Una sola nota publicada en el periódico El Nuevo Día sobre su experiencia e intención fue suficiente. Rivera recibió la primera llamada y escuchó lo que esperaba: "a mí me pasó lo mismo que a ti".
"Siempre digo que comencé a sanar con esa primera llamada", recuerda, puesto que buscaba conectar con otras madres, padres o familiares de víctimas que hubieran pasado por lo mismo para aprender cómo recompusieron sus vidas.
"Era una mujer, se llamaba Teresa y había perdido una hija más o menos de la edad de Laura. Cuando nos pusimos a hablar les gustaban hasta las mismas cosas", agrega Rivera, traductora y madre de dos hijas.
Al mismo tiempo, Rivera trabajaba en la edición de un poemario que Laura había dejado sin publicar, lo que la vinculó a la poeta Dinorah Navarro Marzán. "Lo que yo no sabía era que ella además era doctora en medicina y tenía experiencias en desastres", expone.
Navarro Marzán creó entonces la estructura para que el grupo de apoyo que Rivera aspiraba a fundar evolucionara y fuera más allá de la lágrima compartida. Para brindar información, abrazos, servicios especializados en sicología, trabajo social e intercesoría sobre derechos de las víctimas ante agencias gubernamentales como la policía o el sistema de tribunales, nació en el 1997 la Alianza Laura Aponte por la Paz Social (ALAPÁS), organización sin fines de lucro con sede en la calle Robles en Río Piedras.
Así, dio pasos iniciales el grupo de apoyo que hace 17 años se reúne el primer sábado de cada mes, a las 2:00 p.m. en la sede. Luego, en el 2007 se constituyó su Centro de Ayuda a Víctimas.
"Se dieron los tres elementos: mi amiga Marilyn, Dinorah y mi necesidad. A la primera reunión del grupo de apoyo aparecieron 25 personas, fue en el Jardín Botánico de Río Piedras", dice la fundadora quien hoy ha pasado a la vicepresidencia de la organización dejando en la presidencia a Magaly Castillo, quien llegó hace varios años como estudiante practicante de maestría en consejería sicológica de la Universidad del Turabo junto a otro colaborador de ALAPÁS, el sicólogo Rafael Lozano.
"No habíamos seleccionado ALAPÁS como centro de práctica, porque sabíamos que sería difícil la experiencia pero nos mandaron para acá", revela Castillo.
"Nosotros los amarramos a la pata de la mesa y les dijimos 'no se pueden ir'", riposta, de otra parte, Rivera.
Pero Castillo reconoce que al igual que Lozano, "nos enamoramos desde el primer día" del trabajo en ALAPÁS. "Ahí me convencí de que la sicología servía, de que la sicología sanaba, de que era capaz de ayudar a la gente para salir de las crisis. He aprendido muchísimo con Myra".
Castillo también acepta que "mucha gente le teme a la muerte", máxime cuando se trata de trabajar con sobrevivientes a muertes violentas.
"Tanto dolor asusta", menciona la presidenta de ALAPÁS. "Sin embargo, el trasfondo de esta organización nos da una esperanza muy concreta a todos empezando por Myra; ella trascendió su dolor para apoderarse y apoderar a las víctimas de delito y decirle que la vida no terminaba aquí".
Allí, quienes piden ayuda no son identificados como pacientes porque Rivera puntualiza que "aquí nadie está enfermo, somos personas normales que enfrentamos un incidente anormal", ni los denominan como clientes puesto que los servicios son gratuitos. "Son participantes y participan activamente de su proceso de sanación", aclara Rivera.
"Ellos llegan dolidos, confundidos, en estado de shock y aquí van viendo un rayo de esperanza. El grupo de apoyo, al que siempre vienen entre 10 y 25 personas, es bien importante porque une al que viene por primera vez con alguien que lleva, por ejemplo, siete años en el proceso. Entonces ahí no es el sicólogo, es otro como tú el que te dice 'va a llegar el momento en que vas a dejar de llorar, que va a doler pero vas a poder seguir adelante'. Esa solidaridad ha mantenido unida esta organización", afirma Castillo.
"Una de nuestras sicólogas nos ha enseñado que no es lo mismo doler en paz que doler en angustia. Parte de lo que aprendemos es que siempre va a doler, es un dolor persistente que no se va a ir nunca, pero vamos a sanar. Eso es una decisión que uno toma. Y sanar, para nosotros, no es ausencia absoluta de dolor y de memoria", manifiesta Rivera.
ATENCIÓN INTEGRADA
Los servicios de ALAPÁS -como grupo de apoyo o mediante consejería e intercesoría- se desplazan a otros municipios de la Isla como Ponce, Las Piedras, Vieques, Guayama y, próximamente, esperan poder impactar la comunidad Cantera en San Juan.
Al momento, el Centro de Ayuda a Víctimas -que atiende unos 150 participantes y sus familias al año- fundó un Comité de Casos no esclarecidos, en el que se orienta a los familiares de las víctimas cómo dar seguimiento a los casos en la Policía o en Tribunales, y se impulsan sus peticiones como organización.
"Cuando se trabaja a base de casos, como hacemos aquí, si el personal clínico o la manejadora de casos tienen que acompañarte a una vista irán contigo. Cuando sabemos que se acercan vistas en tribunales, por ejemplo, se dan más citas con el sicólogo para que el participante se vaya fortaleciendo", explica la fundadora de ALAPÁS sobre situaciones que pueden afectar a los participantes.
Ella y Castillo coinciden en que dicho servicio integrado hace única a esta organización en Puerto Rico.
"Esa es la clave", indica Rivera, "incluye terapia individual, para la pareja, para los niños de todas edades que muchas veces han presenciado el asesinato de mamá, de papá o de ambos y en ocasiones tienen que servir de testigos en el tribunal. Además, hay un componente educativo bien importante".
La educación abarca desde la redacción del documento Carta de derechos de las víctimas y testigos del crimen hasta el manejo de medios de comunicación -como tiene en agenda- o entender el proceso del duelo.
"El trabajo no acaba y podríamos hacer mucho más, pero necesitamos fondos. Llevamos ocho meses esperando porque nos lleguen unos fondos del gobierno. Y eso que nosotros somos expertos en técnicas de austeridad, las seguimos antes de que empezara la crisis", aseguró la fundadora.
Al presente, el Centro de Ayuda a Víctimas -que atiende a quienes han perdido seres queridos como resultado de asesinatos, negligencia al conducir, hurtos a mano armada, secuestro o hasta robo de identidad, entre otros- tiene a Alexis Rodríguez Ramos como líder de proyecto, a Vaneishka Vélez Montalvo como intercesora legal y a Yaitza Rojas Pérez como trabajadora social manejadora de casos.
Rivera pide al personal que, al igual que el verso de la canción de Mercedes Sosa "que la guerra no me sea indiferente", olviden lo aprendido en la universidad y además de empatía tengan siempre simpatía por los participantes. Que les importen.
"Mantenemos el control y somos empáticos pero siempre humanos", sostiene Castillo.
"Es imposible no sentirte conmovido, el participante repasa una y otra vez lo que pasó para poder integrarlo a su vida y te dice exactamente cómo mataron a su hijo, te está narrando cómo vio o le contaron o pensó que fue ese asesinato desde el principio al final, con lujo de detalles, y eso conmueve a cualquiera", culmina la presidenta de la organización.
Para solicitar servicios de ALAPÁS, llama al 1-888-631-5528.
Fotos por Juan Carlos Álvarez Lara