Jueves, 27 Octubre 2016 13:48

Espaldarazo a una labor sólida

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Como una invitación a transitar la ruta de la excelencia es percibido el Premio Tina Hills que ya cumple 21 años. Algunos ganadores revisan lo que provocó en sus organizaciones

Por Ana Teresa Toro :: Oenegé

¿Qué significan los premios? Es una pregunta que es posible hacerse en cualquier renglón social. En el deporte celebran el esfuerzo físico, la disciplina. En las artes, la destreza y virtud, o aquello que algunos llaman el duende. En el mundo empresarial, se suele distinguir el éxito económico y la creatividad para alcanzarlo. Y así ocurre, en cada aspecto de la experiencia humana que hemos aprendido como sociedad a reconocer y a premiar.

Directivos de organizaciones ganadoras del premio Tina Hills como Nilda Morales de SER; José Oquendo de PECES; Ana Yris Guzmán, de Nuestra Escuela y Francisco J. martín caso de CODERI. participaron de la mesa redonda celebrada en la sede de la Fundación Ángel Ramos.

Directivos de organizaciones ganadoras del Premio Tina Hills como Nilda Morales de SER; José Oquendo de PECES;
Ana Yris Guzmán, de Nuestra Escuela y Francisco J. Martín Caso de CODERI. participaron de la mesa redonda celebrada
en la sede de la Fundación Ángel Ramos.
 

Ahora bien, en el campo de la filantropía, ¿qué significa un premio? Por un lado, está la respuesta obvia, un estímulo monetario de importancia que le permitirá a la organización ganadora continuar, expandir y desarrollar la labor social que llevan años realizando y que, a su vez, les ha hecho merecedores del reconocimiento. Sin embargo, a veintiún años del lanzamiento de la primera convocatoria del Premio Tina Hills, hoy día el máximo galardón a la filantropía en Puerto Rico, el significado de este reconocimiento ha trascendido esas primeras nociones.

"Más allá del premio y del valor económico, representa un estímulo. Queremos que este premio pueda representar una inyección para que la organización pueda plantearse la ruta hacia la excelencia que los llevó a ser galardonados ese año. El año pasado, nos tomamos el tiempo de hacer una mirada profunda al premio, cumplíamos veinte años y fue muy interesante porque llegamos al convencimiento de que, en esta coyuntura que vivimos como país, esto es una gran oportunidad. Sin la Fundación haberlo pensado o diseñado, el premio se ha convertido en un símbolo importante dentro del sector", reflexionó la directora ejecutiva de la Fundación Ángel Ramos, Laura López, acerca de este reconocimiento que consta de un galardón de 150 mil dólares, así como de 15 mil dólares para tres instituciones finalistas.

"Nos ha sorprendido ver que hay organizaciones que se han preparado para ganar el premio, han entrado en procesos de reflexión y de planificación estratégica para alcanzar el galardón", añadió López, en el marco de una mesa redonda en torno al lanzamiento de la vigésimo primera convocatoria al Premio Tina Hills celebrada en la sede de la Fundación Ángel Ramos en Hato Rey.

La conversación contó además con la participación de Nilda Morales, la directora ejecutiva de SER de Puerto Rico, ganadora en 2016; Ana Yris Guzmán, presidenta de Nuestra Escuela, ganadora en el 2015; Francisco J. Martín Caso, director ejecutivo de CODERI, ganadora en 2009; y José Oquendo, director ejecutivo de P.E.C.E.S., ganadora en 2003.

A lo largo de la conversación quedaría evidenciada una de las fortalezas del premio: el hecho de que se creó porque ya existía una labor de base y de excelencia que merecía ser reconocida. Ya que, más allá del aspecto económico del premio que -sobre todo en estos momentos- llega a aliviar y a darle un empujón a las organizaciones, uno de los aspectos que todos valoran con particular énfasis es la rigurosidad en la selección. Les obliga a ser mejores, a pensar en las fortalezas y debilidades de la institución, les impulsa a crecer.

"... el estímulo de algún día estar a la altura del premio nos llevó a mejorar nuestros procesos".

"Estuvimos solicitando el Premio Tina Hills durante seis años y en cada ocasión en que no ganábamos, hacíamos una mesa redonda para analizar qué habíamos hecho mal o qué teníamos que mejorar. Por ejemplo, en una ocasión nos dimos cuenta de que no estábamos haciendo suficiente énfasis en el voluntariado, algo que inmediatamente comenzamos a trabajar porque el estímulo de algún día estar a la altura del premio nos llevó a mejorar nuestros procesos", compartió la directora ejecutiva de Nuestra Escuela, Ana Yris Guzmán, quien además lamentó que en esta ocasión los fondos gubernamentales asignados a la organización cuya efectividad está probada, disminuyeron en un 35%. Esta merma representó el cierre del centro que habían logrado establecer en Vieques, ilustrando así los efectos concretos de la crisis económica del país en el sector.

"Definitivamente, hemos visto un incremento en el número de solicitudes tanto para el premio como para los distintos ciclos de donativos. Esto nos ha obligado a cada día ser más rigurosos a la hora de tomar decisiones para asignar donativos", aportó Laura López, acerca de las medidas que fundaciones como la que dirige han tenido que tomar ante el precario escenario fiscal. "Nos hemos organizado, hemos reactivado la Red de Fundaciones porque no queremos duplicar esfuerzos, sino aprovechar las fortalezas de cada uno".

 

INVERSIONISTAS SOCIALES

La reflexión en torno al significado del premio, no se limita únicamente a las prácticas y procesos que cada organización desarrolla. A juicio de Nilda Morales, la evaluación interna y externa a la que la institución se somete al trabajar la solicitud al premio, obliga a una revisión que también responde a las nociones de inversión.

"Nos hace preguntarnos, cuán relevante es el trabajo que realizas para el inversionista social que te apoya. En nuestro caso eso nos llevó a pensar en qué pasaba con esas vidas que impactábamos a largo plazo y cómo podíamos mantener un vínculo", señaló la directora ejecutiva de SER de Puerto Rico, acerca del proceso de seguimiento que establecieron y que hoy día es modelo a seguir por entidades hermanas a nivel internacional.

Convencer a todo aquel que aporte a una organización sin fines de lucro de la efectividad de su gestión, es una tarea que este grupo de líderes conoce y domina. Son conscientes de que servicios que al gobierno pueden costarle decenas de miles de dólares, ellos son capaces de ofrecerlos por mucho menos de la mitad del costo gubernamental.

"Nuestra costoeficiencia es mucho mayor", sentenció Morales y lo ejemplificó con los costos de una serie de terapias para condiciones como el autismo que en SER pueden tener un costo anual de alrededor de $13,600 anuales, mientras que al Gobierno puede costarle el mismo servicio $82 mil.

Esto también sucede porque las organizaciones ya se conocen entre sí y se refieren unas a otras candidatos para recibir servicios. En SER de Puerto Rico, por ejemplo, la fuente de referido más segura es CODERI. Su director ejecutivo, Francisco J. Martín Caso, concide con Morales y añade que: "las instituciones sin fines de lucro tenemos en este momento histórico un gran reto. Dependemos grandemente de fondos del Gobierno de Puerto Rico y es tiempo de que pensemos en diversificarnos para ver hacia dónde vamos. Hoy día estamos planificando más a corto plazo porque se pueden acabar los fondos".

La respuesta de instituciones como Nuestra Escuela a esta coyuntura específica ha sido la creación de una empresa social en la que todos, tanto la administración como los participantes, se están estrenando como empresarios en el negocio de la venta de servicios que esperan encaminar pronto. Jamás se visualizaron como comerciantes pero los tiempos así lo han requerido.

"Tenemos el reto de replantearnos una nueva forma de hacer nuestra gestión. Se nos mira románticamente, celebran el voluntariado, que hacemos las cosas más baratas que el Gobierno pero no se nos mira como ejecutivos y en cierta medida hay un estándar que desvaloriza esa gestión extraordinaria".

Por su parte, José J. Oquendo, director ejecutivo de P.E.C.E.S. recordó que "no estamos hablando únicamente de un ajuste matemático, estamos hablando de vidas, de seres humanos. Cada transacción afecta positiva o adversamente a un ser humano. Hablamos pero al final tenemos que preguntarnos a quién estamos dejando desprovisto de servicio".

Oquendo destacó además que el premio "supone que uno salga de su entorno y haga su gestión transparente, que haya un rendimiento de cuentas". Esto último fue un reto para la institución que, en sus momentos de crisis económica interna, también contó con el apoyo de la Fundación Ángel Ramos y de otras fundaciones que les apoyan para lograr reforzar el proyecto.

"Tenemos el reto de replantearnos una nueva forma de hacer nuestra gestión. Se nos mira románticamente, celebran el voluntariado, que hacemos las cosas más baratas que el Gobierno pero no se nos mira como ejecutivos y en cierta medida hay un estándar que desvaloriza esa gestión extraordinaria", añadió.

Sin duda, el Premio Tina Hills, con su riguroso proceso de selección y evaluación, se ha convertido sin proponérselo, en un espacio de análisis interno para las instituciones, en un ejercicio anual de reflexión que siempre es necesario y siempre redunda en abundante cosecha. En ellos y su labor queda ejemplificado.   

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