Jueves, 15 Febrero 2018 18:27

La nueva “normalidad” del Tercer Sector

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Los planes y los servicios de las organizaciones sin fines de lucro hacia las poblaciones que sirven han sido renovados drásticamente para este nuevo año. ¿Cómo sobrevivirán?

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


Una convivencia entre alumnos y maestros enmarcó el inicio de clases en las sedes en Ponce y Guayama de los Centros
Sor Isolina Ferré. Foto / Suministrada

Normalidad. ¿Qué se considerará normal en el quehacer diario de las organizaciones sin fines de lucro en este comienzo de año? ¿A qué se aspira?

Acostumbradas a funcionar como un motor silente que mueve el país, las organizaciones sin fines de lucro trabajaron a la altura -y más- de lo que se esperaba de ellas durante la emergencia que provocó el recorrido del ciclón María por nuestra geografía el pasado septiembre. Ampliar servicios más allá de sus participantes, de sus comunidades, de sus capacidades, fue una meta compartida que llegó a feliz término gracias a las alianzas entre ellas, la ciudadanía, la diáspora boricua y el sector privado.


Además de atender las necesidades de las comunidades en la emergencia,
las organizaciones continuaron cumpliendo con su misión. Aquí, visita a
una de las participantes del Proyecto Nacer con su bebé en el hospital.
Foto / Suministrada

Ahora que ya inició el nuevo año, el Tercer Sector reorganiza piezas en el rompecabezas en que se convirtió nuestra isla para continuar vigentes y operando. Sobre la marcha se aprendió, se improvisó bajo la guía de la intuición y se ejecutó. Ya se escriben nuevas reglas en un nuevo país.

“Hoy para nosotros la normalidad significa ajustarnos y ser flexibles a los diferentes cambios, porque las organizaciones estamos en un ambiente demasiado volátil en términos de estabilidad económica. Así que, pensar en normalidad es cómo ajustarse a cambios pequeños todo el tiempo. Nuestros planes estratégicos usualmente eran a cinco años y ahora, como mucho, son a dos años porque el nivel de inestabilidad es demasiado en términos de fondos, de población y de las necesidades que están presentando”, expone Anayra Túa López, directora ejecutiva del Proyecto Nacer. Esta organización sin fines de lucro encamina a madres y padres adolescentes a cumplir sus metas escolares.


La inestabilidad en los servicios básicos tras el huracán María, desestabilizó
a las comunidades que sirve el Proyecto Nacer por lo que llevaron
brigadas de voluntarios. Foto / Suministrada

La situación con los intermitentes servicios básicos en el país tiene el efecto, afirma la directora, de “desestabilizar nuestras poblaciones” tanto en Bayamón, donde ubica su sede, como en pueblos limítrofes como Naranjito, Comerío, Toa Alta o Toa Baja.

Al igual que otras organizaciones aquí reseñadas, extendieron sus servicios no solo a sus estudiantes sino a las comunidades donde viven y se convirtieron en centros de acopio y de canalización de ayuda. Viabilizaron clínicas de salud y ofrecieron orientación sicológica a familias al tiempo que dieron seguimiento a las necesidades de sus participantes listas a dar a luz en los hospitales o de las que necesitaban ayuda para asegurar admisiones a centros universitarios. También, llegaron a coordinar salidas del país de participantes cuyos hogares quedaron destruidos.

“Ahora estoy como en un 90% en mi oferta de servicios”, menciona acerca de la estabilidad lograda luego de perder, también, empleados y estudiantes que partieron a Estados Unidos. “Ya pude llenar las vacantes y han llegado nuevos estudiantes”.

“Nuestros planes estratégicos usualmente eran a cinco años y ahora, como mucho, son a dos años porque el nivel de inestabilidad es demasiado en términos de fondos, de población y de las necesidades que están presentando”.

Los días de emergencia dieron oportunidad para descubrir varios aspectos que serán la nueva norma: aumentaron las poblaciones en riesgo, les afectó el éxodo y las instalaciones físicas que albergan las organizaciones deben ser acondicionadas al igual que las comunidades a su alrededor. El panorama actual que enfrenta el Tercer Sector presenta agencias de gobierno y municipios en situaciones precarias para asumir sus responsabilidades económicas con ellas.


El músico Edmar Colón donó su arte y se unió a la campaña de Abrazo
solidario de la institución Centros Sor Isolina Ferré. Foto / Suministrada

“Nuestros programas institucionales están en un 70% de funcionamiento a una capacidad razonable”, asegura, de otra parte, José Luis Díaz Cotto, principal oficial ejecutivo de los Centros Sor Isolina Ferré, organización sin fines de lucro que propicia la educación entre desertores escolares y la autosuficiencia de los ciudadanos.

“El 30% que no hemos atendido está asociado a fondos federales para programas de prevención que corre el Departamento de la Familia. El 1 de octubre se supone que iniciaba un nuevo ciclo y no se pudieron hacer nuevos contratos de extensión. La agencia no ha tenido la capacidad de recuperación, así que esos servicios están paralizados. Muchas organizaciones están en las mismas”, menciona Díaz Cotto.

La clave para sobrevivir podría haber sido legada por los días de la emergencia. A juicio de la directora del Proyecto Nacer, la colaboración entre organizaciones comunitarias y de base de fe, así como de agencias a todos los niveles, fue la clave. Quizás fue un gran ensayo para operar a lo largo de este año.

“Yo creo que las organizaciones tienen un conocimiento que pueden transferir a agencias del gobierno y al sector privado que pudieran ser fuentes de ingresos para ellas. También, se debe contemplar alguna estrategia entre nosotros para desarrollar un sistema de referidos y trabajo coordinado, no sólo entre las organizaciones que le damos servicios al mismo tipo de población sino entre todas”.

“Fue esencial”, reconoce Túa. “De otra manera no se hubiera podido lograr. Proyecto Nacer tenía experiencia trabajando con la Alianza de Educación Alternativa en cosas como, por ejemplo, compartir modelos educativos, pero ahora la emergencia nos llevó a mucho más que eso. Es como tener a toda tu familia en un lugar, hay un solo pedazo de pan y tienes que compartirlo. Por ejemplo, a ASPIRA le llegaban alimentos y nos decían ‘vengan, vamos a dividirlo por igual’, igual hacía yo cuando me llegaban cosas a mí”.

Con esta práctica, asegura Túa, lograban un impacto “a nivel isla, no localizado nada más” y se alimentaba una colaboración “que había evolucionado por años”. “Es la única forma en que ahora las organizaciones vamos a poder sobrevivir”, insiste la directora de Proyecto Nacer.


Contra viento y marea, la Fondita de Jesús mantuvo sus celebraciones
navideñas. Foto / Suministrada

“El gobierno contrata con organizaciones comunitarias aquellos servicios que el sector privado no está dispuesto a dar, porque es más caro dar el servicio que lo que el gobierno paga. Por ejemplo, los que se ofrecen a personas sin hogar”, dice, de otra parte, Socorro Rivera, directora de la organización Fondita de Jesús, dirigida a alimentar y reinsertar en la sociedad a personas sin hogar.

Teniendo claras las nuevas condiciones de labor, Rivera evalúa alternativas.

“Yo creo que las organizaciones tienen un conocimiento que pueden transferir a agencias del gobierno y al sector privado que pudieran ser fuentes de ingresos para ellas. También, se debe contemplar alguna estrategia entre nosotros para desarrollar un sistema de referidos y trabajo coordinado, no sólo entre las organizaciones que le damos servicios al mismo tipo de población sino entre todas. Eso enriquece y nos permite dar servicios integrados; por la manera en que se otorgan los fondos que solicitamos, damos servicios segmentados. La nueva realidad en el país nos lleva a ser holísticos, a trabajar el concepto de familia y comunidad”, sugiere la líder de Fondita de Jesús.

 

SIGUE LA BRÚJULA


Anayra Túa, directora del Proyecto Nacer y comisionada del Child Welfare
League of America, recibió la visita del reverendo Jesse Jackson después
del paso del huracán. Foto / Suministrada

Cada organización recompone sus prioridades de servicio y dibuja los perfiles de sus participantes como reacción inmediata a los entornos que sirven.

Díaz Cotto, de los Centros Sor Isolina, indica que sus servicios van en dos direcciones: lo que antes hacían y lo que hoy es prioridad. Ya visitaron la isla desde Vieques hasta Mayagüez pasando por la montaña, ya entregaron alimentos y artículos de primera necesidad, entre otras tareas. ¿Ahora qué?

“Hay que cambiar para satisfacer las necesidades de las comunidades”, señala sobre nuevas tareas que han acogido, como viabilizar la reparación de techos en residencias y atender la salud mental de niños, jóvenes y jóvenes adultos. “¿Cómo tú vas a invitar a un joven a terminar el cuarto año si su casa no tiene techo?”.

Rivera, directora de la organización Fondita de Jesús, señala que pudieron reconocer el nuevo perfil de sus participantes al ofrecer alimentos directamente en comunidades afectadas de la capital como Tras Talleres, La Perla, Playita y Barriada Figueroa, así como clínicas de salud durante la emergencia. Un 75% de las personas había perdido su hogar, la vivienda estaba bien deteriorada y vivía sin ninguna red familiar de apoyo.

“Hay una nueva modalidad de lo que es la persona sin hogar. Antes variaba entre las personas con problemas de adicciones, de salud mental, mujeres maltratadas, los que a raíz de la Ley 7 se quedaron sin empleo y perdieron los recursos o personas con problemas de salud mental sin adicción. Ahora estamos empezando a ver las personas mayores cuyos hijos se han ido o su cónyuge murió. La persona mayor ya no es una prioridad en los hogares, por necesidad o por cambios culturales, y eso se va a ver más impactado ahora”, menciona el panorama nuevo.

“¿Cómo tú vas a invitar a un joven a terminar el cuarto año si su casa no tiene techo?”.

 Luego de evaluar el trabajo realizado, decidieron que reclutarán un organizador comunitario.

“Hay que capitalizar en el talento disponible en las comunidades. Ellas han descubierto que hay cosas que se tienen que hacer y no necesitan que venga nadie a resolverle. Es tiempo de empezar trabajo para ser más autosuficientes y para que tengan sus planes de emergencia. El organizador va a ayudar a la comunidad a identificar cuáles son sus activos; hay líderes, otros saben de construcción, de electricidad, saben cuántos encamados hay, y todo ese tipo de información necesaria para desarrollar un plan”, dice Rivera sobre el rol que asegura se popularizó entre las comunidades en la década del setenta.

“Pero para que funcione hay que escuchar a la comunidad y tomarla en cuenta; aquí no sirve el one size fits all”, insiste Rivera.

Díaz Cotto, que además preside el Movimiento Una Sola Voz que agrupa poco más de un centenar de organizaciones sin fines de lucro del país, anticipa que trabajan en la recopilación de información sobre el estatus de las entidades no gubernamentales, con miras a conocer el nuevo rostro del Tercer Sector.

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