Junto al colega James Robertson, Bowlby concluyó que, a corto plazo, la separación de la figura de apego provoca angustia en distintas etapas: protesta, desesperación y desapego. A largo plazo, se sugiere que la privación de la figura de apego puede crear terreno fértil para la depresión, la agresión, niveles de inteligencia reducidos, delincuencia y sicopatía por carencia afectiva.
Marcos Santana Andújar, director ejecutivo de la Red de Albergues de Puerto Rico, asegura que de las experiencias adversas (asociadas a crecer en un entorno con problemas de violencia, socialización, condiciones de salud que no son atendidas correctamente), entre una extensa lista de deficiencias a las que se exponen los menores, “la mayor y más grande es que ese ciudadano o ciudadana va a crecer sin recibir la dosis de amor que necesita”.
“Encima de toda la academia y la teoría”, dice Santana aludiendo a los hallazgos de Bowlby y Robertson que citó en esta entrevista, “lo que los niños necesitan es alguien que los ame con locura. Si no tienen eso, su vida va a ser muy dura, muy solitaria”.
Santana resaltó que la teoría del apego es el marco desde el cual entienden la violencia, en el contexto de las intervenciones del Departamento de la Familia, al retirar niños de sus hogares para luego ser llevados a nuevos espacios mientras se dilucida su futuro.
“No importa cómo los hayan tratado sus padres biológicos, ni que hayan fallado en demostrar capacidades protectoras, esos niños ya generaron apego con ellos en sus primeros años de vida, así que la separación les va a generar un trama, no hay forma de evitarlo”, destacó.
El trauma se manifiesta de diferentes maneras, desde afectar sus capacidades de relacionarse con otros hasta tener regresiones que los lleven a hacer sus necesidades biológicas en la cama o a ubicarse en posición fetal, entre muchas otras.
“Esas experiencia difíciles que van acumulándose son el peor problema de salud pública en el país; ahí vienen los tantrums y el rechazo a otros adultos aunque tengan intención de proteger”.
Santana es partidario de que en las remociones de los niños de su entorno familiar se consideren y cumplan los derechos humanos de estos. Recalcó que UNICEF ha preparado guías para mejorar el proceso de remociones. Pero, en ocasiones, las situaciones son muy críticas y al retirar el menor del hogar no hay tiempo de llevarse ni su peluche, su mascota, su merienda preferida o sus documentos.
Estadísticas del Departamento de la Familia consignan que la mayor concentración de casos de maltrato de menores está en la región centro oriental de la Isla. Vieques es el municipio que presenta mayor tasa de casos de maltrato.
QUIÉN ME QUIERE AHORA
Las teorías de apego que estudiaron la separación precoz afirman que, una vez ubicado en un nuevo espacio, otras figuras adultas pueden ayudar a aliviar el daño que causó la separación. La figura sustituta ofrece consuelo.
“Puede ser un cuidador, un trabajador social, un maestro, cualquier persona del hogar donde está, cuando el menor conecta con esa persona desarrolla un vínculo emocional que le permite poner sus emociones en un marco de seguridad. Esa persona de apego puede hacer balance en la salud emocional del menor retirado de su hogar mientras se decide qué pasará en su futuro; la aspiración siempre es a que regrese con la madre a o un entorno familiar lo más cercano posible como podría ser una tía o una abuela”.
Según el entrevistado, 3,500 niños están bajo el cuidado del sistema de bienestar de menores. Opina que el Estado debe invertir recursos en apoyar a la familia en un modelo de acompañamiento en vez de remover de inmediato, siempre y cuando la seguridad del menor no esté comprometida.
Contrario a los hogares de crianza individuales, los albergues son monitoreados y supervisados por reglamentos estatales y federales.
“Muchas personas llaman para llevar juguetes a los albergues y eso está bien pero a ellos (niños y jóvenes) le interesan más los lazos afectivos, alguien que le haga unas trenzas o juegue baloncesto con ellos”. |
“Tenemos albergues que llevan más de cien años de labor en Puerto Rico y hemos fungido como una caja de resonancia donde se escuchan los traumas, los dolores y las historias de esos niños que llegan. Cuando logramos hacer diálogos con ellos, trabajamos para que esa ruta de violencia en sus vidas se estabilice. Cuando ganamos su confianza, esa caja de resonancia se abre y de ella vuelve a salir música”, dice convencido Santana quien vivió en un albergue para sobrevivientes de violencia doméstica en Juncos a donde llegó en el vientre de su mamá y, luego, lo dirigió en su adultez.
Si alguien conoce el impacto de las figuras de apego es él. Además de su progenitora, confiesa que “hay una figura de apego que amé y amo con mi vida y son las monjas”. “Ellas acompañaron a mi mamá, la cobijaron y la amaron sin límites igual que a mi”, dice y enumera figuras de apego clave, la mayoría religiosas o mujeres, en distintos albergues alrededor de la isla.
“Siempre las llamo en el Día de las Madres a decirle felicidades de parte de los niños porque eso es lo que son, madres”, cuenta.
QUÉ HACE LA PERSONA DE APEGO
Ahora que Santana es figura de apego para otros, resume la experiencia de esta forma: “Nos convertimos en padres y madres”.
“Vamos a juegos de volibol, nos peleamos con las maestras para que se adapten a niños y niñas porque no siempre aprenden igual, estamos ahí para ellos porque cuando sienten que cuentan con una figura van vinculándose con la gente. Si me invitan 500 veces al ‘día de la persona que uno admira’ o a una graduación, yo voy 500 veces porque así ellos saben que hay gente que cree en ellos y que no lo han perdido todo. No hay nada más emocionante”, manifiesta.
“Muchas personas llaman para llevar juguetes a los albergues y eso está bien pero a ellos (niños y jóvenes) le interesan más los lazos afectivos, alguien que le haga unas trenzas o juegue baloncesto con ellos. Necesitan figuras presentes porque tienen necesidad de protección y de sentirse queridos”, agrega Santana.
El alcance de la figura de apego sustituta es tal que el director de la Red de Albergues menciona que muchos jóvenes que ya habían dejado los albergues y quedaron sin techo tras el huracán María volvieron a ellos. “Era el único lugar que consideraban seguro”.
Al momento, la Red de Albergues de Puerto Rico diseña proyectos para atender a los jóvenes mayores de 18 años que ya salieron de los albergues. Si comienzan a trabajar o ingresan a la universidad, cualifican para el Programa de Vida Independiente del Departamento de la Familia. Los que no cualifican para ningún programa comienzan a dar tumbos por la isla.
“Estamos empeñados en atender el problema de jóvenes sin hogar, no hay estadísticas sobre ellos. Han crecido en un sistema que ya no les hace bien, esta muy anquilosado y hace falta atemperarlo. Nosotros los acompañamos, pero este es un aparato muy grande que tiene que empezar a ver este asunto desde la mirada de los derechos humanos. Este no es un tema de caridad o pena, todos debemos crecer en un espacio de amor y paz, por ahí debería ir la discusión”, culmina Santana.
Si te interesa colaborar con los programas de voluntarios de algún albergue del país, llama a la Red de Albergues de Puerto Rico para que conozcas cuáles te quedan cerca. Comunícate al 787-510-6506 ó 787-510-1606.
Fotos: Archivo FAR