras como lapis lazuli y la azurita.
Este tipo de pigmento requiere de precauciones en su uso para preservar el color por largo tiempo, como ocurre con obras antiguas.
"Si son manejados de manera incorrecta pueden ser tonos fugitivos, pero eso tiene que ver con la técnica. Los pintores clásicos doblaban los colores en muchas capas porque si se gastaba una ahí estaba la otra para mantener la intensidad. Si uno no sabe manejarlos bien son defectuosos pero, si sabe, crea armonía con los tonos naturales. Además, el pigmento se puede usar casi puro, se puede pintar con intensidad maxima sin arruinar la armonía de color en la obra".
Desde hace quine años, Borrero comparte con sus estudiantes este conocimiento en el Atelier San Juan, taller escuela situada en la calle San Francisco 266.
"Estoy educando una nueva generación de artistas figurativos, estoy haciendo como hicieron conmigo. Hago accesible todo este conocimiento para quienes quieran preservarlo".
Sus lienzos ya delatan una nueva inquietud. Al momento, Borrero maneja una propuesta de desnudos de ambos sexos con igual acercamiento narrativo.
Seguiremos, entonces, mirando sin ser vistos.