Aguayo explica la diferencia entre la Diabetes tipo 1 y 2 sentada en la oficina de la nutricionista Clarisol Candelario, en la Fundación Pediátrica de Diabetes, ubicada frente al Hospital San Jorge. "En la tipo 1 el páncreas no tiene insulina y los de tipo 2 tienen, pero no tanta. Yo ayudo al páncreas poniéndome la insulina. Mi mamá y mi familia se dieron cuenta de que tenía algo porque me veían flaquita y no quería comer nada", rememora Aguayo.
La adolescente tiene claro el día en que fue diagnosticada. Estaba en casa de su abuela, venían de compartir en un hotel y se sentía agotada. Cuando despertó, vomitó. En el hospital le explicaron qué le sucedía.
¿Qué tú creías que era la diabetes en ese momento?, preguntamos. Aguayo lanza un largo suspiro para luego regalar su contagiosa sonrisa. Dice que lo aceptó "porque tengo que vivir con esto toda mi vida".
¿Ahora eres una experta manejando la diabetes?, queremos saber. Vuelve a reír.
Afirma que uno se convierte en experto "viniendo a las citas aquí y con el doctor, y atendiendo a lo que me dicen".
"Es adecuado que el concepto que pensamos de que comer dulces sube la azúcar cambie porque, realmente, el comer dulces no va a hacer que el azúcar suba mucho más que comer otro tipo de carbohidratos porque es lo mismo”. |
Un consejo se quedó en su mente. "No comer dulces", dice ahogada en carcajadas.
"Sin embargo, en teoría sí los puede comer', menciona Candelario.
"Hasta los otros días estuvo así", delata la tía sobre la práctica de su sobrina de comer dulces y esconder las envolturas en el fondo del bulto.
"A veces hacía trampa y me los comía; paletas, chicles, chocolates, todos los dulces", confiesa entre risas, "pero después me sentía mal porque se me subía el azúcar".
"Es adecuado que el concepto que pensamos de que comer dulces sube el azúcar cambie porque, realmente, el comer dulces no va a hacer que el azúcar suba mucho más que comer otro tipo de carbohidratos porque es lo mismo. Quizás a ella le subía el azúcar porque comía fuera de la hora en que la insulina estaba haciendo su efecto pico o comía más de los carbohidratos que necesitaba", explica la nutricionista.
"Quizás en ese momento, como no sabías contar carbohidratos todavía, tu mamá te los estaba evitando para llevarte poco a poco a que sí te los podías comer pero planificado, en cierto momento y en la cantidad adecuada. No es que no los podamos comer, es que hay que comerlos dentro de los carbohidratos que te toca consumir cuando la insulina está haciendo su efecto. Lo importante es la porción y el momento", insiste Candelario sobre un dilema que ve con frecuencia en sus consultas.
"En las citas yo pregunto qué puedo comer y qué no puedo comer. Yo como de todo", señala orgullosa la adolescente sobre sus visitas a la nutricionista.
En esto se centra gran parte de las consultas con la nutricionista: qué se puede comer. "Reforzamos lo que son alimentos saludables pero lo más importante para ellos es saber que el alimento que contiene carbohidratos va a ser el que más efecto tendrá en su nivel de glucosa en sangre. Tienen que crear un balance entre insulina y carbohidratos, la meta es mantener unos niveles de glucosa en sangre adecuados", expone Candelario.
QUIÉN ES RESPONSABLE
Algunos padres pueden costear distintos aparatos que permiten el flujo continuo de insulina en el cuerpo como la bomba de insulina. Eso sustituye las inyecciones. Otros deben inyectarse la insulina de forma manual.
Esa es una de las múltiples indicaciones que brinda Claudia Bruno, madre voluntaria de la Fundación, cuando acude a los hospitales a entregar el kit para pacientes recién diagnosticados.
"Aquí estamos tratando de ayudar en lo que pueda porque veo la necesidad que hay. Te da una satisfacción brutal ayudar, me encanta ir a los hospitales", acepta Bruno, madre de tres hijos, una de ellas, Camila, diagnosticada con Diabetes tipo 1 a los seis años.
El previo diagnóstico de su esposo con Diabetes tipo 1, les permitió reconocer de inmediato los síntomas en la niña.
"En casa teníamos la ventaja de que era normal ver insulinas, jeringuillas y sangre por su papá, pero comoquiera para mi fue un shock el diagnóstico, fue devastador porque sabía para lo que iba mi hija. Pero los niños son más fuertes que uno y ella lo tomó bastante bien, es una niña bien madura", describe Bruno.
La madre asegura que si bien los niños con esta condición pueden vivir una vida normal, tienen limitaciones y todo requiere una preparación.
En la infancia de Camila, Bruno pedía el menú de una fiesta de cumpleaños por anticipado para calcular la insulina que debía recibir la niña. Su lonchera tenía etiquetas identificando los gramos de carbohidratos en todos los alimentos y nunca podía quedarse la noche completa en un sleepover porque a las dos de la mañana suelen alterarse sus niveles de glucosa en sangre.
Al llegar a escuela intermedia comenzó "una etapa de rebeldía" con su condición que llevó a la entonces preadolescente a evitar los alimentos recomendados o a mentir sobre sus niveles de azúcar. Camila aprendió que la libertad exige responsabilidad.
"Pero ahora ya tiene quince años, así que estamos en otra etapa", asegura Bruno sobre la joven quien hace cuatro años tiene una bomba de insulina que rota por distintas partes de su cuerpo.
"Ahora ellos van solos a fiestas, ella habla de querer estudiar fuera... A veces yo me echo a llorar debajo de la ducha porque mi mayor temor es que en un futuro ella tenga complicaciones y yo sea la responsable. Otras mamás dejan que el nene bregue solo porque es su responsabilidad pero con mi nena yo me hago 100% responsable", acaba Bruno sobre la vigilancia de los niveles de azúcar y el uso de insulina de su hija.