Miércoles, 19 Julio 2017 12:11

Las misis del hospital

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El Programa Escolar de la Fundación de Niños San Jorge lleva más de una década procurando experiencias educativas a pacientes con condiciones crónicas que les impiden acudir a la escuela.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


"Misis Angélica" ha ayudado a Victoria Román a cumplir sus metas
académicas. Foto/ Javier Del Valle

La escuela te enseña, la vida te educa. Ambos procesos nutren la labor del Programa Escolar de la Fundación de Niños San Jorge que, desde el año 2006, se ocupa de que cada niño con padecimientos crónicos y hospitalizaciones prolongadas que le impiden acudir a la escuela, tenga acceso a la educación que merece.

Cuando la rutina se altera drásticamente, tarde o temprano se añora. Más o menos eso sienten algunos pacientes que enfrentan largos tratamientos y convalecencias. Para recuperar cierta normalidad, se ofrece el servicio que abraza un enfoque educativo multidisciplinario. Desarrollar el potencial de cada paciente-estudiante -con atención a sus necesidades físicas y emocionales- es una labor que requiere amor, entrega y paciencia. Al momento, el programa ya ha educado cerca de 300 pacientes-estudiantes.

Una vez que éste es diagnosticado, Christian Ramírez, director del Programa Escolar, acude a la escuela para coordinar el servicio educativo en el hospital.


La maestra Marta Gautier visita a Giovanni Perales en su residencia en la zona este
de la isla. Foto/ Suministrada

“El Programa Escolar es parte de los servicios de la Fundación de Niños San Jorge. A diferencia del Programa de Apoyo al Paciente, que ayuda a subvencionar tratamientos médicos por lo que hay que demostrar insuficiencia económica, en el Programa Escolar esto no es necesario. No hay límite de ingresos económicos en la familia para ser admitido. El requisito es tener una condición de salud crónica que no le permita al niño asistir al salón por un periodo prolongado y que esté matriculado en la escuela”, expone Ramírez.

Por lo general, predominan pacientes-estudiantes con condiciones oncológicas y hematológicas por los extensos periodos de recuperación que exigen sus tratamientos, pero también podría atenderse, por ejemplo, uno que lleve largo tiempo en el hospital por sufrir de asma crónica.

En la visita de Ramírez a la escuela, los maestros comparten el material requerido para el grado. “Esto depende mucho de la buena voluntad de la escuela y son bastante cooperadores en el proceso. A veces los estudiantes salieron del hospital pero no pueden ir a la escuela porque se recuperan del tratamiento o de una operación”, pone como ejemplo el director.


Estudiantes-pacientes en acción en el salón ubicado en el piso de Oncología del Hospital San Jorge, junto a la
maestra Raysa Saldaña. Foto / Suministrada

Es entonces que entra en acción el Programa Escolar que cuenta con dos maestras residentes en el Hospital San Jorge, Gabriela S. Esteves y Raysa Saldaña, y otras doce a las que se le asignan las zonas norte, sur, este, oeste y metropolitana de la isla, para que visiten a los estudiantes en sus casas y brinden apoyo con las tareas. De kínder a cuarto año, las maestras cubren todas las materias.

“Yo soy Victoria Sofía Román. Tengo nueve años”, dice tímidamente la paciente que disfruta de los servicios de “Misis Angélica” (Angélica Martínez), quien la visita en su casa.

Victoria acabó el tercer grado con “todas A”, dice, como también asegura que lo que más le gusta es “jugar, bailar y jugar”.

“Misis Angélica me ayuda a hacer los trabajos”, añade la niña.

EL ARTE ES LA CLAVE


"Después que llegan al salón no se quieren ir", coinciden las maestras sobre sus pacientes-estudiantes
en el hospital. Foto / Suministrada

Conscientes de que el estudio puede ser tedioso en momentos de fragilidad física, las maestras recurren al arte para atraer la atención de sus estudiantes-pacientes.

“Le buscamos la vuelta”, señala Esteves, maestra residente hace seis meses en el hospital santurcino, “ya sea a través de juegos educativos o de las artes. Nosotras hacemos team teaching, doy el material y luego intercalamos las artes para hacer un trabajo sobre el tema y eso nos ha funcionado muy bien. Por ejemplo, cuando hablamos de los colores, ahí integramos arte, hasta de las partes del ojo hemos aprendido. Planificamos con su fortaleza y lo que ellos desean aprender; lo que no se da en la escuela –como muchas veces el arte- lo tratamos acá. Eso crea vínculos y te permite muchas cosas”.

Como ventilar emociones y sentimientos que los pacientes-estudiantes muchas veces prefieren omitir. “No tan solo no los dicen, sino que también lo reflejan en el trabajo de arte y en los escritos que tienen que hacer con sus dibujos. Es un poquito fuerte para nosotras”, menciona Raysa Saldaña.

“Uno trata de manejarlo, de involucrarlos en otras cosas para que puedan reflejar lo que sienten y también ver otra perspectiva”.

Hace un año, esta maestra residente se desempeñaba como voluntaria de la Fundación “pero al ser maestra ahora es más difícil”. “Uno trata de manejarlo, de involucrarlos en otras cosas para que puedan reflejar lo que sienten y también ver otra perspectiva”, opina Saldaña sobre las confidencias que reciben.

En ocasiones, cuentan las maestras, los padres aprovechan la cercanía que se desarrolla entre paciente y maestra para auscultar por qué no quieren comer o no quieren tomar sus medicinas. De igual modo, cuando terminan con el material educativo, hacen cosas diferentes como enseñarle tips de maquillaje a jovencitas que han perdido su cabello y están preocupadas por su apariencia o ayudar a los varones a sobrellevar también los cambios físicos que trae el tratamiento.

El Programa Escolar cuenta con un área designada como salón de clases en el piso de Oncología del hospital.  Allí están las maestras en periodos de 9:00 a.m. a 12 m.d. y de 1:30 a 5:30 p.m. Otros pacientes son educados en sus habitaciones.


Las maestras Gabriela S. Esteves, izquierda, y Raysa Saldaña, derecha, junto a la paciente Génesis Vicéns. Foto / Suministrada

“Después que nos desinfectamos al llegar a Oncología, vamos por los cuartos anunciando el servicio y esperamos en el salón a que lleguen. A algunos pacientes los buscamos. Después no se quieren ir del salón”, manifiesta Saldaña.

“Tuvimos una paciente-estudiante que no podía salir de la habitación y estábamos todo el día con ella. Era triste la situación, pero nos disfrutábamos el momento”, agrega Esteves.

“Las maestras también le dan servicio a la Unidad de Salud Mental del hospital tres veces en semana porque las estadías de sus pacientes no son recurrentes pero son prolongadas. El Programa Escolar recibe apoyo de la facultad médica, ese espacio está programado dentro del itinerario de los pacientes de Oncología y Salud mental y se cumple”, sostiene Ramírez quien agrega que cada primer viernes de junio celebran en el Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas en Santurce el esperado Día de Logros con que culminan el año escolar.

Evitar el rezago académico o la deserción escolar parecen ser las primeras metas de esta iniciativa, mas en la dinámica diaria el aprendizaje es recíproco; aprenden unos de otros, estudiantes y maestras. La vida es urgente cuando se vive en un hospital. Vivirla al máximo es un requisito.

Si le interesa donar tiempo como voluntario o materiales educativos al Programa Escolar, comuníquese al (787) - 622-2200.

Fotos Suministradas



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