"Si la educación es el arma principal para transformar el mundo, educar el Tercer Sector es construir mejores comunidades, un mejor país y un mejor mundo. La verdadera transformación viene de las comunidades... Hoy somos más capaces y ciertamente están sembrando en terreno fértil. Vamos a hacernos sentir orgullosos como país", exhortó Guzmán.
Por su parte, Beverly Santos, de los Centros Sor Isolina Ferré, subrayó que "no hay precio que pague lo que nosotros vivimos en estos 18 meses".
Santos exaltó las bondades que resultan de trabajar por otros. "Somos seres humanos que nos levantamos y buscamos el pan sirviendo y en la piel eso no tiene precio", afirmó para más tarde opinar sobre el periodo de aprendizaje. "Esto nos fortalece, nos mantiene a la vanguardia, nos mantiene al día... Unir esfuerzos nos hace mejores seres humanos y así tendremos una mejor isla. Hoy me llevo un bonche de hermanos".
Además de aprender nuevas y mejores maneras de realizar labores administrativas y de contacto con sus comunidades, resultó valioso para los participantes compartir experiencias. Aprendieron, por ejemplo, a conciliar los ofrecimientos de servicios de excelencia con el retante pago de tiempo extra, pudieron detenerse a observar cómo países como Irlanda trabajan con sus comunidades y compartieron, entre otras cosas, el Manual de Empleado con organizaciones que no poseían uno.
Su colega de los Centros Sor Isolina Ferré, Heriberto Martínez, declaró que el denominador común del grupo es "buscar sensibilidad en el prójimo". "Unimos sentimientos en un grupo y buscamos oportunidades. Pudimos meditar y evaluar si lo que hacemos lo hacemos bien. Aquí nos pulieron", definió Martínez.
La oportunidad de escuchar otras vivencias y poder identificarse fue atesorado por los participantes. "Uno aprende", reflexiona Martínez, "pudimos decir en algún momento 'eso me pasa a mi pero con otra población' o vemos lo que hacen otras organizaciones con menos recursos".
Emoción y acción
Cuando los participantes de la organización PECES fueron llamados a recibir su Certificado, sus múltiples seguidores entre el público les obsequiaron un fuerte aplauso. Andrés Ortiz Arroyo, uno de los recipientes de tan sonoro cariño, sonrió al ser abordado acerca del episodio.
"Además de la emoción de lograr el Certificado", contó el joven, "es por sentir vivencialmente que se está logrando el cambio para la isla; es la emoción pero es también la acción, es la alegría del cambio y la originalidad de lo que estamos haciendo".
Josué McGrath Rosario, de Nuestra Escuela, resaltó por otra parte que además de aprender múltiples aspectos técnicos "el mayor valor como grupo fue poder reflexionar sobre el rol y la responsabilidad de nosotros como Tercer Sector". "Como colectivo pudimos reflexionar y estar todos de acuerdo en atender ciertos asuntos. Hay que exigir, pero también hay que aportar porque tenemos la responsabilidad del cambio social", insiste el participante de Nuestra Escuela.
Lymaris Vázquez, de Jóvenes de Puerto Rico en Riesgo, está vinculada a esta organización hace años y hace poco se estrenó como su directora ejecutiva. "Más que un proceso esto fue una jornada", dijo sobre los meses invertidos en obtener el Certificado. "Esta fue una plataforma para descubrir qué directora yo quiero ser".
Vázquez afirmó que tan pronto los participantes iniciaron el intercambio de información, "ahí empecé yo a ganar". "La directora que soy ahora tiene matices de toda esta gente con la que he compartido hace año y medio. Gracias a los compañeros por enseñar las entrañas de nuestra organización de manera sabia y pertinente", expresó la joven.
Otro que aprendió de sus mayores fue José Gabriel Morales, de Iniciativa Comunitaria, quien usó un relato personal como metáfora para describir su experiencia durante el proceso académico para obtener el Certificado.
Habló de su abuelo, a quien considera su mentor, y narró cómo lo citó un día temprano en la mañana a su finca en Coamo. Hicieron un corral, sembraron árboles y mientras tomaban un café al final de la faena, lo citó en el mismo lugar, cuatro años más tarde, para contarle una historia.
"¿Tengo que esperar cuatro años, abuelo? ¿No puedes contármela ahora?", cuenta Morales que intentó persuadirlo pero éste no lo logró.
Cuatro años después, el abuelo le recordó la cita el día antes a su nieto y se encontraron puntuales en la finca. Morales disfrutó de los árboles, de la vista y del café.
"No hay nada como saber replantar un árbol correctamente y disfrutar sus frutos", le dijo el abuelo.
"No hay nada como sentarse debajo del árbol que uno sembró, esos frutos son inmediatos", aseguró Morales sobre su experiencia educativa.
Muchos aguardan que estas doce organizaciones tengan más y mejores frutos.
"Ahora la bola está en la cancha de ellos, deben implantar lo útil", explicó Alfredo Carrasquillo, director de iLEC y líder de esta jornada educativa que consistió en 123 horas lectivas distribuidas en doce sesiones de dos días cada una.
"Ahora viene la fase de acompañamiento para asegurar lo aprendido, que se establezcan nuevos hábitos de colaboración y trabajo en redes. Para que el día a día y la locura cotidiana no asfixien el entusiasmo", culminó Carrasquillo.
Las semillas saben que fueron bien plantadas y que están bien cuidadas.
Fotos por Juan Carlos Álvarez Lara