Cuando de adolescente estudiaba en la University High School (UHS) de la Universidad de Puerto Rico, en la década del 50, se empeñó en estudiar bachillerato en Estados Unidos. Su padre se negó. Ella insistió e insistió de nuevo. De aspiraciones a ser doctora o misionera en África, se inclinó por estudiar Relaciones Internacionales en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y culminó su grado de bachillerato.
Se trasladó a Washington D.C., se casó en Francia, vivió seis años en España, tuvo una hija y a su vuelta a Estados Unidos comenzó a dar clases de literatura hispana en Trinity College, una universidad femenina en la zona este. “Si yo me tenía que trepar encima de la mesa para que entendieran a Cervantes, lo iba a hacer”, recuerda la vehemencia con la que abrazó el camino docente que vinculaba la literatura con las Relaciones Internacionales.
Luego, en la década de los sesenta, se involucró en otros esfuerzos de educación con la líder y activista puertorriqueña Antonia Pantojas y colaboró en la creación del Boricua College en Williamsbrug, Nueva York. Los retos iban presentándose y ella aprovechaba oportunidades de crecer y hacer. “La historia de los hombres es lineal, la de las mujeres, accidentada”, plantea para explicar su camino.
Ya en esa época, Miranda se había divorciado y tenía una hija, Cristina, así que se propuso algo que para algunos era impensable. “Quería que mis ingresos dependieran de mi trabajo y de mi talento; ¡mira que fresca!”, cuenta entre risas.
Eran los setenta y había retornado a Washington donde viviría por treinta años. Comenzó a ofrecer servicios como traductora de Español e Inglés en la capital federal y, poco a poco se convirtió en consultora de publicaciones en español de temas variados, pero con mayor énfasis en educación. Los clientes no solo arribaban de Estados Unidos sino de Europa. Así nació Miranda Associates Inc.
Miranda comenta que el machismo imperante en la época, decía a las mujeres trabajadoras que ellas “le quitaban” los puestos de trabajo a los hombres. “Yo no le estaba quitando el lugar a nadie, yo estaba donde tenía que estar”, insiste satisfecha sobre esos años en los que aportó con creces a la comunidad hispana desde su empresa y desde la filantropía, lo que la llevó a conocer –y a ser reconocida- por figuras de la política como los presidentes estadounidenses Ronald Reagan, Bill Clinton y el candidato presidencial, Al Gore.
Allá, en Washington, fundó en el año 1992 Miranda Foundation y comenzó a brindar ayuda a la comunidad hispana y a Puerto Rico. Inclusive, tomó unos cursos sobre filantropía que brindó la Rockefeller Foundation, en los que aprendió a pensar estratégicamente, a definir el problema y buscar su raíz cuando de gestión social se trata.
Y EN LA TIERRA DEL COQUÍ
Justo en el cambio de siglo, entre el 1999 y el 2000, Miranda se retiró de esa primera etapa de su vida y enfiló sus cañones al inicio de la segunda. Regresó a Puerto Rico y decidió reconectar con su pueblo trabajando con las organizaciones sin fines de lucro. “Nada de lo que hice en mi vida, lo hice sin miedo”, reflexiona en torno a los diversos cambios de rumbo en su caminar para luego añadir, “siempre quise medirme con los mejores”.
Una cosa era viajar cada año a Puerto Rico para vacacionar y ver a la familia, y otra muy distinta quedarse a vivir en un país al que había dejado hacía tres décadas.
“Nosotros somos una mezcla de culturas, de ansiedades, de falta de confianza, de temores, pensamos que el otro vale más; eso somos y no podemos ser así”, reconoce con su perrita Shakti sentada en la falda.
“Cuando regresé a vivir aquí encontré una sociedad fragmentada –por género, posibilidades económicas o creencias políticas- en vez de unida. Por qué no podemos ver al otro en nuestro propio sitio, por qué no admitimos que hay pobreza, por qué no vemos esas cosas. ¿Qué puedo hacer?, no me puedo quedar sentada. Vine a escribir un libro, pero también a dar”, recuerda su plan original de terminar su investigación conducente al grado de doctorado que había dejado en España.
Tuvo “la suerte” de que contaba con un vehículo especial, su Miranda Foundation, que en este tiempo le ha permitido trabajar con otras fundaciones aliadas y con cerca de 250 organizaciones sin fines de lucro que sirven a diversas comunidades. A su favor tenía además su formación que le decía “somos uno, nadie es mejor que nadie”.
“Me vino a la mente el concepto “solidaridad” -como un valor vital de la cohesión social- y pensé ‘¿qué hago con esto?’. Quería destacarla, pero no en el área individual porque aquí siempre la ha habido, lo ves en casos de emergencia, pero la colectiva no la había. Quise resaltar lo colectivo porque resaltar a uno es lo que nos está matando”, explica sobre el surgimiento del Premio Solidaridad en el 2002.
Entre el año 2003 y el 2017, Miranda Foundation entregó este galardón que brindaba $30 mil dólares a una organización sin fines de lucro y a movimientos que promueven la solidaridad colectiva y las alianzas multisectoriales que buscan el bienestar común. La inversión ha sido de más de $450,000 en los últimos 15 años, periodo en el que han evaluado cerca de mil nominaciones.
“Conocí una gente magnifica que me hizo reconectarme con el Puerto Rico al que yo quería regresar”. |
Una semana antes que pasara el huracán María por Puerto Rico, en la ceremonia de entrega de la edición 15 del Premio Solidaridad que tuvo lugar en el Museo de Arte de Puerto Rico, Miranda anunció que era el último galardón que otorgarían. Esa noche la acompañaba su hija Cristina y su nieto Matías.
“El Premio tuvo su función, el tiempo de premiar pasó, es tiempo de actuar. De corazón hemos hecho esto juntos, sabemos lo que hemos hecho, no necesitan del Premio para continuar, ahora les toca a ustedes”, recuerda segmentos de su discurso.
Es momento de que las semillas de la solidaridad empiecen a rendir fruto.
LEGADOS DEL PREMIO
Miranda reconoce que, en su caso, “la experiencia con el premio ha sido maravillosa y transformadora”. Luego de hablar de solidaridad como una abstracción, el término cobró vida ante ella al conocer la labor de las organizaciones sin fines de lucro del país. Además del servicio, como lección de vida se lleva “la esperanza” con la que todos trabajan por mejorar el panorama.
“Yo he aprendido y he gozado con esta gente. Conocí una gente magnifica que me hizo reconectarme con el Puerto Rico al que yo quería regresar”, señaló la fundadora de Miranda Foundation. “Este país no se hunde mientras haya personas como las que trabajan desde las organizaciones sin fines de lucro. Pero ellos solos no pueden, se necesita una masa, más personas”.
“La que más aprendió en todo este proceso fui yo. Creí que era tolerante pero no, aprendí aquí. La tolerancia tiene que ver con la solidaridad. Siempre el enfoque (de la fundación y del premio) fue transversal -nunca un área específica- de tender puentes, de juntar gentes, comunidades, ideas; todo eso hacia la justicia social. Ese ha sido el hilo”, añade.
Y el otro hilo, el que ha guiado su vida, es huirle al “no me atrevo”. “Uno piensa ‘diantre, está difícil’ y si me sale mal, pues salió, pero hay que hacerlo. Así que trate de dominar el miedo, haga las cosas, aunque sea con miedo, pero hágalas”, insiste.
Por eso menciona con alegría que, luego de la labor realizada tras el ciclón María, el Tercer Sector ha tomado decisiones “más asertivas” que las ha sacado de su zona de confort. “Veo más arrojo y riesgo”, dice.
“María quitó el velo de la ilusión de progreso, nos dimos cuenta que no éramos lo que creíamos que éramos y dentro de eso que, aunque sabíamos las estadísticas, nunca admitíamos que éramos un país pobre. María nos hizo conscientes de esa realidad”, afirmó.
Además de hacer aportaciones específicas para cubrir las apremiantes necesidades que había en el momento, Miranda Foundation se unió al Fondo ADELANTE, mediante el cual la Red de Fundaciones de Puerto Rico apoyó las necesidades del Tercer Sector pos María.
“Cuando todo nos falló, ahí estábamos y no necesitamos de grandes cosas ni templos, teníamos lo que necesitábamos: amor y compasión. No podemos tener miedo al cambio y el campo filantrópico parece tenerle la misma aversión, pero hay que hacerlo, estamos hablando de transformar el país y esa transformación empieza contigo mismo, con tu cabeza. Tenemos que abrirnos a nuevas ideas”, dice lista para colaborar como sea, cuando sea y donde sea desde su fundación.
En esta nueva travesía de vida en Puerto Rico considera que “el mejor regalo ha sido la esperanza” y tener “la oportunidad y el privilegio de hacer”. “Para lo que yo regresé era para hacer algo por mi patria, poder poner mi granito de arena en esta tierra que ya sabemos cómo todos nos sentimos sobre esto”, acaba con una sonrisa.
GANADORES PREMIO SOLIDARIDAD / MIRANDA FOUNDATION
2003 Comerciantes Unidos para el Desarrollo Comunitario de Camuy
2004 Fundación Nueva Escuela para Puerto Rico
2005 Iniciativa Comunitaria de Investigación
2006 Comité Comunal de Corcovada
2007 Prensa Comunitaria
2008 Coalición Pro Corredor Ecológico del Noreste
2009 Grupo de las Ocho Comunidades del Caño Martín Peña (G8)
2010 Alianza Laura Aponte para la Paz Social
2011 First Response Emergency Medical Services (FREMS)
2012 Casa Pueblo
2013 Amnistía Internacional Sección de Puerto Rico
2014 Taller Salud
2015 Ciudadanos del Karso
2016 Colegio de Educación Especial y Rehabilitación Integral, Inc. (CODERI)
2017 Frente Unido Pro Defensa del Valle de Lajas