Celebrar la trayectoria, la labor y la excelencia de una organización sin fines de lucro es motivo de orgullo para la Fundación Ángel Ramos. Ahora bien, seleccionar a cuál reconocer cada año, cuando en el ecosistema del tercer sector en Puerto Rico abundan las iniciativas disciplinadas y consistentes en el compromiso de servir a sus participantes y comunidades, verdaderamente es una experiencia de crecimiento extraordinaria. 
 
El Premio Tina Hills se honra en reconocer la ejecución impecable del sector en el país a lo largo de 25 ediciones del galardón. Tocamos la puerta de cada pasado ganador. Sus méritos evolucionan con los tiempos y su entrega permanece intacta. ¿Qué ha pasado con las organizaciones que han obtenido el premio? Entérate en los perfiles acerca de ellas que, a partir de hoy, y hasta el 14 de noviembre, publicaremos en Oenegé.

Meta: Recibir más alumnos del Departamento de Educación para que se eduquen y se desarrollen con sus pares.

Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé


Coro del Colegio San Gabriel. Foto / Javier del Valle

En el Colegio San Gabriel para Sordos cada ayuda se aprovecha al máximo. Y cuando llegó el Premio Tina Hills en el 2005 “fue una bendición”, cuenta Sor Carmen Ferrandis, directora ejecutiva de la institución que atiende a la población sorda desde los 0 a los 21 años.

“Por el clima que tenemos en la isla necesitamos darle mucho mantenimiento a nuestra escuela, tenemos que velar el bienestar de los niños. Una parte del dinero —que vino del cielo porque estábamos necesitados, había goteras— se usó para mantenimiento del techo porque es una inversión fuerte, se impermeabilizó el edificio donde están los salones de clases y el comedor”, menciona Sor Carmen acerca de las amplias instalaciones que poseen en Hato Rey.

“Ya ahora estamos tratando de encontrar formas de hacer ese trabajo de impermeabilización nuevamente, especialmente en el salón de actos que usamos muchísimo durante la pandemia. El comején se está metiendo por todos lados, queremos darle otro cariñito a esa zona”, añade Ferrandis.


Marcha para alertar sobre los desafíos de la comunidad carente de la audición.
Foto / Javier del Valle

Luego de un periodo de fundación en el 1904 y de desarrollo por las religiosas estadounidenses Sister Joseph y Sister Benedict, en el 1956 el Colegio San Gabriel para Sordos pasó a manos de la Congregación de Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, con sede en España. Se han especializado en la educación y la socialización de la población sorda de la isla, con especial atención en los últimos años a la niñez temprana. Sus ofrecimientos han evolucionado.

“Ya los estudiantes no viven en el colegio como antes, ahora vienen por transporte escolar. Vimos que no era beneficioso para los niños, se quedaban todo el curso escolar sin ver a sus padres hasta diciembre y eso nos partía el alma. Después llegaban y no conocían a los hermanos y los padres no aprendían lenguaje de señas, no se comunicaban con ellos. Dijimos  ‘esto no puede ser’ porque ellos tienen que trabajar para comunicarse con sus padres y con sus seres más queridos”, destaca Sor Carmen.

Al momento cuentan con 60 estudiantes “y estamos a la espera de algunos más”, dice orgullosa la religiosa.

“Mientras más temprano se atienden las deficiencias auditivas, mejor es el resultado, siempre y cuando el estudiante solo sea sordo porque nos llegan con muchas otras dificultades como el autismo”, señala.

Sor Carmen aplaude que el Departamento de Educación haya determinado referirles más estudiantes.

“Pensar que los niños de aquí consideran la escuela su segundo hogar, por no decir el primero, nos llena el corazón”.

“Estamos muy satisfechas. Ahora se han dado cuenta de que los niños tienen que venir a un colegio que cubra todas sus necesidades porque estaban integrándolos en sus áreas y les ponían un intérprete, pero después salían al recreo y, como no tenían a sus pares, no podían comunicarse con los compañeros. Ya están empezando a mandarnos más niños porque la cuestión es que la población existe, está ahí”, afirma subrayando las necesidades sociales que tiene el estudiante sordo fuera del salón de clases.

Que lleguen los alumnos a la escuela es la situación ideal, luego de un complicado periodo de educación virtual. “Estamos orgullosas del trabajo que hicimos con los estudiantes en la pandemia porque tuvimos mucha dificultad a la hora de trabajar por internet. Hemos tratado de superar eso, pero ya por fin maestros y niños están con nosotros. Nos da mucha ilusión que estén aquí y que lleguen a aprender y a compartir; pensar que los niños de aquí consideran la escuela su segundo hogar, por no decir el primero, nos llena el corazón”, señala.

En el colegio estiman su tarea hecha cuando los alumnos desarrollan “su autonomía, su vida propia y no son una carga para nadie”. Presenciar en primera fila su transformación es una vivencia incalculable.

“Ellos han salido adelante por sus propios esfuerzos. ¡Algunos de nuestros exalumnos ya son abuelos! Ver su desarrollo nos llena de orgullo y alegría”, culmina Sor Carmen.

Colegio San Gabriel para Sordos

Fundación: 1904

Labor: institución dedicada a la educación de sordos desde preescolar hasta escuela superior con currículo regular y de educación especial.

Ubicación: San Juan


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