“El arte se usa para sacar tus inspiraciones, se usa en la escritura y en la lectura para sacar lo que entendimos. La maestra dice ‘vamos a leer un cuento’ y después de que lo leamos vamos a hacer un tipo de arte -que son las creaciones- de lo que más te gustó. Lo más que me gusta es cuando dicen ‘vamos a hacer creaciones’”, dice la niña que reside en Caguas, pero asiste a diario a la escuela en Loíza.
“A mí me gusta poder hacer arte, con nosotros los grandes las maestras pueden hacer más cosas”, asegura, de otra parte, Medina Lanzó, quien al momento reside en Canóvanas, pero aclara que “soy de Loíza”.
“Mi autorretrato lo hice con pasteles y con pega”, explica Rodríguez.
“Primero lo dibujamos, luego le untamos pega blanca y luego lo pintamos con pastel”, especifica Medina.
Cada vez que logran algo nuevo al trabajar sus creaciones, la sorpresa es recibida con agrado. Este fue el caso del linóleo.
“Es lo más que me ha gustado porque fue una experiencia muy brutal”, confiesa Medina.
“Eran gubias y a veces hincan pero tenías que hacerlo suave para que no te cortaras y no podías tener la mano al frente, tenía que estar al lado para que no te lastimaras el dedo”, explica Medina.
Con apenas una década de vida, Rodríguez asegura que le “encanta” el arte “porque es la cosa que más me apasiona”. “Lo puedo hacer feliz todos los días, no tengo que estar encima de eso porque yo, desde que pienso algo, lo dibujo y ya me salió”, dice la joven.
A Medina le agrada la oportunidad “porque es una experiencia que no podrías tener todos los días”. “A veces yo veo primero una serie en Netflix, luego utilizo parte de los animé que he visto y creo uno yo; pero no les pongo nombre, solo los dibujo”, indica el estudiante para quien la apertura de la exhibición “Nos Obra” fue importante “porque la gente iba a ver lo que creamos”.
“Yo estaba feliz porque iban a leer el cuento, “El tiburón estornudón”, que hicimos entre todos, y está bien gracioso”, rememora Rodríguez.
Al escuchar mencionar el animal, la sonrisa ilumina el rostro de Medina. “Yo soy fan de los tiburones, tengo un diente de tiburón blanco que me lo dio un amigo mío porque él sabe que me gustan mucho. Yo me quiero comprar un collar que tenga un tiburón”, anticipa.
“Ay sí, él vive con sus tiburones…”, dice su compañera en un salón con siete estudiantes “pero vienen más y cuando regresemos vamos a ser diez”.
Si algo han descubierto estos estudiantes es que el arte puede ser un inseparable compañero de vida.
Fotos y vídeo: Javier Del Valle