Jueves, 31 Enero 2019 14:01

Impacto en números a los menores de la Generación María

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Conoce detalles de los renglones más afectados en las vidas de los menores de edad en Puerto Rico, después que María se alejó.


Amanda Rivera Flores, directora del Instituto de Desarrollo de la Juventud. Foto / Javier del Valle

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé

Las vivencias de los niños y las niñas de Comerío, Yabucoa, Las Marías, Barceloneta y Coamo luego del paso del huracán María, demostraron el efecto que tuvieron el cambio de rutina escolar, las carencias de servicios básicos, las mudanzas, la falta de ingresos económicos y la fragilidad emocional en sus vidas. Así lo constató un estudio cualitativo realizado por el Instituto del Desarrollo de la Juventud (IDJ) entre los meses de septiembre a diciembre de 2018, mediante encuestas realizadas con menores de 18 años.

 Los hallazgos del estudio fueron presentados recientemente en una conferencia de prensa ofrecida por Amanda Rivera Flores, directora ejecutiva del IDJ; María E. Enchautegui y Anixa Cox, coautoras del estudio; y Brayan Rosa, gerente de política pública del IDJ. La investigación se realizó gracias a la alianza entre las entidades Save the Children, Massachusetts United Fund y la Fundación Ángel Ramos, utilizando un acercamiento multimétodo, realizado por la empresa Estudios Técnicos y un equipo multidisciplinario de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras.


El estudio fue puesto a la disposición de agencias gubernamentales
vinculadas a la niñez. Foto / Javier del Valle

Debido a que existe una “necesidad apremiante de atender las vulnerabilidades presentadas en la investigación”, según indicó Rivera Flores, el estudio está acompañado por una Guía de Recomendaciones “con la meta de proveer soluciones y sumar esfuerzos multisectoriales que integren al gobierno central y a los municipios, así como a entidades sin fines de lucro y organizaciones de base comunitaria”. “Esto con miras a ofrecer alternativas de recuperación para las familias y una mejor preparación para eventos futuros”, agregó la directora del IDJ, adscrito a la organización Boys & Girls Club.

A modo de trasfondo, se destacó que los niños y los adolescentes han sido identificados como poblaciones de alta vulnerabilidad ante el paso de desastres naturales; estudios en Estados Unidos sugieren que se ven impactados de forma desproporcionada por estos y, en Puerto Rico, se ha consignado que el 57.3% vive bajo niveles de pobreza. Ambas premisas aumentan la importancia de entender el panorama que enfrentaron y, aún viven, los menores que informalmente se han bautizado como la “Generación de María”.

 

ASÍ RESPONDIERON LOS ENCUESTADOS

La información obtenida indica que, en nuestra isla, la vulnerabilidad de los menores estuvo relacionada con altos niveles de pobreza, la inexperiencia ante huracanes de la magnitud de María, el alto número de familias dirigidas por abuelos, la geografía de barrios altos y el porcentaje de niños con impedimentos en las escuelas.

“Nos fuimos pensando que nos íbamos a ver en un par de días”, señaló una maestra de escuela mientras que un funcionario municipal comentó: “es curioso, fíjate, tenemos que tener un plan para el manejo de animales y nunca nos habían comentado de un plan para el manejo de los niños”.

“Mi mamá estaba super-paniqueá, pero yo pensé que estaba exagerando”, dijo una adolescente mientras que otro señaló cuánto le costó convencer a los abuelos con los que vive que dejaran la casa que habitaban por una más segura. “Y al fin y al cabo los logré convencer cuando estábamos a minutos de que entrara el huracán. Solo logré bajar dos bolsas de ropa y más nada. Y casi todo de ellos”, narró.

Entre las dificultades económicas enfrentadas en los 705 hogares que constituyeron la muestra, el pago de agua y la luz (32.6%), la compra de alimentos (30.8%) y el pago de servicio de telefonía o celular (25.7%) encabezaron la lista.

Las primeras cinco respuestas que dominaron en el renglón de situaciones enfrentadas tras el ciclón son: pérdida de ropa y efectos personales (47.10%), pérdida de ingresos en el hogar (32.70%), reducción de horas de empleo (21.90%), pérdida de empleo (22.50%) y pérdida de vehículo (13.20%).


María E. Enchautegui, coautora del estudio, participó en el trabajo
en representación de la Universidad de Puerto Rico.
Foto / Javier del Valle

Entre múltiples aspectos investigados, destacó la respuesta de la población en las labores de rescate. Al menos un adulto de los hogares encuestados se unió a los esfuerzos de recuperación como voluntario, siendo más notorio en la región central de la isla. La mayoría, (19.3%) lo hizo a través de una entidad sin fines de lucro de base comunitaria. También, la mayoría de los encuestados identificó a las comunidades y al gobierno municipal como las primeras líneas de defensa durante la respuesta.

La falta de tecnología alteró el comportamiento de los niños y jóvenes. “…pude hacer cosas que nunca había hecho como escribir un libro completo en papel, limpiar los alrededores, trabajos que dicen que son para hombres”, relató una participante en el estudio.

“El teléfono, en verdad, no nos hizo falta porque estábamos siempre en un bonche (como de 6 o 7) y todos con bici, corriendo por ahí, tratando de buscar camino y ver quién necesitaba ayuda”, contó un joven.

La ausencia de rutina escolar fue otro aspecto que dejó huella. En la zona este algunas escuelas estuvieron 83 días sin clases, en el centro del país los planteles llegaron hasta los 104 días sin clases y los alumnos de Educación Especial llegaron a los 97 días sin asistir a sus aulas. El uso de escuela como refugios fue un agravante.

También la emigración fue significativa en una isla en la que entre los años 2007 y 2017 ha visto una reducción de un 35% en menores de 18 años según el Censo.

PARA HACERLO MEJOR


Brayan Rosa, gerente de política pública del Instituto del Desarrollo
de la Juventud. Foto / Javier del Valle

Entre las recomendaciones primordiales está el atender la salud emocional de los menores, contemplar las necesidades de estos en futuros planes preventivos, crear un Programa de Aliados para la Niñez en el que líderes comunitarios dispongan de kits con provisiones para menores, evitar la duplicación de trabajo entre agencias gubernamentales, crear un observatorio de la generación María para alinear todos los procesos de recuperación en el futuro y encaminar los fondos federales próximos a llegar para que se garantice el mejor desarrollo y oportunidades a las poblaciones menores de edad.

“Si los niños no se pueden recuperar, Puerto Rico no se puede recuperar efectivamente”, puntualizó Rivera Flores.

“La cuestión socioeconómica del hogar muchas veces en las recuperaciones no se mira”, aseveró Rivera Flores, directora del IDJ. “Pero cuando no se estabiliza la situación económica del hogar hay un impacto en un montón de otras áreas de ese niño, causa más estrés para el niño encima de lo que ya pasó y aumenta la posibilidad de que esa familia se vaya de Puerto Rico”.

Recomiendan, entre otras cosas, la extensión del Child Tax Credit a nivel federal para familias con niños, usar las oportunidades de la economía que surge a raíz del desastre para encaminar a esas familias necesitadas y atender a nivel individual a los niños para “procesar lo que pasó” y así aliviar su salud mental y mejorar su desempeño académico.

“Los niños que ahora tienen 8 y 10 años y vivieron a través del huracán María, a diez años en el proceso proyectado de la recuperación, van a ser los jóvenes entrando a la universidad, al campo laboral, entrando a mover la economía del país”.

“Lo que vimos en el estudio cualitativo es que hay variaciones por región y por pueblo. Por ejemplo, en Las Marías, hay muchos agricultores y el disloque económico en esas familias fue bien alto y recuperarse para esas cosechas va a tomar mucho tiempo. Hay que mirar que hay distintos tipos de impacto”, señaló Enchautegui.


Anitza M. Cox, de la firma Estudios Técnicos, fue una de las coautoras
del estudio. Foto / Javier del Valle

“Después de María vivimos en un Puerto Rico distinto, todo el mundo tiene ansias de poder aunar esfuerzos para la recuperación. Este estudio nos provee una mirada bien en detalle de las necesidades y características de nuestros niños y una hoja de ruta de hacia dónde debemos priorizar y enfocar esfuerzos para atender las necesidades de la niñez”, señaló Cox.

“Es un asunto también de pensar en el desarrollo económico del país”, dice, de otra parte, Rosa, “los niños que ahora tienen 8 y 10 años y vivieron a través del huracán María, a diez años en el proceso proyectado de la recuperación, van a ser los jóvenes entrando a la universidad, al campo laboral, entrando a mover la economía del país”.

“Cómo ahora podemos encaminar oportunidades para que estos niños puedan entrar a una fuerza laboral que va a ser diferente, con una demanda global donde se compite con otros países y tenemos que tener mejor educación, mejor preparación y también con un enfoque en aliviar la pobreza infantil y enfocar al gobierno a que se proponga como una meta bajar estos niveles de pobreza en la niñez. Estamos a tiempo para empezar a afrontar para que se pueda cambiar esa trayectoria a diez años”, culminó el gerente de política pública del IDJ.

 

Fotos: Javier del Valle





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