El impacto de las manos humanas en nuestros cuerpos de agua, especialmente en isla de Guilligan, es capturado en distintas formas y escalas en la nueva exhibición de Dhara Rivera.
Por Tatiana Pérez Rivera
Parecería el comienzo de un juego. “Abra paisaje” serían las palabras mágicas y lo siguiente sería entrar a una sala de exhibiciones donde toda pieza jugará con los significados, las experiencias y los intereses de cada espectador. Esto puede suceder en la muestra con igual nombre de la experimentada artista Dhara Rivera, que el público ya puede visitar en la Sala de Exposición de Arte Fundación Ángel Ramos (SalaFAR), en Hato Rey.
La encontrarás en el vestíbulo del Edificio Ángel Ramos, ubicado al lado de Telemundo, y la entrada es libre de costo para público de todas edades.
La escultora, que ejerce la docencia en la Escuela de Artes Plásticas del Viejo San Juan, mira el paisaje con frecuencia; no solamente con ojos admirados sino también con ojos preocupados ante sus cambios.
“Vengo trabajando la preocupación ambiental enfocada en agua hace casi 20 años y hay otras ramificaciones; hago proyectos que tienen que ver con los animales y su relación con el humano que es inevitable. Un día visitaba isla de Guilligan (Guánica) y me di cuenta de que lo que se reflejaba en el suelo no eran corales ni caracoles, eran huesos de la carne procesada que la gente había llevado para cocinar en las barbacoas. Ahí estaba el teatro”, cuenta sobre la chispa inicial de “Abra paisaje”.
El teatro no es solo el drama que percibe sino además la oportunidad de trabajar una obra de arte que muestre una situación con diversos niveles de lectura con la meta de no dejar a ningún espectador inmune. Solo entonces considera que puede ser presentado al público, no para condenar ni pontificar, sino para que genere una discusión saludable.
“Mis obras no tienen un solo mensaje, son multifacéticas y yo parto más de plantear una situación y una preocupación que pueda empezar a crear un diálogo con el público. Obviamente tengo la preocupación sobre el ambiente, pero no trabajo con hacer un solo juicio porque eso nos estanca. Estos son temas complejos, así que yo prefiero usar mis obras como plataforma de investigación, por eso en la sala hay obras diferentes alrededor del tema”, menciona Rivera que ha trabajado la escultura, el dibujo, la cerámica y además crea instalaciones.
Esto sucede particularmente con la pieza principal del trabajo, “Abra paisaje”, ubicada en el centro de la sala, y la que puedes rodear caminando. Del techo cuelgan unos hilos que reúnen sobre el suelo materiales hallados en las playas, incluidos fósiles. Esa pieza destaca el modo en que “la mano humana crea, construye, cambia y contamina un paisaje”.
“Todo empieza como un juego: ‘abra paisaje, abracadabra, ábrete sésamo’. Originalmente un abra era el espacio que se abría entre las montañas, también significa cuando uno lograba que se abriera o sucediera algo de la nada. En este caso se trata de las prácticas sociales –el ocio, la comida, el procesamiento de otras partes de la naturaleza- que se dan en la isla de Guilligan. Ahí tenemos un teatro de este tipo de situación que se da de manera extrema: está la belleza de la vida marina, vegetal, animal y tenemos también un público exagerado porque son miles de personas que van en un día y se produce una alteración ambiental como resultado, por ejemplo, de pisar corales o de los fuegos de las barbacoas que se refleja en la composición de ese ambiente. Por ahí empieza la narrativa más compleja”, explica la escultora.
Rivera aclara que “me parece fantástico ir a la playa”. “¡Me encanta! Los puertorriqueños lo tenemos como un don, pero tenemos que considerar dónde empieza el abuso de la naturaleza, qué actividades podemos hacer y cuándo. En Guilligan no está mal comer y que las familias lleven sus comidas, pero hasta dónde. En mis obras digo ‘yo creo que esto está pasando, vamos a sentarnos aquí a ver’ y que las personas lleguen a sus conclusiones. Claro, no soy neutral, yo tengo mis conclusiones”, advierte.
Destaca que una de las obras tiene forma de un hueso como los que tradicionalmente se venden para perros, “que están hechos de pieles animales”. “Hay transformaciones y me interesa trabajar cómo a través del artificio imitamos, interrumpimos o creamos híbridos de la naturaleza, a veces para bien y otras provocan crisis”, afirma la artista.
JUEGO Y GUSTO
Otra pieza consta de “libros de cristal” y alude a encuentros arqueológicos. La llamó “Al calce”, “porque son notas al calce, son vaciados en cristal de corales, de huesos que hablan de la intervención humana”.
Nacida en Vega Baja y con una crianza dividida entre San Sebastián y Nueva York, al momento Rivera reside y trabaja en Loíza. Los materiales que integra en su trabajo son diversos.
“Trabajo con mil cosas, pero te puedo decir que uso el cristal, el tejido, las pieles, la tela, el hilo, la cera, la cerámica, las piedras y materiales encontrados como, en este caso, corales y huesos. De ahí parte la narrativa de entrada, hay un juego envuelto de gusto, de seducción por donde se puede entrar a contemplar otras sensibilidades”, menciona.
“La intención es conmover, invitar, cuestionar y tratar de que las personas pasen y se sientan atraídos por algo, que no se sientan intimidados pensando ‘ay, esto yo no lo entiendo’, porque hay muchos niveles de lectura en las obras dependiendo del interés”. |
Rivera es egresada de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y ha tomado cursos de escultura y dibujo tanto en el Pratt Institute de Brooklyn como en el Whitney Museum of American Art de Nueva York. Culminó su maestría en artes plásticas con concentración en escultura en el Hunter College, también en dicha ciudad, y representó a Puerto Rico en la Bienal de La Habana, edición 2000, y en ferias internacionales de arte como ARCO, en España, en su edición del 1997, entre otros eventos.
Su exhibición en SalaFAR incluye además un vídeo que abona al tema con una secuencia fotográfica. “Todas las piezas forman un diálogo compuesto de piezas de diferentes escalas, tamaños y estrategias de construcción. La intención es conmover, invitar, cuestionar y tratar de que las personas pasen y se sientan atraídos por algo, que no se sientan intimidados pensando ‘ay, esto yo no lo entiendo’, porque hay muchos niveles de lectura en las obras dependiendo del interés”, aseguró.
El pasado mes de diciembre, la trayectoria artística de Rivera fue honrada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña al dedicarle la 17 ma. Muestra Nacional de Artes, que por primera vez se concentró en la escultura.
“Fue un honor y una sorpresa, yo no trabajo pensando en ese tipo de cosa. Soy una trabajadora compulsiva, el artista siempre está maquinando porque es una forma de vivir. Me pareció hermoso y lo pude expresar porque, en este caso en particular, también se reconoce la labor pedagógica. En esa muestra hay representación de muchas generaciones y los más jóvenes son alumnos de la Escuela de Artes Plásticas, del Departamento de Escultura donde trabajo, así que es un reconocimiento no solo a mí, sino a la cadena; hay un pase de batón para Puerto Rico”, concluyó Rivera.
Fundada en el 2010, SalaFAR ofrece un espacio a artistas del patio que trabajan distintos géneros plásticos para mostrar su producción. Cada exhibición incluye también un programa educativo y está diseñado para ser aprovechado por público de todas edades. Puede visitar el espacio de lunes a viernes en horario de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. Para más información, llame al 787-763-3530.
Fotos Javier del Valle
Vídeo: Juan Carlos Álvarez Lara