Los hogares surgen luego que el gobierno federal demandara al gobierno local exigiendo que integrara mejor a personas con discapacidad intelectual a la comunidad. Se propone inclusión y que disfruten el mismo derecho de cada ser humano a vivir en familia.
"Esto ha sido bien emocionante para nosotros", acepta Vargas recordando la apertura del primer hogar comunitario en el año 2008 cuando se desempeñaba como administradora del Psicopedagógico. Cuando luego llegó a la dirección, ésta decidió tomar el reto de abrir otros hogares.
"En el caso del primer hogar, los participantes son más funcionales, uno hasta trabaja en una tienda… ", sostiene.
Para los hogares, Vargas cuenta con un equipo de una supervisora y nueve empleados.
"Ellos no pueden estar solos (…). Por cada participante tengo que tener tres empleados (...). Ellos los llevan a actividades recreativas en la comunidad, van al parque, al juego de pelota", afirma.
Una visita a las nuevas adquisiciones permite examinarlas en detalle. Son casas de urbanizaciones antiguas que han sido remodeladas y adaptadas a las necesidades de los participantes. Huele a limpio y están limpios. Hay paciencia y empeño en que coman. Algunos ven televisión, otros disfrutan en sus mundos. En las habitaciones a veces hay dibujos en las paredes logrados en talleres y hasta un cartel con sueños y logros; el camino que quieren transitar.
"En estos dos hogares que abrimos, seis de los participantes salieron de aquí. De esos seis varones, cuatro están en sillas de ruedas y requieren ayuda individual (…)", explica la directora.
"En el caso de las niñas, dos eran del Instituto y las otras cuatro vinieron de hogares diferentes y se integraron. Ellas pasan por un proceso de transición y se va observando para ver cómo se adaptan, pero la experiencia ha sido que es como si toda la vida hubieran estado juntas", celebra Vargas quien agrega que mantienen esos hogares en acuerdo con el Departamento de Salud.
En el 2012, el primer hogar comunitario del Psicopedagógico fue seleccionado como "Mejor Hogar" de Puerto Rico, cuenta la directora, lo que les dio la oportunidad de crecer en esa dirección.
A eso debe sumarse que muchos padres de los participantes trasladados exigieron por escrito que "de la única forma que mis hijos van a un hogar es que sea del Instituto". "De otra forma no iban a ceder, es por el temor de que no se trate bien a sus hijos. Y que digan eso, para nosotros, es motivo de mucho orgullo", acepta la directora.
Cada cuidador debe observar constantemente a su participante a cargo en busca de cambios. Es una de las reglas doradas para mantener el balance, según indica la encargada en Sicología del Psicopedagógico, Ana María Arteaga.
"Lo primero es que todos los participantes no tienen el mismo nivel de funcionamiento, así que tenemos que tener claro cuál es su potencial y el segundo marco es que dentro de ese potencial que tienen, ellos se expresan de distintas maneras", expone Arteaga.
Tanto lo bueno como lo malo es determinado por distintos detonantes, por lo que conocerlos en un escenario controlado es fundamental para mantener un entorno apropiado para el participante.
"El cuidador tiene que saber qué es lo usual, identificar cuándo hay diferencia y conocer bien los detonantes para poder hacer prevención, no podemos trabajar si no hay prevención", insiste Arteaga, "eso implica que si estás en una relación uno a uno, el nivel de intervención del encargado con el participante es diferente a la que tiene con un grupo de 5, 10, 15 ó 20 participantes. Siempre hay que conocer el detonante porque, aunque esté medicado para bajar sus niveles de ansiedad, de qué te sirve si le pones el estresor al lado. Hay que manejar constantemente ese espectro de ansiedad".
La consistencia en los hogares comunitarios es la clave. Al igual que el amor y el empeño en que la dignidad no sea solo cosa de domingos.