Nuevas maneras de acceder a la información fueron utilizadas en el proyecto El Museo como lugar para forjar la experiencia educativa transformativa en el estudiante y el maestro que llevó a cabo el Museo de la Universidad del Turabo en tres escuelas elementales de Caguas y Gurabo.
Por Tatiana Pérez Rivera :: Oenegé
“¿Qué si valió la pena? Más que la pena valió la alegría, la satisfacción, el orgullo de ver a mis estudiantes llegar a tanto, el esfuerzo de cada uno. Estoy sumamente complacida y agradecida de la oportunidad de participar en esta propuesta”, compartió la maestra María Nieves, de la Segunda Unidad Mercedes Palma en Caguas, sobre la vivencia de sus estudiantes de quinto grado en el proyecto educativo El Museo como lugar para forjar la experiencia educativa transformativa en el estudiante y el maestro.
A lo largo del pasado semestre, la iniciativa -creada en conjunto por el Museo y Centro de Estudios Humanísticos Josefina Camacho de la Nuez de la Universidad del Turabo y la Fundación Ángel Ramos- impactó 84 estudiantes de escuelas elementales en zonas rurales: Segunda Unidad Mercedes Palma en Caguas, Maximina Méndez Calderón y Daniel Díaz Santana, ambas en Gurabo. Los alumnos visitaron el museo y luego trabajaron en sus escuelas actividades que reforzaron sus destrezas de lectura, escritura y que impulsaron su imaginación, partiendo de un texto literario puertorriqueño. La escritora y actriz Tere Marichal fungió como recurso guía para educadoras y estudiantes. Tras las visitas al museo y los trabajos en clase, los participantes presentaron sus proyectos finales en el Anfiteatro Argentina Hills de la institución educativa.
“La transformación es real. Estos niños pudieron demostrar que este tipo de propuesta les cambia la vida. Lo que Tere trabajó con ellos y sus maestros les ofreció otro tipo de experiencia; visitar el museo les trajo atención a la parte cultural, a la literatura universal y a nuestros escritores”, opinó María del Carmen Arroyo, coordinadora del programa educativo del museo.
“Como tienen algunos rezagos por la falta de exposición a ciertas experiencias, muchos de ellos tienen la autoestima lacerada, así que pararse en una tarima es bien importante. Ellos investigaron, ellos crearon, ellos fueron corregidos, ellos tuvieron herramientas de trabajo y ese día era el momento de mostrar lo que aprendieron en sus tres visitas al museo”, agregó Arroyo sobre la presentación final.
¿Qué pasó allí? A lo largo del semestre los estudiantes discutieron obras de la literatura local. La Escuela Maximina Méndez Calderón trabajó el cuento “En el fondo del caño hay un negrito”, de José Luis González; la Escuela Daniel Díaz Santana creó con el poema “Oubao Moin”, de Juan Antonio Corretjer mientras que en la Escuela Segunda Unidad Mercedes Palma el detonante creativo fue el cuento “Corasí”, de Walter Murray Chiesa. En tarima mostraron el resultado del trabajo en clase vinculado a los textos.
Con la técnica japonesa del Kamichibai, los estudiantes de la Mercedes Palma realizaron cuentos sobre personajes taínos ideados por ellos. Para documentarse, también visitaron la Sala Huecoide del museo, donde pudieron apreciar hallazgos arqueológicos.
“Para ellos fue fascinante. Primero porque pudieron convertirse en escritores de sus historias partiendo de la investigación que hicimos, luego compartieron sus ideas en un conversatorio con Tere Marichal en el salón. Descubrieron que tienen un talento escondido como escritores, ilustradores o productores de sus películas por la forma como se imaginaron las escenas de lo que escribieron”, relató la profesora Nieves.
“Nosotros le abrimos un nuevo horizonte con proyectos como este, le damos la oportunidad de aprender de los temas que trabajamos de una manera más real, pertinente y divertida”. |
De otra parte, los representantes de la Escuela Daniel Díaz Santana mostraron sus talentos artísticos al realizar segmentos dramatizados del poema “Oubao Moin”, guíados por la profesora Ana Iris Figueroa. Además trabajaron máscaras en un homenaje a distintos temas tocados en el texto como la naturaleza o las manos de los trabajadores.
En el caso de la Escuela Maximina Méndez Calderón, sus estudiantes idearon nuevos mundos para “Melodía”, protagonista del cuento “En el fondo del caño hay un negrito”, trabajaron conceptos como la rima y conocieron la realidad de la vida en el Caño Martín Peña retratada por el autor. Los guió en el esfuerzo la profesora Marta Rodríguez.
CAMBIO EN SINTONÍA
La actriz, dramaturga y educadora Tere Marichal visitó las tres escuelas con el empeño de asegurarse de que la oportunidad era aprovechada al máximo.
“Para que ocurra verdaderamente una transformación tiene que haber unión entre la maestra, la escuela y el taller. Esa parte donde los maestros se envuelven tiene que ser bien fuerte, si no están a la par contigo y se da la asignación en la escuela, el impacto del proyecto es menor. Por suerte tuvimos maestros buenos que siguieron trabajando, creían que sus estudiantes merecían la oportunidad de aprovechar el taller y refinar destrezas. Soy exigente porque a nuestros estudiantes se les debe exigir un poco más, hay que darle una patada a la ley del mínimo esfuerzo y visitarlos fue demostrarle no sólo que había un compromiso más allá del proyecto, sino que este cobraba vida con los estudiantes dentro de la escuela, no únicamente cuando estaban en el museo”, puntualiza Marichal.
La artista asegura que los alumnos estaban “contentos y emocionados de poder hacer tanto en tan poco tiempo”. “Conocí niños maravillosos que pertenecen a comunidades marginadas que nunca habían estado en un museo o en un teatro y fue una maravilla ver cómo los aplaudían. Nunca habían hecho el trabajo creativo que lograron”, advirtió Marichal.
La profesora Nieves coincide al describir el perfil de sus estudiantes en la escuela ubicada “en la zona rural más lejos de Caguas con relación al pueblo”. “Esa distancia hace que nuestros estudiantes sean de cuna humilde, que tengan mucha privación. Nosotros le abrimos un nuevo horizonte con proyectos como este, le damos la oportunidad de aprender de los temas que trabajamos de una manera más real, pertinente y divertida”, dice la maestra Nieves.
“Tengo un estudiante que tiene que caminar media hora a pie, montaña arriba, después que deja la carretera en asfalto para llegar a su casa. Él fue uno de los más impactados, de los más que preguntaba, de los más que disfrutaba la visita al museo. Todos recibieron los materiales tan agradecidos”, dice Nieves sobre las mochilas equipadas con los útiles necesarios para trabajar cada propuesta.
Nieves sugiere que la propuesta se extienda por un año escolar entero para poder cumplir con ella y con el currículo académico de cada grado, así como reuniones entre los recursos y los profesores previas a su implantación, para evaluar la viabilidad de ciertas actividades.
“Tuve que dedicarle muchas horas de mi clase y enmendar mi plan de trabajo para cumplir con lo ambiciosa de la propuesta Kamishibai porque cada estudiante quería hacerlo y hacerlo bien. Eso, también, es aprender”, acaba Nieves.
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